El apasionante mundo de las palabras (Tres novelas de Dimas Mas)

Artículo publicado en el nº 225 Especial Literatura y Nuevas Tecnologías
Artículo publicado en el nº 225 Especial Literatura y Nuevas Tecnologías

En este análisis Anabel Sáiz Ripoll ha trabajado tres novelas representativas de Dimas Mas: El tesoro de Fermín Minar, El bellaco durmiente y Del incierto encuentro entre Don Giovanni y Turandot. El autor entiende bien la problemática del joven, quizá debido a su trabajo de profesor de instituto; sabe entrar en la mente del adolescente y lo describe sin miedos y sin tapujos. No se trata de una literatura edulcorada, al contrario.

Líneas biográficas

Dimas Mas (Tetuán, 1953) reside en Barcelona y ejerce la docencia en el IES La Llauna de Badalona: “... después de haber vivido –nos dice– por los cuatro rincones de España, llevo en Barcelona más o menos unos treinta años, dicho así, a ojo de miope y reciente astigmático, porque la contabilidad del tiempo mecánico no es mi especialidad; la mía es la contabilidad de la pasión, intemporal y enrevesada como las maravillas del país de Alicia”1.

Dimas Mas empezó escribiendo poesía y teatro, aunque es en el género de la novela donde, parece, que se encuentra más a gusto: “Metido, pues, en la biografía de los otros –que son siempre el anverso de nuestros yoes–, es decir, sumergido en la novela en la que todo cabe, ahí sigo aún: sacando de ese pozo insondable las ficciones que me ayuden a desconocerme y a conocer lo que me rodea, a saber que el trampantojo de la ficción es la piedra ancillar de lo real”2. Su primera novela fue Poliantea, después Nadie en persona (Un misterio de Barcelona). Aparte escribe críticas literarias para Lateral y Guaraguao y ha sido también crítico literario del Diari de Barcelona.

Dimas Mas escribe para el público adulto, atrás quedan citados algunos de sus títulos, aunque pensamos que lo mejor de su producción literaria, hasta ahora, es la que dedica, quizá sin ser muy consciente de ello, a  la literatura infantil y juvenil, como El tesoro de Fermín Minar (1992), El bellaco durmiente (2000) y Del incierto encuentro entre Don Giovanni y Turandot (2004), aparte de su novela corta, publicada en internet, La vida vecina.

Llámese Literatura Juvenil, Infantil o, simplemente, Literatura, Dimas Mas afirma con contundencia que: “Y en esta comarca de la ficción, de límites imprecisos, costumbres ignotas y rutas que han de hacerse al caminar, como exigía el poeta bonachón, sigo levantando huertos de flores extrañas con la intención de destilar alguna fragancia inolvidable”3.

Dimas Mas estudió Filología, aunque no guarda precisamente muy buen recuerdo de su paso por la universidad: “Si comencé a estudiar Filología –nos dice– fue por amor a la Literatura, y te puedo asegurar que muy grande debe de ser ese amor cuando cinco horrorosos cursos académicos universitarios no han logrado, como en muchos otros casos me constan, acabar con él...”4. No obstante sí recuerda algunos buenos momentos: “De aquellos años universitarios, a medio camino entre la revuelta social contra el franquismo y la torpe y balbuciente construcción del yo y del nosotros, queda, sobre todo, ahora que ya pertenece a la historia de la filología castellana, el recuerdo imborrable de la elegante figura de Blecua, su magisterio, su afecto y su casi indescriptible amor a la literatura”5.

Nuestro escritor valora enormemente “la construcción de una biblioteca personal”. Comenta acerca de los libros que “Entiendo que donde faltan los libros escasea el diálogo; porque si los libros tienen una suprema enseñanza que ofrecernos es precisamente la del diálogo. La lectura nos enseña sobre todo a escuchar, que es parte fundamental del diálogo”6.

