En torno a la Formación Permanente del profesor: Motivos y procesos

Reflexión sobre las características de la función docente y de la formación del profesor en un momento en el que estos profesionales van a asumir el papel protagonista en un cambio real de la educación.
En un momento de cambio legislativo como es la aprobación de la ley orgánica de educación, LOE, parece conveniente reflexionar sobre las características de la función docente y de la formación del profesor, porque es este profesional el que va a asumir el papel de protagonista en un cambio real de la educación.
Quizás sea muy ambicioso pretender reflexionar sobre el profesorado en general, siendo conscientes de las diversas situaciones y modalidades de la profesión (Infantil-Primaria, Secundaria, Formación Profesional, Universidad...) Sin embargo, considero que existen algunos temas de constante interés aplicables a todos ellos.
Motivos
En el estudio de los motivos para la intensificación y mejora de la Formación Permanente del profesorado nos podemos referir primeramente a los de carácter personal. El profesor necesita tener un autoconcepto positivo, saber que es capaz de cumplir con eficacia sus tareas y que sus alumnos van a mejorar a través de su interacción con él, en los planos académico, personal y social. El profesor necesita mantener buenas relaciones de compañerismo y colegialidad con sus compañeros y de entendimiento y colaboración con los padres de sus alumnos.
Puntualmente, el profesor puede necesitar superar ciertos problemas surgidos a lo largo del ejercicio profesional (comunicación con sus alumnos, cuestiones de evaluación, utilización de nuevos recursos, aprendizaje de idiomas...)
Por otra parte, el profesor también puede sentir legítimas aspiraciones a cambiar de especialidad o a desempeñar cargos específicos de gestión a nivel de centro escolar o de la Administración educativa.
Tan relevantes como los motivos personales son los de carácter científico y cultural. Es necesario apuntar al tan conocido ritmo rápido de evolución de los contenidos y las técnicas. Es evidente que afecta tanto al profesor como a cualquier otro profesional o quizás más, ya que a la evolución de los contenidos propios de su especialidad (Idiomas, Ciencias Naturales, Historia, Filosofía...), hay que añadir en su caso la evolución de los contenidos de carácter pedagógico (formas de planificar la enseñanza, de desarrollarla, de evaluar, utilización de recursos, etc.)
Ahora bien, más importante aún es el cambio de formas de vida y de valores en que nos encontramos en estos momentos, y al que la educación y, por lo tanto, el profesor, deben proporcionar necesariamente una respuesta, pues los ojos de la sociedad tradicionalmente y de manera especial en las épocas de crisis, se vuelven a él en busca de soluciones.
Los niños se escolarizan cada vez a edades más tempranas. Así, la LOE apuesta por la extensión universal voluntaria de la escolarización en el periodo de tres a seis años y por la ampliación progresiva de la misma en el de cero a tres.
El trabajo frecuente de padres y madres fuera del hogar determina que los niños permanezcan durante más tiempo que antaño en la institución escolar y que apendizajes básicos que en otros tiempos se realizaban en el hogar, en estos momentos sean responsabilidad en gran parte de los profesores. Entre ellos se encuentran cuestiones cargadas de un gran de valor formativo, muy superior a los aprendizajes instrumentales escolares clásicos como la lectura, la escritura y el cálculo.
Los niños han de aprender a convivir, a respetar los derechos de los demás, a cuidar su salud, a consumir de forma racional, a considerar en plano de igualdad al hombre y la mujer, a cuidar el medio ambiente, han de aprender cuestiones vinculadas con la conducta afectiva y sexual... En consecuencia, el profesor ha de actualizar sus conocimientos, sus actitudes, su capacidad para la utilización de técnicas y recursos adecuados a estas nuevas responsabilidades.
Esta nueva forma de actuación docente implica a su vez una estrecha conexión con el entorno, es decir, con el contexto vital de sus alumnos y de manera especial, una colaboración más intensa con los padres. En este sentido, resulta imprescindible que se superen los tradicionales prejuicios, tensiones, enfrentamientos entre unos y otros en función de la mejor formación de los alumnos.
Otra destacada fuente de motivos para la Formación Permanente del profesorado son los cambios inducidos por la Administración educativa a través de diversas disposiciones legales. Una breve revisión de las modificaciones introducidas durante las últimas décadas por la Administración educativa en España (tanto estatal como autonómica), pone de relieve que al centro escolar y en concreto al profesor, se le imponen tareas de gran importancia pedagógica, cualitativamente muy innovadoras como:
- La necesidad del trabajo colegiado y cooperativo en actividades como la elaboración del proyecto docente, la evaluación en equipo o la realización de actividades complementarias. Se rompe con ello una tradicional tendencia muy acentuada en el profesorado a trabajar de forma predominantemente individual. En la medida en que el centro escolar se convierte en una institución con personalidad propia, más allá de la simple yuxtaposición de grupos de alumnos con sus profesores, la necesidad de colaboración se perfila como una característica representativa.
