Amanece, que no es poco

Artículo publicado en el número 72 de la revista Making Of
Artículo publicado en el número 72 de la revista Making Of

Amanece, que no es poco es una película absolutamente única en la historia del cine español, por eso, presentamos un  estudio en profundidad de esta película rodada por José Luis Cuerda en 1989.


Amanece, que no es poco es una película absolutamente única en la historia del cine español. Si me desplazo en el tiempo hasta 1989, todavía recuerdo la cara de incredulidad con la que muchos salíamos del cine Catalunya de Barcelona. Y es que no nos podíamos creer que la comedia española que muchos esperábamos ver, y que tan de moda estaba en aquella época, había devenido un título rarísimo en el que nada parecía tener sentido. La cinta no fue comprendida en el momento de su estreno y a una recaudación de unos escasos 80 millones de las antiguas pesetas se le unieron unas críticas bastante tibias.

Con los años la obra se fue revalorizando y muchos, al revisitarla, nos dimos cuenta que se trata de un filme atípico que refleja de forma magistral, a través de un collage donde se mezcla el surrealismo y el esperpento, nuestras más profundas contradicciones. Y es que existen muy pocos largometrajes tan cáusticos, raros, divertidos y que retraten tan bien lo más absurdo de la idiosincrasia hispana como éste. Cuerda consiguió algo único y, tal vez por ello, su aportación no fue apreciada en su justa medida.

Hablamos de finales de los ochenta, una época en la que Pedro Almodóvar, Bigas Luna y Fernando Trueba triunfaban con propuestas que mostraban una imagen moderna y renovada de nuestro país. Con esa realidad: ¿Cómo iba a funcionar una película ambientada en el agro más cañí y protagonizada por unos seres humanos sacados directamente de la España profunda?

Amanece, que no es poco es actualmente una película de culto y su director José Luis Cuerda nunca más ha vuelto a ofrecer un nivel de excelencia semejante. Admirada por la modernidad más militante y olvidada por la mayoría, sirvan estas líneas para homenajear a un título que toda cinematografía que se precie debería tener.

La España profunda

La obra de José Luis Cuerda es francamente curiosa. Curtido profesionalmente en Televisión Española, en 1982 da el salto al cine con la película Pares y Nones. Este título, enmarcado dentro de los parámetros estilísticos y argumentales de la Nueva comedia madrileña1, no nos mostraba ni a un director especialmente interesante ni particularmente distinto a muchos de los que debutaban en aquella época y de los que nunca más se supo. Obviamente la cinta pasó sin pena ni gloria.

Viendo que si seguía en esa línea su carrera cinematográfica corría el riesgo de no llegar ni a arrancar, Cuerda decide refugiarse en la televisión para dirigir en 1984 un telefilme titulado Total. El director en sesenta minutos nos explica una historia extraña y surrealista en la que, entre el homenaje y la mofa, se recreaba esa España rural de boina, misa y guardia civil. Aunque la película no fue demasiado vista en su pase por la pequeña pantalla, lo cierto es que demostró que detrás de ella había un director con una personalidad propia que era capaz de tratar de forma humorística e inteligente los aspectos más rancios de nuestra cultura popular. Para aquellos que no la hayan visto, diremos que la comicidad de la cinta recuerda mucho, tanto en el vocabulario como en las intenciones, al que utilizan los chicos de la televisiva Muchachada Nuí.

Después de haber dirigido dos filmes tan diametralmente opuestos, José Luis Cuerda se convierte en un director que, cual Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, ofrece dos caras diametralmente opuestas. Por un lado la del hombre que retrata de forma académicamente clásica historias convencionales, y por otro la del director gamberro de narrativa descuidada que se abalanza en los brazos del surrealismo y el esperpento. Al primer grupo pertenecerían películas como La viuda del capitán Estrada (1991), La lengua de las mariposas (1999) y Los girasoles ciegos (2008); en el segundo grupo estarían Amanece, que no es poco (1989), La marrana (1992) o Aquí en el cielo como en la tierra (1995).

