Educar en y con seguridad, objetivo del personal docente

Pautas para el profesorado para educar en y con seguridad en la sociedad actual. Educar en este nuevo contexto donde un mundo nuevo está disponible a través de la red, es un importante objetivo del personal docente, que, además, resulta ineludible. ¿Cómo hacerlo?
Vivimos en una sociedad que tiene un importante reflejo en el mundo digital y, cada día más, las personas disponemos de recursos que nos permiten acceder a todo un mundo nuevo disponible a través de la red de Internet. Educar en y con seguridad en este nuevo contexto es un importante objetivo del personal docente, que, además, resulta ineludible. ¿Cómo hacerlo?
Educar en y con seguridad, objetivo del personal docente
Son muchas las aulas y espacios educativos que, en nuestro país, incorporan diferentes tecnologías que sirven como amplificadores del aprendizaje. Hasta este momento, podemos decir que los y las docentes que realizan su labor educativa con soporte tecnológico corresponden a perfiles un tanto innovadores, a personas que se preocupan por la mejora continua de los resultados y que apuestan por el uso de estos instrumentos como principal base de apoyo para el uso y la implantación de una metodología docente diferente, capaz de producir un cambio en los resultados educativos.
En los círculos educativos, se introducen conceptos como el conectivismo, el constructivismo social y el trabajo colaborativo, las comunidades de aprendizaje, las redes o los entornos personales de aprendizaje, los contenidos abiertos, el alumnado como productor de contenidos educativos, el protagonismo del estudiante en el diseño de su propio aprendizaje, etc. Todo ello encaja perfectamente en este cambio de paradigma educativo que se puede ver facilitado (que no garantizado) por la introducción de las tecnologías no sólo en las aulas, sino también en el mundo del y la estudiante.
Sin embargo, no deja de ser cierto que hay un importante colectivo de profesionales del mundo de la educación que es reticente a incorporar, en su práctica cotidiana, una tecnología que no domina. El viejo discurso del “inmigrante digital” (aquel que ha tenido que aprender el uso de la tecnología en su etapa adulta y que aún está en fase de aprendizaje) resulta un argumento perfecto que, en determinadas ocasiones, es utilizado para frenar la incorporación de aquellas herramientas tecnológicas que hoy en día son tan abundantes y económicas, y que están realmente socializadas en la población de nuestro país.
No obstante la realidad se impone. El mundo, el horizonte de las personas, es, hoy en día, cada vez más grande. El acceso al conocimiento es universal y se ve facilitado por una simple conexión a Internet, ya se realice ésta a través de un ordenador de sobremesa, de un portátil o de una conexión de teléfono móvil o smartphone (teléfonos inteligentes). Estas herramientas están, cada día más, al alcance de los bolsillos de la ciudadanía, más aún teniendo en cuenta la disponibilidad de servicios gratuitos (redes de bibliotecas, de telecentros, aulas TIC en los centros educativos, etc.).
Grandes fuentes de información están al alcance de todas las personas y los contenidos abiertos proliferan en la Red. Además de la información en sí, la red mundial de Internet facilita el acercamiento a un enorme conjunto de personas, recursos, servicios, herramientas, espacios de comunicación e interacción, etc. Resulta innegable que este acceso niversal ha producido un enorme cambio social que, además, evoluciona de forma exponencial.
- La seguridad nos preocupa
Efectivamente, como docentes, un de las cosas que más nos preocupa es la seguridad de nuestros alumnos, de sus familias, de su entorno más próximo, además de la nuestra y la del centro educativo donde desarrollamos nuestras actividades. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, el concepto de “seguro” se asocia con la defi nición de “libre y exento de todo peligro, daño o riesgo”. No parece fácil, por lo tanto, garantizar la seguridad en todo momento o contexto.
En este sentido, las autoridades exigen a las personas docentes, a los y las responsables de los centros educativos, que procuren, con diligencia, la seguridad de todos los elementos que componen el sistema educativo. Es decir, conscientes de las limitaciones existentes y de lo ambicioso del concepto “seguridad”, debemos evitar la negligencia y ser realistas, consecuentes, con aquello que está en nuestras manos hacer y evitar hacer.