- En el proceso de integración de alumnos con necesidades especiales y de alumnos pertenecientes a diversos orígenes étnicoculturales, dentro de una escuela que se considera comprensiva, el profesor precisa una preparación adecuada para asumir las nuevas responsabilidades de atención a la diversidad dentro de una escuela que cambia sustancialmente en relación con las antiguas escuelas en las que se pretendía la constitución de grupos homogéneos de alumnos e incluso la segregación de los más diferentes en centros especiales.
- Se considera como una función docente obligatoria la tarea tutorial y orientadora. El profesor, en este sentido, ha de asumir un papel profundamente pedagógico frente a la tradicional tendencia a limitar su intervención al campo didáctico. El profesor tutor se ha de preocupar por la formación integral de sus alumnos y de forma específica de aquellos que presentan dificultades o necesidades especiales. En estos casos se le responsabiliza de la elaboración y desarrollo en colaboración con los equipos o departamentos de orientación, de las medidas de refuerzo y adaptaciones curriculares adecuadas.
- Se atribuye al profesor la realización de tareas de investigación e innovación de la enseñanza, lo que implica se supere la tan consolidada tendencia a la rutinización de actuaciones. Se considera que el ejercicio profesional constituye un esfuerzo contínuo para la superación de problemas y el perfeccionamiento de la práctica. Uno de los ámbitos en los que se manifiesta más necesaria esta tarea de innovación/investigación es el de la incorporación de los temas transversales (Educación Moral y Cívica, Educación para la Paz, Educación Ambiental, Educación para la Salud, etc.) en las áreas curriculares convencionales (una Geografía más humana, una Literatura en la que se debaten textos sobre cuestiones sociales relevantes, una Historia más vitalista, etc.) Este esfuerzo innovador del profesor puede dar lugar de hecho a una notable renovación cualitativa de los contenidos tradicionales.
A modo de ejemplo se pueden citar las funciones que se encomiendan al profesor en el artículo 88 del capítulo III de la LOE:
“1. Las funciones del profesorado son las siguientes:
a) La enseñanza de las áreas, materias y módulos que tengan encomendados.
b) La evaluación del proceso de aprendizaje de los alumnos, así como la evaluación de los procesos de enseñanza.
c) La tutoría de los alumnos, la dirección y la orientación de su aprendizaje y el apoyo en su proceso educativo, en colaboración con las familias.
d) La orientación educativa, académica y profesional de los alumnos, en colaboración con los servicios o departamentos especializados.
e) La atención al desarrollo afectivo, social y moral de los alumnos.
f) La organización y participación en las actividades complementarias, dentro o fuera del recinto educativo, programadas por los centros.
g) La contribución a que las actividades del centro se desarrollen en un clima de respeto, de tolerancia, de participación y de libertad para fomentar en los alumnos los valores de la ciudadanía democrática.
h) La coordinación de las actividades docentes, de gestión y de dirección que les sean encomendadas.
y) La participación en la actividad general del centro.
j) La participación en los planes de evaluación que se determinen por las Administraciones educativas.
k) La investigación, la experimentación y la mejora continua de los procesos de enseñanza correspondiente.
2. Los profesores realizarán las funciones expresadas en el apartado anterior bajo el principio de colaboración y trabajo en equipo.”
Desarrollo de la formación permanente
En la actualidad no existen límites rígidos entre la formación inicial y la permanente. De hecho, se considera la primera como una introducción a la segunda, que ha de estar presente y desempeñar un papel relevante a lo largo del ejercicio de la profesión.
Desde una perspectiva de continuidad entre las dos etapas de formación, se estima que las prácticas (prácticum) pueden constituir un buen puente de unión cuando presentan un carácter progresivo tanto en sentido cuantitativo (incrementándose desde el primero al último curso de estudios) como en sentido cualitativo (pasando de la observación a la participación, poniendo en contacto al profesor con diversas situaciones laborales).
La progresividad de las prácticas, su función de vínculo entre las etapas inicial y permanente, puede verse incrementada mediante la consideración del primer año de ejercicio profesional del profesor como un curso a realizar bajo la supervisión/tutoría de profesores expertos, tal como se contempla en la nueva ley de educación (cap. III, art. 97):
“El primer curso de incorporación a la función docente de los nuevos profesores se realizará bajo la tutoría de profesores experimentados. El profesor tutor y el profesor en formación compartirán la responsabilidad sobre la planificación de las enseñanzas de los alumnos de este último”.
Se puede considerar un acierto la existencia de tutoría profesional en el primer año, ya que como manifiestan diversas investigaciones sobre el proceso de socialización profesional, es frecuente que el nuevo profesor experimente un importante “choque con la realidad” (Huberman,1989).
Suele vivir problemas de relación con sus alumnos, con los padres de éstos. Se encuentra a veces inseguro en el desarrollo de los contenidos, en la utilización de recursos o de técnicas. En un contexto de trabajo individualizado, es posible además que tenga problemas para realizar consultas a sus compañeros.
Todas estas dificultades podrían resolverse de forma mucho más satisfactoria a través de una adecuada tutoría realizada por compañeros experimentados.
