La Literatura Infantil y Juvenil goza de buena salud en Argentina

Aunque poco difundida en España y en otros países de habla hispana, aunque encorsetada por la edición de bajos costes, la Literatura Infantil y Juvenil argentina, sin prisas ni pausas, sigue creciendo.
La literatura infantil en la Argentina viene creciendo en los últimos tiempos en cantidad de autores y títulos y en variedad de la oferta editorial que ha sumado nuevas, pequeñas y promisorias editoriales.
No es empero, como el florecimiento en los 80 con el advenimiento de la democracia. Pues hoy son otros los objetivos, ha cambiado el mercado y el contexto sociocultural y, de ese modo, los productos que resultan son distintos. La innovación y el componente ideológico están menos presentes (con las lógicas excepciones) y las consideraciones hacia el mercado, sobre todo qué va a ser aceptado o no por la escuela se ha vuelto un elemento de peso, lo mismo que la mirada acerca de los “valores” y la correspondencia o no con los llamados en el ámbito escolar “temas transversales”. Estos factores pueden jugar, a veces, en detrimento de la calidad de la producción, pero no debieran ser determinantes.
Pero a la vez es interesante señalar el crecimiento de la consideración de la ilustración y los aspectos vinculados al diseño gráfico y unas fronteras que se desdibujan en algunos libros que pueden ser leídos con igual placer por grandes y chicos.
Desde luego que no es así en todos los casos, se trata de tendencias.
Así conviven obras excelentes, editadas hace treinta años o actuales, de las que podemos decir con justicia: son libros de literatura que también les gustan a los niños con producciones que no pueden llamarse con rigor literarias. No cabe duda de que opera aún en algunos casos el concepto “total, son para niños...” que ilustra la subestimación con que es considerado el destinatario...
Junto a producciones innovadoras se producen también obras de regular o mala calidad con historias banales, pasatistas, atadas a una fórmula que se considera vendible, subsidiarias de productos televisivos o fílmicos o muy dependientes del mensaje que desean llevar a los niños (el viejo didactismo y/o función moralizante).
Hay todavía algo de marginal en este campo que se manifiesta tal vez con mayor claridad en la falta de espacio en los medios para su análisis y crítica y en la falta de reconocimiento académico en algunos ámbitos universitarios (la Universidad de Buenos Aires, por ejemplo) y una cierta condescendencia y paternalismo que no toma en serio estos productos culturales.
Sin embargo, el campo de producciones editoriales y críticas, las ofertas de postitulación (por ejemplo la que ofrece el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires coordinada por Cecilia Bajour, Gustavo Bombini y Alicia Cantagalli) y los postgrados de diferentes instituciones, los encuentros y congresos de los últimos años dan cuenta de un amplio espectro de discusiones e investigaciones que toman a la Literatura Infantil y Juvenil como eje de importantes reflexiones.
Otra cuestión es la reproducción acrítica de los valores que regulan nuestro contexto social, muy bien explicitados por Luis María Pescetti en su trabajo “No es de juglares portarse bien” (ver www.pescetti.com) y desafiados en su libro Nadie te creería (Alfaguara), donde la quebrada autoridad de padres y maestros, la posibilidad de manipulaciones genéticas y las consecuencias de la violencia, la indiferencia y el desamor hacia los niños aparecen al lado de textos desopilantes y otros en los que el trabajo con el lenguaje es lo que prima.
El campo editorial
Las editoriales tradicionales (Sudamericana, Norma, Aique, Altea, Alfaguara, Sigmar, Atlántida, Emecé, Planeta, Edebé, Fondo de Cultura Económica, Lumen-Magisterio, Cántaro) producen novedades a buen ritmo con autores ya consagrados o nuevos, surgen nuevas colecciones en editoriales nacionales medianas y pequeñas (Ediciones del Eclipse, Comunicarte, Crecer Creando, Guadal, El gato de hojalata, Amauta, Astralib, Pequeño Editor, Ediciones del Cronopio Azul, Pictus, Gárgola, Imaginador, Abran Cancha), se crean o aumentan líneas de LIJ en editoriales de textos, Estrada, Puerto de Palos (por ejemplo, la colección de catorce títulos para niños pequeños donde comparten el espacio autoras pioneras como Beatriz Ferro junto a escritores más jóvenes) y se siguen comercializando otros títulos como los de AZ, una corta lista pero de gran calidad, o el catálogo de Quipu, fuertemente innovador en sus propuestas originales de los años 90.