Pero volvamos a 1989. Tras haber triunfado en taquilla con El bosque animado (1987), la adaptación de la novela del mismo título del gallego Wenceslao Fernández Flórez, y el único intento en la carrera del director de aunar sus dos estilos, Cuerda se plantea retomar el universo de Total y hacer una película personal en la que pueda exponer todas sus obsesiones.

Para que una historia tan descabellada y poco convencional como esa pudiera llegar a la gran pantalla se tuvieron que dar un conjunto de circunstancias muy especiales. Las buenas recaudaciones logradas por su película precedente, el bajísimo presupuesto necesario, la presencia de un actor taquillero como Antonio Resines y una coyuntura social en la que, desde el Instituto Nacional de Cinematografía, comandado entonces por Pilar Miró, se intentaba fomentar un cine de autor, serían algunas de ellas. Sea como fuere lo cierto es que el director creó una productora (Compañía de Aventuras Comerciales) con la que logró el dinero y pudo empezar a planificar la película.

El filme fue rodado en Albacete, más concretamente en las localidades de Molinicos, Ayna, Liétor y Férez, entre otros pueblos de la Sierra del Segura. El director tuvo mucho interés en que la idiosincrasia popular de la zona se respetara y conservara en la película. De hecho, algunos de sus habitantes aparecen como extras interpretándose a sí mismos.

Uno de los aspectos más importantes para Cuerda era decidir quién formaría parte de un reparto coral y multitudinario. En una opción que consideramos acertadísima, el director decide combinar actores veteranos con otras jóvenes promesas de la época sin que entre ellos, y con la excepción de Antonio Resines, haya ninguna estrella consagrada que se pudiera llevar la atención de los espectadores. Así entre los veteranos podemos ver nombres como los de Manuel Alexandre, Rafael Alonso, José Sazatornil, Cassen, Alberto Bové, Luis Ciges, María Isbert o Queta Claver. De entre los jóvenes, en la película aparecen  nombres que, poco después, serían estrellas como Gabino Diego, Pastora Vega, Tito Fernández, Ferran Rañé, Guillermo Montesinos o Quique San Francisco. Junto a ellos algunos ilustres secundarios de la talla de Ovidi Montllor, Miguel Rellán, Fedra Llorente o Rafael Díaz.

En el equipo técnico encontramos al fotógrafo Porfirio Enríquez, al montador Juan Ignacio San Mateo o al músico Pepe Nieto, tres nombres muy importantes dentro del cine español. El rodaje fue relativamente rápido y cuentan las crónicas que todo fue como una seda a pesar del conocido mal genio del realizador.

La película se estrenó el 17 de enero de 1989 en Madrid, llegando al resto del país una semana después. Los resultados en taquilla no fueron muy buenos y la crítica, en general, la trató con bastante dureza. Años después, y cuando el título ya se había convertido en una obra de culto, se ha reestrenando en varias ocasiones logrando que unos 300.000 espectadores pasaran por taquilla. Como sucede con muchas de las grandes películas de nuestra cinematografía, han tenido que ser los años los que al final han logrado ponerla en su lugar.

Argumento

Teodoro es un joven ingeniero, profesor de la Universidad de Oklahoma que viaja en un sidecar junto a su padre con la intención de disfrutar de su año sabático. Tras recorrer un largo camino, llegan a un pequeño pueblo de la geografía hispana donde nada es lo que parece. Dentro de las fuerzas vivas, el sacerdote es aclamado por sus fieles que llenan cada día la iglesia, la guardia civil acompaña a los lugareños a que se emborrachen al bar y muestran unas dosis de empatía poco comunes, el médico disfruta viendo como mueren sus pacientes y el alcalde amenaza con suicidarse si el pueblo no le deja vivir con una voluptuosa mujer que, aunque es de Santander, habla con un perfecto acento andaluz.