La formación del profesor a lo largo de su carrera profesional debería constituir el resultado de la intervención de diversos agentes, en especial tres: el propio profesor, las Administraciones educativas y los centros escolares. Así se contempla en el artículo 98 del capítulo III de la nueva ley:
“La formación permanente constituye un derecho y una obligación de todo el profesorado y una responsabilidad de las Administraciones educativas y de los propios centros”.
El profesor debería tener la posibilidad de realizar aquellas actividades de actualización, perfeccionamiento, especialización, que contribuyan a superar sus necesidades y a satisfacer sus aspiraciones, pero también debería ser corresponsable con las necesidades del sistema educativo y, en concreto, del centro escolar en que ejerce.
Los centros escolares, en una dinámica de trabajo cooperativo, deberían asumir progresivamente responsabilidades de preparación de su profesorado para hacer frente a la formación de los alumnos, a la mejora general de los procesos educativos y didácticos. Pero, al tiempo, deberían tratar de armonizar los intereses generales con los correspondientes a cada uno de sus profesores, respetando así el derecho individual de los mismos.
La Administración educativa (central, autonómica) aspira legítimamente a preparar al profesorado y centros para hacer frente con éxito a los procesos de innovación que se manifiestan en sus disposiciones legales. Pero, al mismo tiempo, deberá ser respetuosa con las necesidades y aspiraciones de los profesores y los centros.
En el proceso de necesaria convergencia de los tres agentes, es posible que los Centros de Profesores y Recursos estén llamados a desempeñar un destacado papel. Sería deseable en este sentido, que en ellos se pudieran coordinar actividades relativas a:
- El diagnóstico de necesidades formativas del profesorado adscrito.
- El intercambio de experiencias profesionales.
- El estímulo a procesos de investigación activa.
- La actualización documental del profesorado.
- La oferta de actividades diversas y adaptadas...
De manera específica, parece necesario recordar algunos aspectos que no por conocidos dejan de ser de notable actualidad en torno a las diversas iniciativas de Formación Permanente del profesor:
- Es necesario que el profesor participe tanto en la planificación como en el desarrollo de actividades de Formación Permanente que, en todo caso, deben estar precedidas por un adecuado diagnóstico de necesidades. Ello debería conducir a la realización de ofertas de actividades por las Administraciones en las que se dé equilibrio entre contenidos teóricos y prácticos, entre contenidos de especialidad y pedagógicos.
- Es imprescindible una cuidadosa selección de formadores de profesores, que han de reunir cualidades relativas a un profundo dominio del ámbito de intervención, tanto en sus dimensiones teóricas como prácticas, así como capacidad para la comunicación y el trabajo cooperativo.
- Es preciso fomentar la equidad y la igualdad de oportunidades, facilitando al profesorado la realización de actividades de formación a partir del estudio de la situación en que se encuentran, de forma que se evite el riesgo, en otros tiempos tan patente, de que sean con frecuencia pocos los profesores y casi siempre los mismos quienes las realizan, mientras que otros, con mayores condicionantes negativos, no pueden acceder a ellas.
- Es necesario faciliar la realización de actividades de Formación Permanente en los propios centros escolares. En este sentido, las Administraciones educativas deben ser sensibles a la realización de tareas de información y asesoramiento, así como a facilitar “tiempo remunerado”, como diría L. Stenhouse (1984), es decir, libre de docencia pero dentro del horario escolar para que el profesorado pueda dedicarse plenamente a estas tareas. Es importante asimismo que a los centros escolares se les permita contratar expertos que puedan apoyar, así como adquirir recursos.
- Es preciso utilizar la evaluación (de centros, de profesores, de alumnos, del sistema educativo) como instrumento de perfeccionamiento y no de represión o sanción pública o administrativa. En este sentido, la evaluación del profesorado, realizada por el mismo (evaluación interna) o por la Administración (evaluación externa), ha de constituir el punto de partida para la puesta en práctica de medidas para la mejora de la formación docente. Y en este proceso de evaluación, cada agente deberá asumir su propia responsabilidad: el profesor en un plano individual y el centro y la Admnistración en un plano institucional.
- En estos momentos se pone de relieve la necesidad de fomentar el reconocimiento social de la importancia de la función docente y de fomentar el apoyo al perfeccionamiento del profesor desde diversas perspectivas y organismos. Así, a través de la imagen que se presenta en los medios de comunicación social. También mediante la facilitación de su acceso a instituciones de carácter artístico, cultural, deportivo... Mediante la garantía de una eficaz protección y asistencia jurídica en el ámbito de la responsabilidad civil en relación a actividades profesionales, etc.
Bibliografía
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- LOGSE (Ley Orgánica 1/1990 de 3 de octubre, de Ordenación General del Sistema Educativo. B.O.E. n. 238 de 4 de octubre).
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- ROSALES, C. (1998). “Aproximación a la función docente”. Santiago de Compostela: Tórculo.
- STEHNOUSE, L. (1994). “Investigación y desarrollo del curriculum”. Madrid: Morata.
Autor: Carlos Rosales López
Carlos Rosales López es Catedrático de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Santiago de Compostela (USC).