Dimas Mas se considera a sí mismo autodidacta, aunque eso tiene ventajas e inconvenientes como él mismo apunta: “...a veces me ha pesado, por las enormes lagunas culturales que he tenido que ir cubriendo poco a poco (...), pero es mi vida y así la acepto. ¿Qué ha tenido de bueno, si es que algo ha tenido, ese autodidactismo? El placer de elegir, a veces incluso al azar, el camino; de orientarte y saber, al cabo del tiempo, que no te has perdido, que esas elecciones te han permitido conocer verdaderas obras de arte cuya lectura apasionada forma ya parte esencial de tu biografía”7.

El tesoro de Fermín Minar

El tesoro de Fermín Minar (1992) se puede considerar una obra de literatura juvenil, pero también un homenaje a la literatura, a las palabras y al diccionario y, a la vez, una novela de crecimiento personal. Aunque es todo eso y mucho más, porque hasta que no se termina de leer la novela no se está seguro de nada e, incluso, ni siquiera entonces. El tesoro de Fermín Minar es, por decirlo de alguna manera, un fiel heredero del conceptismo, de Quevedo o de Gracián y, a la vez, de todos los autores que han tenido algo de visionarios o esperpénticos, como Valle-Inclán o Camilo José Cela. Exige una lectura atenta y sagaz, aunque la recompensa supera cualquier esfuerzo.

La novela se estructura en lo que Dimas Mas ha dado en llamar entradas, al estilo del Diccionario, concretamente en 27. Se inicia con una carta de Fermín a Lloli y se acaba también con una carta a la misma muchacha, la enamorada de Fermín, aunque hay entre ambas una gran diferencia. Para empezar ha transcurrido todo el verano y Fermín ya no es el mismo puesto que ha vivido experiencias decisivas:

Lo primero que tengo que decidir es si le cuento mi aventura en el Diccionario, porque eso sí que contarlo por carta me iba a resultar la mar de difícil. Quizás con que le insinúe que tengo algo maravilloso que contarle es suficiente para que luego ella desee que yo se lo cuente cuando nos veamos.”8

Fermín, cuando acaba el verano, ha pasado de ser un chico mediocre, mal estudiante, abúlico y crítico sin motivo, a ser un muchacho observador, despierto, con la mente abierta y el espíritu inundado por la luz de las palabras; aunque, eso sí, sigue enamorado de Lloli, pero de una manera mucho más coherente y reposada, más madura podríamos decir, aunque siga siendo un muchacho de 16 años. La primera carta está llena de faltas de ortografía y la última es de una corrección exquisita. Entre ambas la huella del profesor Leguna ha sido imborrable.

¿Qué le ha pasado a Fermín? Fermín ha suspendido 5 asignaturas y la permanencia en su centro escolar peligra; de ahí que sus padres le busquen un profesor particular, Manuel Leguna Belluz. Leguna es un personaje enigmático que aparece en la vida de Fermín cuando más falta hacía, cuando tenía que enfocar y reconducir su vida en una o en otra dirección.

La novela puede organizarse en torno a tres grandes bloques, la introducción que nos presenta a Fermín en su ambiente familiar y el primer conocimiento de Manuel Leguna; el nudo que sería la aventura que da vida Fermín en el propio Diccionario, más allá de la realidad, en una especie de duermevela, y la tercera parte que es cuando Fermín regresa a la “normalidad” mucho más maduro, mucho más real y entero.

Manuel Leguna es una especie de espíritu que ayuda al muchacho, tanto que Fermín cree que es el propio Diablo, aunque una especie de “Diablo cojuelo”, título de Guevara al que rinde un buen homenaje en las páginas del libro. Cabe señalar que el homenaje continúa con otras obras como Alicia en el país de las maravillas, El Lazarillo de Tormes o Juan José, entre otras.