Pero éstos no son los únicos personajes excéntricos de la población. En ese lugar encontramos también hombres que crecen en el campo como cebollas; un borrachín que es capaz de desdoblarse en dos; a la mujer del médico que, a una cierta edad, concibe dos gemelos sólo 10 minutos después de haber efectuado un coito plenamente satisfactorio; a un exiliado argentino que, en lugar de levitar o de oler a colonia como todos los exiliados, comete el pecado de plagiar a Faulkner, el autor preferido de los lugareños; un maestro rural que imparte sus clases mediante cánticos gospel; un grupo de mujeres que se reúnen en asamblea para elegir quien hará de marimacho, prostituta, adúltera o monja; unos estudiantes de Eaton que quieren conocer la realidad de nuestro país; un anciano que hace cuarenta años que huye de su sobrino negro pese a vivir en la misma casa y que es capaz de hablar con una calabaza; o un hombre empeñado en suicidarse al que los coches lo evitan sistemáticamente.

Tras pasar un par de días en el pueblo, padre e hijo deciden marcharse a Francia no sin antes ver un amanecer. Eso sí, el sol saldrá por el otro lado cosa que irritará profundamente al jefe de la guardia civil, un hombre poco dado a los misterios.

Ver para creer

Antes de analizar esta película, un aviso para navegantes: uno ha de acercarse a Amanece, que no es poco absolutamente libre de prejuicios y con la mente abierta para vivir una experiencia mágica. Sólo de esta forma disfrutaremos plenamente de una película asombrosa, irrepetible y única dentro del panorama cinematográfico español.

Y digo todo eso porque, para empezar, la cinta carece por completo de la estructura narrativa clásica (inicio, nudo, desenlace) a la que estamos acostumbrados. La llegada de un padre y un hijo al pueblo le sirve como excusa al director para presentarnos a una serie de personajes a cual mas excéntrico, cuyas peculiaridades iremos conociendo poco a poco. A medio camino entre el surrealismo (las situaciones se salen de cualquier tipo de lógica racional) y el esperpento (todo es grotesco, excesivo, irracional), el gran acierto de Cuerda es ser capaz de crear un espejo deformado de nuestra realidad a través del que, y sin recurrir en ningún momento a la crítica y con una objetividad digna de admirar, observamos perfectamente cómo somos y cómo pensamos. Y esto último no es baladí, ya que en ningún momento el director juzga o censura el comportamiento de los personajes; en la película lo que impera es una sana anarquía en la que todo está permitido y en la que todos y cada uno de los seres humanos que pueblan la ficción cuentan con la simpatía y la complicidad del director.

Cuerda hace algo francamente complicado: sabe jugar con el cliché y el estereotipo, darle completamente la vuelta y que sea esto lo que defina a cada uno de los personajes y situaciones. Por ello no nos puede extrañar que a los primeros personajes que conozcamos sea a una versión inefable del guardia civil, el cura, el médico y el alcalde (que no son más que la imagen típica y tópica de las fuerzas vivas de nuestro país) en contextos completamente desnaturalizados. ¿Dónde se ha visto un guardia civil que se indigne por que alguien plagie a Faulkner, a un cura aclamado y admirado, a un profesor querido que da las clases en gospel, a un alcalde que reivindica su derecho a ir con señoras estupendas o a un médico que disfrute con la muerte de sus pacientes? El espectador enseguida entiende que en esa actitud tan contraria a la habitual reside la gracia de los personajes. La irrealidad nos abre las puertas a la realidad y nos permite entender, con una brillantez incuestionable, que nada es lo que parece aunque, lamentablemente, siempre acabe siéndolo.

La película cuenta con una incorrección política incuestionable. Simplemente viendo esa asamblea de mujeres en la que se decide qué rol ocupará cada una, hoy en día cuando impera la dictadura de lo políticamente correcto, sería objeto de crítica por no pocos colectivos. Y es que si algo tiene claro Cuerda es que éste es un país en el que todos nos reímos de todos y de todo; una sociedad que lleva impreso en su código genético una comicidad basada en mofarse de aquello que más y mejor nos caracteriza. Siguiendo la estela de todos aquellos que han entendido esta circunstancia (Luis Buñuel, Valle Inclán, los responsables de “La codorniz”, Berlanga y tanto otros que han sabido retratar, como decía Antonio Machado, esa España “de espíritu burlón y de alma quieta”), el realizador nos deja en pelota picada para dejar en evidencia lo que somos y cómo pensamos. Eso sí, tiene la inteligencia y la decencia de cubrir nuestras vergüenzas con los ropajes de la irrealidad y el absurdo.