Parte de esta consciencia que debe ser propia del personal docente, y de los equipos directivos de los centros educativos, es la toma de contacto con una realidad que es inevitable: las Tecnologías de la Información y la Comunicación se han socializado, están al alcance de un grueso importante de la población que ocupa los espacios educativos. Parece evidente, por lo tanto, que es nuestra obligación, como personas responsables de los itinerarios educativos de los infantes, jóvenes y personas adultas, fomentar el concepto de seguridad y hacer todo lo posible por “educar con seguridad” y, especialmente, “educar en seguridad”.
- Vivimos en una sociedad "tecnologizada"
En el ámbito privado, el gran potencial de la tecnología y de las herramientas que ella nos proporciona, nos permite organizarnos, formarnos, informarnos, producir información y sistematizarla, gestionar, comprar...
En el ámbito público, nos facilita la comunicación, la participación activa y democrática, la interacción, la producción y difusión de contenidos, la comunicación de nuestro pensamiento... la socialización, etc.
Cuando hablamos del concepto de TIC (Tecnología de la Información y la Comunicación) o TAC (Tecnología del Aprendizaje y la Comunicación) en el ámbito educativo, nos aproximamos a diferentes herramientas: una máquina de fotos, una grabadora de audio, una cámara de vídeo, un teléfono móvil, un ordenador de sobremesa, portátil o del tipo netbook, etc. Pero también lo hacemos a diferentes utilidades y recursos disponibles a través de una conexión de Internet: servicios de mensajería electrónica, de chat, redes sociales, debates públicos, repositorios de contenidos, medios de comunicación y prensa, útiles para la construcción colaborativa en diferentes formatos –audio, vídeo, texto–, diccionarios, espacios interactivos, servicios de compra y venta, de gestión de las obligaciones ciudadanas, etc.
En resumen, tenemos a nuestra disposición un conjunto increíble de instrumentos, servicios y herramientas que nos permiten aprender, construir, gestionar, vivir, disfrutar, compartir, comunicar, etc. en el mundo digital, de forma asimilada al mundo real. Es todo un mundo de oportunidades el que se aproxima a la ciudadanía y que está mediado por la tecnología.
- Compartimos el mismo sistema
Un sistema grande, complejo y diverso es compartido por todos y cada uno de los miembros de una familia, de una comunidad escolar, de una estructura laboral o de un ámbito sociopersonal. Por decirlo en palabras sencillas: “mi hijo me coge el teléfono móvil para hacer fotos” o “mi padre utiliza mi ordenador portátil” o “mi marido utiliza la cámara de fotos que me regalaste” o “uso el ordenador del trabajo para enviar un correo personal”. Se trata de hábitos normalizados, o que la realidad cotidiana impone normalizar, más allá de las normas restrictivas que las personas o instituciones puedan o deban imponer sobre el uso de los dispositivos. Parece difícil, cada día más, “poner puertas al campo” en un sistema que sitúa espacios comunes donde confl uyen los diferentes ámbitos personal y público, empresaria, familiar y educativo. Realizamos, por lo tanto, que el espacio público es, hoy en día, más grande.
Por este motivo, y dada las dificultades de imponer barreras técnicas o jurídicas a lo que hoy en día se ha convertido en hábito, uso o costumbre, los educadores y educadoras nos vemos impelidos a trabajar para garantizar la seguridad del sistema. Debemos hacerlo en las diferentes etapas vitales: en la infancia, en la adolescencia, la juventud, la edad madura y, por qué no, también en la etapa de la tercera edad. En todas ellas, utilizando los mecanismos que nos facilitan las TIC, cualquier persona resulta vulnerable.
- Educar en y con seguridad
A partir de la conciencia del riesgo, podemos actuar para educar en y con seguridad. Algunos de los problemas más graves asociados a problemas de seguridad que han detectado las personas expertas en este ámbito son: la pérdida de la privacidad; el robo de nuestra identidad; el acceso a contenidos inapropiados que pueden dañar nuestra sensibilidad personal; el deterioro de la imagen pública; el robo de información personal; los daños económicos; la alteración de la conducta: la adicción, el aislamiento social; el engaño a través del contacto con personas que usurpan una identidad falsa; la recepción de información no deseada; los virus y otros elementos que provocan la pérdida de información o daños en el sistema; etc.