Manuel Leguna es un personaje distinto, alguien que no se sabe de dónde ha salido, aunque cumple muy bien la función de mentor de Fermín, es él quien aguijonea su mente y su espíritu. La descripción del profesor también es enigmática porque tiene una característica singular: “... la línea de nacimiento de la abundantísima cabellera que peinaba hacia atrás, recogiéndola en un espeso hopo zorruno. Las cejas eran dos galones de soldado de 1º del Ejército de Tierra, bordados con un cortísimo y erizado vello rojizo, de color aún más intenso que el pelirrojo de la cabellera. Pero Fermín, quizá impresionado por la fotofobia de su profesor, concentró su atención preferentemente en aquellos ojos dolientes. Ojos que sólo pudo contemplar con provecho cuando los cristales de las gafas -éstas de por sí más que peculiares- que los protegían fueron perdiendo gradualmente su oscura coloración verdosa. Así, de pronto, sintió un horror súbito; escalofrío sólo comparable al que puede producir la morbosa imaginación de los efectos de un chorro de salfumán sobre una herida recién abierta, ancha y sangrante. ‘¡Este tío, joder, si no tiene ojos! ¡Blancos, todo blancos, como una cáscara de huevo! ¡Está ciego!’, gritaba Fermín desde el mudo pavor de su mirada”9. Bien, el profesor soluciona este asunto diciendo que padece una dolencia ocular.

Fermín irrumpe en el mundo de las palabras y las conoce de cerca, las conmociona, por decirlo de una manera. Concretamente la asociación A.L.A., Arabismos Libres Ahora, organizan un movimiento de liberación secesionista que consigue devolver a Fermín a su mundo real; aunque, como dijimos, ya nunca nada será igual para él:

La presencia del alienígena Fermín, origen del aplazamiento de las audiencias previstas desde ayer.

Optimismo y Desánimo, la cara y la cruz de las delegaciones recibidas hoy en audiencia.

Cautela en medios gubernamentales respecto a las extrañas octavillas aparecidas hace unas horas en diversos lugares céntricos de la capital, y firmadas por un desconocido A.L.A., Arabismos Libres Ahora.

Se ultiman los preparativos para la ya inmediata Convención quinquenal, que se celebrará en el Diccionario inglés.

Y, como siempre, para acabar, una relación de las recientes entradas habidas en nuestro orbe.”10

Las palabras, como vemos, son también personajes de la novela (al lado de personajes humanos como pueden ser los padres, la hermana, los amigos de Fermín, los libreros y el propio Leguna, aunque ése no se sabe bien de qué materia está hecho). Dos palabras en concreto cobran protagonismo, Transcriptor General y Amanuense, aunque Fermín se encuentra con otras palabras que encarnan a la perfección, en un juego inteligentísimo, lo que representan. El juego lingüístico al que llega Dimas Mas es admirable y no nos resistimos a transcribir un fragmento que nos sirve de ejemplo:

Cirigaña, sonriendo con la boca, los ojos y las manos, a la que resultó casi imposible hacerle la pregunta, pues, apenas le fue acercado el micrófono, desgranó una inmensa retahíla de elogios dedicados al locutor, a los cámaras, al programa y a toda la televisión en general, finalmente llegó a manifestar su satisfacción ‘más absoluta’ por la presencia de Fermín entre ellos, así como su deseo de que su estancia fuera tan grata como sin duda merecía ‘un alienígena tan encantador’.”11

El tesoro de Fermín Minar está escrito, básicamente, en tercera persona narrativa por un narrador omnisciente, pero eso no excluye el uso del estilo indirecto libre que deja total libertad al personaje principal e, incluso, la presencia de la primera persona narrativa. En cuanto al estilo, es claro, pero muy cuidado, aunque abundan las expresiones del argot juvenil, al menos, en la primera parte. Fermín no siente, al principio, respeto por las palabras, y se permite maltratarlas, aunque el profesor Leguna pronto le va a hacer ver que eso es un error:

– ¡Joder con la ética, menudo tiarro de gachí que nos tocó...!

– Veamos –le interrumpió Leguna con una suavidad en el decir que Fermín enseguida intuyó como el preludio de la reconvención que, en efecto, vino inmediatamente después–: yo no tengo nada, antes bien todo lo contrario, contra el registro coloquial y mucho menos contra el argot o los tacos, que son tan expresivos, pero aquí, en estas clases, entre usted y yo, de momento nos atendremos al uso exclusivo de un registro culto; en consecuencia, reemprenda su explicación aliviándola de sentimientos y abasteciéndola de auténticas ideas...”12

En definitiva, El tesoro de Fermín Minar es un libro lúdico, festivo, un libro de gran frescura, aunque exige una lectura atenta y reposada puesto que son continuos los guiños al lector, quien ha de permanecer con la mente bien abierta durante toda la lectura puesto que el juego consiste en saltar de la realidad a la fantasía sin tregua, es como si Fermín viviera una duermevela que le impide saber a ciencia cierta qué ocurre.