En la cinta hay personas envidiosas (ese genial personaje sin personaje), que alardean de su ignorancia, que no ocultan sus infidelidades, que son contradictorios, que asesinan a sus parejas por hastío, que beben, que tienen conversaciones filosóficas profundas en la tasca, insolidarios, egoístas, mezquinos… pero todos ellos están visto bajo el prisma del cariño, sin rencor, sin atisbo de crítica por parte del director. Y lo más curioso, y también uno de los grandes acierto de la cinta, es que ni nos extraña ni nos sorprende: a fin de cuentas esa es la cara amable de nuestras propias miserias.

A diferencia de otras películas que hacen de la atipicidad su razón de ser, en Amanece, que no es poco nada es notorio en sí mismo; ningún momento, ninguna situación destaca por encima de las demás. La cinta destila frescura por todos sus poros, y es una de las pocas películas del cine español que puede verse una y otra vez sin fatiga; más bien al contrario, visionarla varias veces nos hace descubrir nuevos detalles y matices.

Cierto que su narración es descuidada, que la puesta en escena es absolutamente funcional y que da la sensación de que el director no ha planificado ni uno solo de los planos. Pero, qué más da. Su objetivo no era ese: era el de escribir una historia única a la que un plantel de extraordinarios actores (siempre he pensado que la cinta era también una reivindicación y un homenaje a esos cómicos españoles que, aunque toda su carrera se han visto abocados a papeles secundarios, son de lo mejor de nuestra cinematografía) hacen única.

Una obra maestra y una película que, por sí misma, compensa la carrera de un director por muy errática que haya sido después.

Datos de la película

  • Ficha artística

Antonio Resines - Teodoro
Luis Ciges - Jimmy
José Sazatornil - Cabo Gutiérrez
Castro Sendra “Cassen” - Cura
Manuel Alexandre - Paquito

  • Ficha técnica

Dirección: José Luis Cuerda
País/Año: España, 1988
Guión: José Luis Cuerda
Música: José Nieto
Fotografía: Porfirio Enríquez
Montaje: Juan Ignacio San Mateo
Duración: 110´

La trilogía

Amanece, que no es poco forma parte de una trilogía en la que se retrata, desde la perspectiva del absurdo, algunos de los aspectos más característicos de nuestra idiosincrasia. Estas tres películas tienen elementos comunes en forma y el fondo; a una narrativa descuidada se une un sentido del humor muy particular y la concatenación de historias y personajes tan absurdos como hilarantes.  Las otras dos películas del ciclo son:

Total (1985)
Nos encontramos en el Londres postapocalíptico de 2598, salvo porque Londres es un pueblo de Soria con tres casas de piedra que se están cayendo, una escuela, un rebaño de ovejas y otro de vacas. González, el pastor de ovejas, nos cuenta en off cómo sucedió la gran catástrofe del fin del mundo y comenzamos a conocer a los demás aldeanos: una señora que se aparece a su antojo, un niño en edad escolar que da un estirón tan grande que cumple de repente más de 60 años, una pastora que trata de enseñar a las vacas la tabla de multiplicar, etc.

Así en el cielo como en la tierra (1995)
Estamos en un cielo que parece un pueblo de la Castilla profunda. Dios Padre decide enviar a su otro hijo a la Tierra para salvar a la humanidad. Pero Jesucristo no está de acuerdo, pues entonces debería reescribirse la historia. Además hay un problema: no hay muchas mujeres vírgenes en el mundo y las que cumplen el requisito no se dejan convencer por el arcángel San Gabriel y se niegan a concebir a nadie.