Además, y en un ámbito adulto, debemos considerar otros riesgos, omplementarios de los anteriores: la pérdida o deterioro de la imagen pública profesional; el robo de información empresarial al desvelar secretos e informaciones confidenciales; el secuestro de herramientas, recursos o contenidos protegidos por las leyes de propiedad intelectual o susceptibles de serlo; las sanciones o los castigos por negligencia; la pérdida o destrucción de información y recursos empresariales; etc.
Hay, en este sentido, un cierto consenso social: la persona que ejerce el rol de docente debe ser guía, orientadora, asesora, acompañante, etc. en este nuevo e inevitable territorio tecnológico de ámbito mundial. Más allá de las barreras técnicas que ciertos dispositivos permiten implementar, y teniendo en cuenta que no son infalibles, educar en y con seguridad parece la opción más sensata (siempre complementaria), puesto que es una opción de futuro y resulta, además, emancipadora.
Algunos espacios de trabajo obligado
Son múltiples los escenarios de trabajo donde podemos plantearnos el trabajo de educación en y con seguridad; resulta muy difícil ser exhaustivos en un espacio tan limitado como el marco que acoge este artículo. Es por ello que nos centraremos en algunos aspectos y estrategias concretas que ayudarán al educador o educadora a realizar su trabajo.
- La proximidad, clave para el acompañamiento y la supervisión
Cuando se trata de una persona menor, se impone la utilización de la tecnología con el acompañamiento de una persona adulta, que aplicará el sentido común como criterio principal. Estrategias como situar el ordenador en un espacio compartido que se pueda supervisar, mostrar interés por todo aquello que el o la menor realiza a través de la herramienta o recurso tecnológico –desde una actitud positiva– y disfrutar conjuntamente de espacios de uso compartido, son recursos que resultan muy efi caces. Se trata, al fin y al cabo, de fomentar una relación de proximidad que fomente la confianza y la emancipación progresiva de los más pequeños, que de esta manera podrán consultar todo aquello que no comprenden o que les genera cualquier tipo de conflicto. Podemos educar delante del ordenador o utilizando el teléfono móvil o el reproductor de música, etc.; en definitiva, la tarea docente se extiende
a todos aquellos recursos que el alumnado utiliza dentro y fuera del aula.
- La conciencia en el uso de las herramientas y la creación de la identidad digital
Día a día, observamos cómo proliferan los diferentes tipos de recursos y servicios que utilizamos gracias a Internet; es cada vez más fácil registrarse en ellos y utilizarlos, sin apenas limitaciones. En la mayor parte de las ocasiones, basta con facilitar una cuenta de correo electrónico real y una contraseña: juegos, redes sociales, espacios de diálogo e interacción donde nos registramos con nuestro perfil personal... resultan muy atractivos y gratificantes.
La identidad digital de las personas se construye en base a la presencia de éstas en diferentes recursos y espacios de lo que llamamos Web 2.0, un espacio virtual que se construye en base a las aportaciones de las personas que lo utilizan. Tiene diferentes elementos que van desde la forma de expresarse públicamente (incluso en contextos relativamente restringidos como una red social cerrada) a la suma de las informaciones que cada persona comparte: aficiones e ntereses, ideas y opiniones, relatos vitales –hechos, anécdotas, planes, experiencias, etc. en cualquier formato como el texto o la imagen–, red social de amigos reales y virtuales, etc. Esta identidad digital es tanto más compacta cuanto más contenido se haya publicado en la Red, pero hay que tener en cuenta que se construye a partir de las primeras publicaciones e interacciones, ya sea de la persona protagonista o de alguien de su entorno más próximo. Hoy en día es realmente difícil no tener una cierta identidad en Internet.
Nuestra “huella digital” se construye (y reconstruye) de forma realmente rápida. Poco a poco, según nos introducimos en la Red y vamos utilizando estos recursos, estamos construyendo nuestra identidad digital, al punto de perder la conciencia de la gran cantidad de información que sobre nosotros mismos estamos haciendo pública. Y no sólo eso, debemos ser conscientes del gran número de empresas y compañías –a menudo olvidamos comprobar quién es el receptor de la información– que disponen de esta información que, en otro contexto, calificaríamos de personal y privada.