Entronca esta novela con otras que, igualmente, mezclan realidad y fantasía, y hablan también de la formación de la personalidad; se trata de La historia interminable, de Michael Ende y El fabuloso mundo de las letras, de Jordi Sierra i Fabra.

El bellaco durmiente

En El bellaco durmiente (2000), un trasunto irónico de La bella durmiente, se nos cuenta una historia bien curiosa porque, a diferencia de lo que le pasó a la bella, el bellaco no duerme, aunque sí permanece con los ojos cerrados durante una semana. Lucas, un niño de 8 años, un buen día se levanta con los ojos cerrados y decide no abrirlos –o acaso no puede, eso ya lo verá el lector–. Para desesperación de su familia y de su maestra, Lucas continúa así y en él no hacen mella ni regaños ni mimos ni nada. No abre los ojos.

El relato se inscribe dentro de una narración oral, ya que es el cuento que la abuela cuenta a sus nietos pequeños, Elia y su hermano; pero es un cuento muy especial porque Lucas es el padre de los niños y, precisamente, él nunca ha querido escuchar ese cuento ni ha hablado jamás de qué le ocurrió esa semana.

La abuela desgrana sus recuerdos y nos envuelve en la magia de lo oral. Recuerda que Lucas insistía en aquellos días en preguntar si ella lo seguía queriendo, que su padre perdió los nervios y lo abofeteó –y esa bofetada le dolió más a él que a Lucas–, que lo llevaron a la pediatra, al psicólogo, a un curandero... y nada de nada. Mientras, Lucas hacía su vida normal, sin equivocarse, como si llevase los ojos abiertos. Salvo al final de la semana en que empezó a equivocarse. La abuela tiene una memoria nítida y da todos los detalles, mientras sus nietos la interrumpen, le piden otras explicaciones, le hablan de lo actual...

Finalmente, Lucas abre los ojos y lo hace –curiosa y paradójicamente– gracias a un ciego, a Virgilio. Y es que Lucas va a un cumpleaños de un amigo, pero se extravía y lo encuentra Virgilio. Como éste es ciego de verdad, le pide al niño que le cuente todo lo que ve y así Lucas abre los ojos y le va contando con todo lujo de detalles. Tanto que a Virgilio le parece estar en otra ciudad. Y así Lucas, el niño que perdió las ganas de ver las cosas, recupera la ilusión:

Ya sé que os decepcionará lo que os voy a decir, porque, después de lo que ese bellaco tan encantador os ha hecho sufrir, quizás el modo como yo he servido para que vuelva a abrir los ojos y abandone la chiquillada en que se había empeñado, sea algo excesivamente simple, pero es lo que se me ocurrió responderle cuando me pidió que lo acompañara hasta su casa. ‘¿Quieres ser mis ojos para llevarme hasta ella?’, le pregunté. Y él dijo enseguida que sí. ‘Pero tendrás que fijarte mucho en todas las cosas, para guiarme, para decirme a mí cómo son, por dónde vamos, qué ocurre por la calle... Habrás de ser todo ojos’, bromeé con él. Pero Lucas se tomó la petición al pie de la letra y así hemos venido los dos, en muy buena y animada compañía.”13

Dimas Mas aún nos reserva más sorpresas al final del relato. Tal vez todos seamos los protagonistas y ese relato sea el nuestro propio porque, a menudo, ya lo dijo Saint-Exupery, “Lo esencial es invisible” y Lucas es el niño que lo ve todo con los ojos del corazón.

Esta lectura, si la hacen los adultos, que es más que recomendable, nos llevará a otra historia, la escrita por Herman Melville y titulada Bartleby, el escribiente.