José Luis Cuerda (Albacete, 1947)

Nació el 18 de febrero de 1947 en Albacete. Empieza a estudiar derecho, pero lo deja después de tres años y decide convertirse en técnico de radiodifusión y televisión. En 1969 entró a trabajar en Televisión Española, realizando más de 500 reportajes y documentales para los servicios informativos. Tras esa experiencia, empieza a trabajar como guionista y realizador en varios telefilmes como El túnel o Mala Racha y documentales como El señor de Bembibre o Menorca. Después de dirigir varios cortometrajes, en 1982 dirige Pares y nones, su primera película. Encuadrada dentro del movimiento conocido como Nueva comedia madrileña, la cinta pasa sin pena ni gloria por las carteleras españolas pese a contar con el protagonismo del entonces ya popular Antonio Resines.

En 1985 dirige el telefilme Total, con el que da un vuelco absoluto a su carrera adentrándose en los terrenos del esperpento y del humor surrealista. Aunque la película no es demasiado conocida, le permite al director tomar conciencia de por dónde había de ir su carrera. Así, tras dejar TVE entra a trabajar como profesor en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca y empieza a preparar el que será su segundo largometraje para el cine El bosque animado, según la novela de Wenceslao Fernández Flórez. El gran acierto de la película consistió en la capacidad del director para impregnar a la trama de elementos mágicos y fantásticos, logrando un conjunto francamente interesante que funcionó muy bien en taquilla. Ello le permitió centrarse en 1989 en su proyecto más personal Amanece, que no es poco. Retomando el estilo y el humor de Total, Cuerda realiza una película extraordinaria en la que el absurdo, las situaciones hilarantes y una innegable gracia a la hora de parodiar las costumbres más características del espíritu rural hispano, son los elementos más destacados.

Con ocasión del Centenario del descubrimiento de América, Cuerda en 1992 filma, con el apoyo de las instituciones públicas, La marrana, la historia de dos desgraciados en la España del Siglo de Oro que deciden emigrar a América. Sirviéndose del estilo esperpéntico de Amanece, que no es poco, pero intentando mostrar una historia con una trama argumental más cohesionada, la película navega en tierra de nadie y no acaba de funcionar.

Tal vez por ello en 1995 retoma en fondo y forma el universo de Amanece, que no es poco con la muy interesante Aquí en el cielo como en la tierra. En 1996, Cuerda debuta como productor financiando la primera película a un jovencísimo director madrileño que le había presentado un guión centrado en el género de terror. El director era Alejandro Amenábar, la película Tesis. Después le ha producido Abre los ojos (1997) y Los otros (1999), la película más taquillera de la historia del cine español.

La lengua de las mariposas (1999) supone el retorno del productor al clasicismo con una historia que funcionó bien en taquilla y le otorgó a Fernando Fernán-Gómez uno de los papeles de su vida. Tras dirigir las insulsas Primer amor (2000) y La educación de las hadas (2006), vuelve al candelero con Los girasoles ciegos (2008), una cinta ambientada en la Guerra Civil española que fue presentada a los Oscar en la edición de ese año. Aunque la película resulte bastante tendenciosa y algo simplista en sus planteamientos, lo cierto es que esa sensibilidad del director para narrar historias sencillas y cotidianas volvió a aflorar.

  • Nota:
  1. La Nueva comedia madrileña fue una especie de movimiento cinematográfico que surgió durante la primera mitad de los ochenta. Estos filmes intentaban reflejar, de forma desenfadada y fresca, situaciones protagonizadas por jóvenes madrileños de profesiones liberales, con inquietudes intelectuales y de izquierdas; vamos, los progres de toda la vida. La película que inauguró el movimiento fue Ópera Prima de Fernando Trueba. Directores como el propio Trueba o Fernando Colomo y actores de la talla de Antonio Resines, Oscar Ladoide, Verónica Forqué, Silvia Munt o Marta Fernández Muro fueron sus principales representantes.

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Autor: Nacho Jarne Esparcia

Nacho Jarne Esparcia es profesor de Tecnología Educativa de la Universidad de Barcelona.


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