Mención especial merecen los espacios lúdicos y de juego, que, en general, estimulan la creatividad, la observación, la memoria, el uso de capacidades tecnológicas relacionadas con la ubicación en el espacio y el tiempo, etc. Resultan de gran utilidad, pero hay que utilizarlos de forma inteligente y segura, dosificada y pautada, de acuerdo con las normas sociales y éticas y ajustando siempre la elección al perfil de la persona que los utiliza: hay un juego para cada edad. Abundan los espacios especializados en el asesoramiento al respecto, que nos asesoraran y ayudarán a encontrar los recursos adecuados en cada momento.
Por todo ello es realmente importante seguir y orientar en el uso de algunas estrategias: valorar si los recursos que se nos ofrecen nos resultan útiles, de forma previa a nuestro registro y cesión de datos personales, por un lado, y utilizar un amplio número de contraseñas diferentes y fuertes que impidan que nuestras cuentas puedan ser usurpadas en bloque. Es nuestra identidad digital (o la de las personas que tutelamos) la que está en juego. Reflexionar, a posteriori, sobre los contenidos publicados, los servicios recibidos y si éstos responden a las expectativas previamente generadas, son algunas de las acciones que podemos realizar y de las cuales deriva un aprendizaje esencial que genera conciencia de “saber estar” en la Red.
En nuestro trabajo de tutela y acompañamiento, parece aconsejable seguir determinados criterios: primar la calidad sobre la cantidad de herramientas; utilizar medidas de protección de las llamadas “cuentas de usuario”; ser conscientes de la creación constante de la identidad digital, y controlar los contenidos que publicamos y cedemos. Y, como estrategia general, especialmente cuando trabajamos con personas menores de edad, generar un clima y un espacio de confianza que permita realizar un buen acompañamiento y facilite la consulta y la conversación continua sobre la experiencia digital de las personas.
En realidad, no resulta tan importante dominar las herramientas y recursos disponibles en la red de Internet, como aplicar el sentido común a la suma de las acciones que realizamos y/o tutelamos.
- Establecer una conversación basada en el respeto
Es importante aprender a establecer una “conversación” adecuada en la Red. Al igual que lo hacemos en los contextos sociales reales, debemos comunicarnos de forma apropiada en la Red, utilizando un lenguaje y unas expresiones correctas y respetuosas, y adscribiendo nuestra conducta al marco legal vigente.
El respeto es una clave de conducta que resultará muy útil a la persona educadora o docente, quien deberá actuar con diligencia y sirviendo de modelo conductual. La falsa sensación de anonimato que algunas personas tienen en su interacción en la Red puede facilitar, de forma inconsciente, les pequeñas acciones de “ciberdelincuencia”. No hace falta hablar de ciberacoso o de otras acciones extremas y preocupantes (realmente minoritarias); es mucho más habitual el robo de propiedad intelectual (utilizar contenido ajeno sin permiso de sus autores, siendo lo más habitual la utilización de fotografías, textos, vídeos, música...) o la publicación de contenidos que suponga una infracción a la ley de protección de datos o al derecho de protección de la imagen personal de las personas menores o especialmente protegidas por la ley.
Por otra parte, cuando como docentes o tutores trabajamos con personas menores o poco acostumbradas a los contextos digitales, podemos contribuir a generar identidades de no-riesgo, que, construidas con cuidado y atención, ayudan a proteger la información personal.
Finalmente, es importante dotar a las personas de estrategias de salida en caso de conflicto: evitar la pérdida de control en una situación indeseada, desdramatizar las situaciones conflictivas, buscar asesoramiento e incluso “desconectar” el dispositivo, son algunas de las acciones más recomendables cuando se produce una situación no deseada. El compañamiento por parte de la persona docente o responsable resultará un elemento clave para resolver las ituaciones más difíciles, al igual que en la vida real.
- Recursos y estrategias de protección
En nuestra interacción en el mundo virtual, es realmente fácil que tengamos contacto con contenidos no deseados o que pueden herir nuestra sensibilidad o la de las personas que educamos, e incluso que puedan dañar –físicamente– los equipos que utilizamos o la información que guardamos. No es infrecuente ser el blanco de intentos de fraude o engaños, publicidad falsa, etc. Evitarlo resulta imposible, aunque es bien cierto que un buen asesoramiento puede ser de mucha utilidad para poder tener una buena experiencia digital.