Al mismo tiempo, una múltiple cohorte de mediadores: padres, docentes, bibliotecarios, críticos, pediatras, agentes sociales de comedores comunitarios, especialistas en educación y otros agentes sociales pone los ojos en este campo con interés.
Temas
Así como en su momento fue una osadía la publicación de ¡Socorro!, de Elsa Bornemann, pues entonces el terror era cosa juvenil o de adultos y María Elena Walsh con sus limericks, cuentos y canciones desbarató con maestría lírica una tradición realista, escolar y fue la única autora en lograr un premio cercano al Andersen (en el año 1994).
En la infancia de hace cuarenta o cincuenta años, estuvieron Horacio Quiroga –ahora relanzado por Losada– Javier Villafañe, Jorge Ábalos, Conrado Nalé Roxlo, Rudyard Kipling, Andersen, Perrault y los hermanos Grimm. No faltaron tampoco Calvino, Stevenson, Salgari, Luisa May Alcott, y Verne, que hoy son revisitados.
Vemos en los últimos años una apertura a temas que eran considerados tabú o conflictivos. El desertor, de Marcelo Eckardt (Quipu) nos evocó la guerra de Malvinas; con Las visitas, de Silvia Schujer (Alfaguara), nos asomamos al desconcierto de tener un padre preso. La autora previamente había publicado Historia de un primer fin de semana, un divorcio incruento que igualmente escandalizó a unos cuantos en su momento.
Las historias reales de El golpe y los chicos, de Graciela Montes, nos contaron los años oscuros de nuestra historia reciente.
La violencia, la muerte, los desaparecidos –Los sapos de la memoria, de Graciela Bialet; El mar y la serpiente, de Paula Bombara–, la manipulación de los niños por los adultos para transformarlos en estrellas de TV en La cámara oculta (Alfaguara) también de Schujer, los personajes adultos con fallas y carencias, con hipocresías, aparecieron en estas y otras obras para niños y jóvenes editadas en nuestro país y producidas por autores nacionales y extranjeros. Mercedes Perez Sabbi, en Sopa de estrellas (Sudamericana) incorporó a un pequeño cartonero.
Por otra parte, la escritura original y vigorosa, fuertemente comprometida con una visión de la infancia real de Graciela Cabal, Graciela Montes y Ema Wolf –las dos últimas candidatas por Argentina al premio Andersen– han aportado una poética insoslayable al considerar la producción de más de veinte años.
Al echar una mirada a los anaqueles que hoy varias librerías han habilitado en un sector exclusivamente infantil –lo que da cuenta de su importancia–, la narrativa, clásica o contemporánea y especialmente en su formato cuento, reúne la mayor cantidad de títulos: volúmenes de cuentos, antologías o colecciones de un autor o varios conviven con la poesía que aportan las voces de Laura Devetach, Elsa Bornemann, Cecilia Pisos, Mirtha Goldberg, María Cristina Ramos, Ruth Kaufman, Silvia Schujer, etc.
El teatro, del que también como de la poesía se ha dicho “que no se vende”, ha tenido en Adela Basch una producción sostenida desde su primera obra Abran cancha que aquí viene Don Quijote de la Mancha (Colihue), hasta las últimas, por ejemplo, Belgrano hace bandera y le sale de primera (Alfaguara).
La novela, de más escasa producción, nos llegó de la mano de autores extranjeros como Roald Dahl, Gianni Rodari, Christine Nöstlinger, Lygia Bojunga Nunes, Michael Ende, etc. Sin embargo, son hitos nacionales novelas como Shunko (Losada) de Jorge W. Ábalos; la ya mencionada Las Visitas (Alfaguara) de Schujer; El niño envuelto, de Elsa Bornemann (Alfaguara); Cuadernos de un delfín, de Bornemann (Alfaguara); Otroso, de Montes (Alfaguara) y de Ema Wolf, La sonada aventura de Ben Malasangüe (Alfaguara).
Hoy la novela nos ofrece un panorama más variado y más volcado al público juvenil con las obras de Marcelo Birmajer (Un crimen secundario, Abogado para un marciano, El alma al diablo, y otras), Antonio Santa Ana (Los ojos del perro siberiano, Nunca seré un superhéroe), Pablo de Santis (El inventor de juegos, Plantas carnívoras, Lucas Lenz y la mano del emperador, Lucas Lenz y el museo del universo) y los textos marcantes y atrevidos de Esteban Valentino (Perros de nadie, Todos los soles mienten, El hombre que creía en la luna).