Del incierto encuentro entre Don Giovanni y Turandot

Del incierto encuentro entre Don Giovanni y Turandot (2004) , protagonizada por un chico de 16 años, no sabríamos decir si es propiamente literatura juvenil –o literatura a secas– ya que supone, por parte de su autor, un ejercicio de estilo arriesgado y un planteamiento difícil y novedoso. De todas formas, ya quedó claro al principio que la frontera es muy imprecisa y que a veces ni existe. O hay buena literatura o no hay nada, sea quien sea su posible lector.

El relato está escrito en primera persona, aunque no se trata de un discurso retrospectivo, sino que el protagonista va reflexionando mientras le suceden los acontecimientos; esto es, no cuenta las cosas pasadas, sino las cosas presentes y paralelas a su pensamiento; de ahí que muchas veces sea un discurso complicado, muy cercano al fluir de la conciencia y difícil de seguir porque el pensamiento, casi siempre, va más deprisa que la mano y es imposible retenerlo en un puñado de hojas.

Onésimo Recio Bobadilla –Boba para los amigos y Nesi para su madre– es un chico que podríamos calificar de conflictivo:

...Onésimo Recio Bobadilla, en ese nombre tan ridículo! Suerte que tuve de que el Onésimo del Valladolir se hiciera famoso en el Barça. (...) ¿Y por qué me acuerdo yo ahora de aquel día que salté a la boca de mi madre patapársela y evitar que me llamara Nesi delante de mis amigos de octavo, como me decía en casa?”14

Suponemos que cursa 4º de ESO y que repite, porque así nos lo deja entrever. Es un muchacho expedientado en múltiples ocasiones y resabiado de la vida. Parece que esté de vuelta de todo, aunque, en realidad, no tiene ni idea de la vida; ésa es la paradoja de la adolescencia que retrata, tan descarnadamente, en este libro, Dimas Mas.

Se inicia el libro en septiembre, con el principio de un nuevo curso y la desgana de Bobadilla que lo observa todo con displicencia. No le gustan los profesores, los cuestiona, los humilla, los veja continuamente; no le gustan sus padres, es incapaz de entenderse con ellos, sobre todo con su madre; no se lleva bien con sus compañeros y persigue un sueño: conquistar a Angélica, la chica más lista del instituto, la más hermosa y la más esquiva.

El relato llega hasta las Navidades que son las peores para Onésimo, ya que sus padres descubren que ha estado viendo vídeos porno –eso para su madre es una sacudida emocional que la conmociona– y porque descubren que ha tenido relaciones íntimas con su tía Amparo, la hermana de su madre. Todo eso es motivo de escándalo familiar, aparte de que ha sido acusado de robarle dinero a la profesora de matemáticas y ha agredido al padre de una antigua novia suya, que lo amenazó a la salida del instituto.

La novela es muy dura en algunos momentos. Dimas Mas ha diseccionado el pensamiento de un chaval de 16 años, que no encaja en su mundo, que se siente solo, que no encuentra la paz y que lucha por entenderse a sí mismo, aunque no lo consigue. De ahí el título del libro, ya que a Onésimo le gustó (o al menos le interesó) la ópera de Don Giovanni de Mozart y él, a sí mismo, se ve como ese Don Juan conquistador y castigador (incluso en una fiesta de disfraces se disfraza del personaje), aunque topa con la realidad, con Turandot... Todo para él es incierto, menos lo que puede ser su tabla de salvación: Angélica, quien, encarna, de alguna manera, a esa Turandot de la obra de Puccini, de ahí el título de la novela.