La Red está llena de recursos que nos aconsejan las estrategias recomendables: evitar contactar con personas desconocidas, no abrir mensajes de contenido que pueda resultar sospechoso o que provengan de remitentes no conocidos, no facilitar datos personales innecesarios, navegar exclusivamente por entornos o espacios web previamente supervisados por personas adultas, no relajar la atención si siquiera en contextos lúdicos, etc.
No debemos descuidar, tampoco, la protección de nuestro sistema informático, ya que cualquier dispositivo es susceptible de ser vulnerado: desde el ordenador a la conexión a Internet, el pequeño dispositivo de almacenaje que utiliza la cámara de fotos al sistema de archivo externo, el teléfono móvil... todas las herramientas tecnológicas deben ser protegidas. Abundan los sistemas de protección, de pago y también gratuitos, que nos permitirán tener una cierta seguridad; para utilizarlos de forma adecuada, y mantenerlos siempre actualizados, se requiere una cierta inversión de tiempo que merece la pena y, en algunas ocasiones, disponer de asesoramiento para su configuración.
Por otra parte, hay que tener en consideración que no estamos solos. El sistema social y de justicia nos ofrece herramientas de protección: leyes, cuerpos de seguridad, centros de asesoramiento e información, sistemas de mediación en el ámbito del consumo, etc. Tenerlos en cuenta es siempre recomendable, y lo es también mantenerse informados sobre la evolución de los recursos disponibles.
Pero, sin ninguna duda, el factor de protección que se ha demostrado más eficaz es la precaución, el sentido común, la cautela.
- Nadie da duros a cuatro pesetas
La facilidad con la cual se pueden adquirir servicios o productos a través de la red de Internet –incluso desde el teléfono móvil–, es increíble. No obstante, hay que fomentar la reflexión sobre ellos, puesto que por la utilización de todos y cada de ellos estamos realizando uno u otro tipo de pago: algunos tienen un coste económico tangible; otros tienen un coste de otro tipo (la cesión de derechos, de contenidos, la presencia de publicidad, etc.).
El educador o educadora podrá fomentar una actitud crítica, destinada a valorar los beneficios, por un lado, y los costes (económicos o de otro tipo) por otro. Siempre es buena idea valorar y conocer quién ofrece el recurso o servicio, qué tipo de contrato mediará en la relación, qué condiciones previas se establecen, si se trata de una buena oferta –comparar es fácil, gracias a la red de Internet–, si la inversión –económica, de tiempo, de cesión de derechos–, es proporcional al beneficio que se ofrece, etc.
- Estrategias docentes
No faltan espacios de asesoramiento en la Red, a través de los cuales mantenernos informados y asesorados para incrementar la seguridad en el mundo digital. Conviene seguirlos para poder estar al día de la evolución de este tema, especialmente en el uso de aquellas herramientas y recursos donde es más habitual que se produzcan los conflictos: uso del correo electrónico o del chat o mensajeria instántanea, espacios lúdicos o de juego, redes sociales, y, en general, en cualquier espacio de interacción y comunicación con terceras personas.
No obstante, la mejor estrategia, la más y mejor valorada por las personas expertas en el tema, es la educación en el uso de las herramientas digitales. Y ésta no es posible sin el necesario acompañamiento en las diferentes experiencias digitales que, en un momento u otro, cada una de las personas que educamos tiene o tendrá. Como todos los retos vitales de aprendizaje, es mejor afrontarlos con conocimiento, información, recursos y, sobre todo, con un buen acompañamiento.

Autor: Esther Subias
Esther Subías es periodista y Educadora Social, Master Oficial en Educación y TIC, y titulada en mediación familiar y comunitaria. Como especialista en el uso educativo y social de las TIC, trabaja en el TEB (Barcelona), y como consultora y formadora de formadores (en proyectos de la Generalitat de Cataluya, IL3 de la Universidad de Barcelona, Universidad Abierta de Cataluña, Universidad Pompeu Fabra, centros educativos, Centro de Seguridad de Cataluña, etc). Es Vicepresidenta de Espiral, Educación y Tecnologia.