Otras novelas para lectores un poco más chicos como Toby, de Graciela Cabal (Sudamericana) y Uña de Dragón (Gramon-Colihue), aportan una escritura interesante que rompe con las tradicionales formas de narrar.
Con El constructor de sueños, Graciela Pérez Aguilar (Alfaguara) produce su propia distopía y Jorge Accame nos brinda sus cuentos y novelas breves de excelente factura.
Las cordobesas María Teresa Andruetto (El anillo encantado, La mujer vampiro, Sudamericana), Perla Suez (Dimitri en la tormenta de Sudamericana y Memorias de Vladimir de Alfaguara) y Lilia Lardone con su Caballero Negro, premiada por Fundalectura-Colombia enriquecen el panorama nacional. Rosita Escalada Salvo aporta sus ficciones desde Misiones.
Paralelamente Lucía Laragione, Aldo Tulián, Iris Rivera, Olga Drenen, Oche Califa, Horacio López, Margarita Mainé, Cristina Martín, María Inés Falconi, Carlos Silveyra, Carlos Marianidis, Eduardo Giménez, Carlos Schlaen, Eduardo González y otros nombres: Sandra Comino –quien comenzó con Así en la tierra como en el cielo, La casita Azul, nos acaba de dar Idas y vueltas (Edebé)– con esos exilios que nos marcan a muchos argentinos. Angeles Durini, Mariana Furiasse, Mario Méndez, Patricia Suárez, Andrea Ferrari, Norma Huidobro, Gabriela Kesselman, Griselda Gálmez Horacio Clemente, David Wapner, algunos surgidos de concursos literarios como el convocado por SM –único de esas características– y el descubrimiento placentero y consensuado de la escritora Liliana Bodoc autora de la saga en forma de trilogía de Los días del venado, Los días de la sombra y Los días del fuego, que ha logrado concitar por su calidad la atención de jóvenes y adultos. De esta autora, que parece recortarse nítidamente dentro de su generación, debemos mencionar El mapa imposible y Amigos por el viento (ambos en Alfaguara) y su terso El espejo africano, premio El barco de vapor 2008.
Ana María Shua una autora de prolífica producción cultiva con genialidad el fantástico y el microrrelato y Ricardo Mariño se luce en el humor y la aventura jocosa a veces, terrorífica, otras.
El folclore infantil está presente en las colecciones de colmos, adivinanzas, chistes, etc de la colección Faltó el profe, de Carlos Silveyra (Altea).
¿Se escribe para chicos o para grandes?
Así como muchos de los nombrados: Montes y Wolf, por ejemplo, recientes ganadoras del premio Alfaguara con la novela El turno del escriba, de Santis, Shua, Birmajer, Andruetto, Suez, Patricia Suárez han escrito para adultos.
Por otra parte, no son pocos los escritores de adultos que se han volcado a escribir para los más chicos: Griselda Gambaro, (cuentos para chicos en Alfaguara), Angélica Gorodischer, Isabel Allende (novelas juveniles en Sudamericana), Osvaldo Soriano (El negro de París, una historia de exilio); también María Granata, Syria Poletti, Sara Gallardo, Marco Denevi, Eduardo Gudiño Kieffer tuvieron obra para niños en la editorial precedidos por dos figuras fundamentales como Silvina Ocampo y Horacio Quiroga.
La colección infantil de Ediciones de la Flor que reúne a Vinicius de Moraes, Clarice Lispector, Ray Bradbury, Umberto Eco, James Thurber, Ariel Dorfman y otros con las ilustraciones de Juan Marchesi y que se está reeditando actualmente ha resistido airosa los últimos treinta años, prueba de la innovación con que fueron concebidos en su momento.
Libros inclasificables circulan como Dragón de Gustavo Roldán (Sudamericana), una joya que abarca a grandes y pequeños lectores, y son especialmente recomendables los últimos títulos del autor: El vuelo del sapo (Alfaguara) e Historia de un barco muy pirata (Comunicarte).