El libro está escrito con soltura, siguiendo la jerga juvenil, lleno de vulgarismos, de palabras malsonantes, de palabras soeces, incluso; aunque así nos deja entender mejor, o intentarlo, el alma de un adolescente atormentado:

No sé por qué se me quedan todas esas cosas, pero es que no pierdo comba, me llegan todas a los ojos, porque yo interés...; qué más me da a mí, sé que se hace y a otra cosa. Es mucho mejor ir por derecho en eso, que es lo que hago yo.”15

Boba no deja a títere con cabeza, ni él mismo se salva, ya que es un antihéroe, un muchacho que no encuentra su lugar, que se sabe distinto, desplazado y que tampoco se esfuerza por formar parte de esa sociedad que le está cerrando todas las puertas y, sin embargo, la soledad le pesa continuamente; la soledad en su casa, la soledad con sus padres, la soledad con los profesores, la soledad en el amor... Boba es un rebelde “sin causa” que representa a todos esos chicos que, en algún momento, se han perdido y que constituyen un aldabonazo para nuestra conciencia porque ¿quién tiene la culpa de eso? ¿Boba?, ¿su adolescencia esquiva?, ¿sus padres?, ¿sus profesores?, ¿la sociedad? Por eso, y volvemos a lo que decíamos antes, no es propiamente un libro destinado a los jóvenes sino más bien a los adultos para que sepan reconocer a sus hijos, a sus alumnos, para que sepan reconocerse en el adolescente que ellos también fueron y tiendan una mano a todos los Onésimos que encuentren.

A modo de conclusión

En este análisis hemos trabajado tres novelas representativas de Dimas Mas, suponemos que seguirá escribiendo y nos ofrecerá más títulos sugerentes como los que acabamos de comentar.

Dimas Mas entiende bien la problemática del joven, quizá debido a su trabajo de profesor de instituto; sabe entrar en la mente del adolescente y lo describe sin miedos y sin tapujos. No se trata de una literatura edulcorada, al contrario.

De momento se centra en la figura masculina del adolescente (si obviamos al pequeño Lucas). Este muchacho se halla en un momento crucial de su vida y necesita un empuje, que encuentra, en el caso de Fermín, y que aún está buscando, en el caso de Onésimo. No obstante, los dos tienen un amor por el que luchar, Fermín ha de reconquistar a Lloli y Onésimo ha de ser capaz de franquear todas las barreras de Angélica, su Turandot particular.

El estilo de Dimas Mas está cuidadosamente calculado, aunque quiera dar la impresión de llaneza, aunque acuda con frecuencia a la jerga juvenil, sus novelas están muy elaboradas y no son fáciles de leer, en el sentido de que exigen una lectura atenta puesto que no cuentan historias fáciles, que se puedan entender sin esfuerzo, sino que apelan a la complicidad del lector y a su potencia intelectual. No en balde, en la mayoría de sus obras rinde tributo a otros títulos que a él le influyeron en su trayectoria profesional.

En suma, se trata de una literatura de difícil clasificación porque, como bien dice el autor: “... como me pasa siempre, yo nunca escribo para esta o aquella edad, sino que simplemente escribo lo que se me ocurre y luego aparecen donde aparecen”16.

Notas:

  1. www.badosa.com
  2. www.badosa.com
  3. www.badosa.com
  4. Mercedes Cernícharo y Javier Quiñones, en el Apéndice a El tesoro de Fermín Minar, pág. 381
  5. www.badosa.com
  6. El Tesoro de Fermín Minar, pág. 383.
  7. Op. Cit, pág. 385.
  8. Op. Cit. pág. 305.
  9. Op. Cit,  pág. 26.
  10. Op. Cit., pág. 178.
  11. Op. Cit, pág. 193.
  12. Op. Cit. Pág. 27.
  13. El bellaco durmiente, pág. 141.
  14. Del incierto encuentro entre Don Giovanni y Turandot, pág. 15.
  15. Pág. 17.
  16. En carta del 26-10-04.

Bibliografía

  • MAS, Dimas: El tesoro de Fermín Minar, Madrid, Anaya, (2 1993), (Tus libros, 123).
  • MAS, Dimas: Del incierto encuentro entre Don Giovanni y Turandot, Bilbao, Verbigracia, 2004, (Perspectivas, 8).
  • MAS, Dimas: El bellaco durmiente, Madrid, Anaya, 2000, (Sopa de Libros, 40).
  • www.badosa.com

Autor: Anabel Sáiz Ripoll

Anabel Sáiz Ripoll es Doctora en Filología y Profesora de Secundaria en el IES Jaume I de Salou.


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