Un tratamiento especial que el espacio no permite en esta nota merecen los ilustradores e ilustradoras que configuran muchas veces la mitad del libro que tenemos entre manos: así vemos en La hormiga que canta, de Juan Lima y Laura Devetach, el ensamble de texto e imagen (Ediciones del Eclipse); los dibujos de Poly Bernatene en una colección de Atlántida para los textos de Schujer, el diseño y la colección de libros de Itsvanch (del Eclipse), la maestría de las obras de Oscar Rojas, decano de las imágenes, Mónica Weiss, Enrique Melantoni, María Wernicke, PEZ, Nora Hilb, Tania de Cristóforis, Raúl Fortín –quien diseñó El Pajarito Remendado, paradigmática colección de Colihue–, O’Kiff, Diego Bianchi, Daniel Roldán, Gustavo Roldán (hijo), Claudia Legnazzi, Irene Singer, Isol, Matías Trillo, Lucas Nine, Liliana Menéndez, Luis Scafatti (plástico), Juan Noailles, Carlos Nine y tantos otros que ahora injustamente no mencionamos.
La LIJ y la escuela en Argentina
Ante la demanda de formar lectores, los docentes en actividad recurren muchas veces a un corpus de clásicos infantiles, leyendas y otros relatos de tradición oral. La Literatura Infantil y Juvenil de autor se va incorporando desde los años 80 con más presencia en algunas partes del país y asomando en otras en el canon, o viene apareciendo mediada por algunas propuestas editoriales de algunos manuales o propuestas de lecturas complementarias. A veces aún prevalecen criterios psicologistas y siguen presentes ciertas decisiones relacionadas con una búsqueda de utilidad de su lectura (enseñar valores, responder a la demanda de determinadas etapas evolutivas, integrar ciertos ejes temáticos, etc.).
¿Hay un libro para cada edad?
En nuestra opinión la edad es apenas un indicador entre otros y débil... Dentro de un mismo grupo de niños hay una pronunciada variedad de lectores... Algunos tienen libros en casa, otros no, sus padres les han leído, tienen hermanos mayores, concurren o no a espectáculos de cuentacuentos, de títeres, de teatro, tuvieron docentes y/o bibliotecarios que los ayudaron a formarse como lectores, tienen diferentes gustos, personalidades, necesidades... son inquietos o tranquilos, realistas o soñadores, prefieren la ficción o la química y los dinosaurios...
Sólo la variedad en los materiales que ofrezcamos nos permitirá atender a esa diversidad. Tomemos las indicaciones por edad que nos ofrecen las distintas editoriales de LIJ como un indicador más y pensemos fundamentalmente en los chicos a cuyas manos van a ir a parar esos libros, confiando en su capacidad de crecer como lectores, de aceptar diversos modos de ir construyendo sentido.
Para concluir no queremos dejar de señalar la importancia que la literatura infantil cobra en el campo de la formación de lectores al revalorizar el discurso literario y los desafíos que plantea al lector en la construcción de significados.
En este marco, los libros para niños y jóvenes podrán ser los primeros pasos en la construcción de un lector crítico que ejerza plenamente su ciudadanía y se ponga en contacto con otros libros y lo que es mejor aún, con otros productos culturales. Y no es poco.
Autor: Alicia Salvi
Alicia Salvi es Maestra Normal Nacional y Prof. en Letras (UBA). Especialista en temas referidos a la Promoción de la Lectura, la Literatura Infantil y Juvenil y la escritura. Ex Presidente de la Asociación de Literatura Infantil y juvenil (ALIJA) filial argentina del IBBY. Trabajó en el equipo del Plan Nacional de Lectura del Ministerio de Educación de la Nación en 2000-2001 y 2003-2008. Fue jurado de los Destacados de ALIJA, El barco de Vapor (SM Argentina), editorial Comunicarte y últimamente en el Premio Andersen dado por IBBY Internacional.
Autor: Carlos José María Silveyra
Carlos José María Silveyra es Maestro Normal Nacional y Prof. en Ciencias de la Educación (UBA). Especialista en Promoción de la Lectura y Literatura Infantil y Juvenil. Socio fundador y actual Presidente de ALIJA, sección nacional del IBBY. Creó el Plan Nacional de Lectura del Ministerio de Educación de la Nación en 2000. Ha publicado 36 libros para niños y de su especialidad. Ex Director de las revistas Billiken y A Z diez. Fue editor de colecciones de libros de texto y de Literatura Infantil y Juvenil. Fue jurado de los Destacados de ALIJA, Coca-Cola en las Artes y las Ciencias, Viva Lectura de Argentina, El barco de Vapor (SM Argentina). Asesor de la Fundación C&A (Seminario Placer de Leer).

