La poesía en la Educación Secundaria Obligatoria

El adolescente de hoy en día no lee o, al menos, no lee como debiera con arreglo a la formación recibida. Además, si ya le supone un esfuerzo la lectura de una prosa que se selecciona acorde con sus intereses temáticos y con su competencia lingüística, no digamos el esfuerzo que le puede suponer la lectura de un género tan complejo como el poético.
Harto conocida es la pérdida del gusto por la lectura cuando los niños llegan a la edad de la adolescencia. Se han analizado desde diferentes perspectivas, sociales, psicológicas, incluso curriculares, las causas que llevan a que el niño deje de leer. La realidad es que el adolescente no lee o, al menos, no lee como debiera con arreglo a la formación recibida. Cabría plantearse en este caso, si esa formación de la que hablamos y por la que la Administración educativa parece preocuparse, se refiere también a su formación lectora, y si como docentes hemos contribuido a desarrollar y a formar como lector al alumno de Educación Primaria y Secundaria. Si al adolescente ya le supone un esfuerzo la lectura de una prosa que se selecciona acorde con sus intereses temáticos y con su competencia lingüística, no digamos el esfuerzo que le puede suponer la lectura de un género tan complejo como el poético. El rechazo a este género es absoluto. La causa fundamental está en la dificultad de comprender lo que la poesía expresa. Y conviene no identificarla con la falta de sensibilidad por parte del lector adolescente que sí que es capaz de emocionarse ante manifestaciones que son de su interés. Esta sensibilidad se ve reflejada a diario en las diferentes formas de discurso que utilizan para comunicarse y que circulan entre ellos: frases-versos que se escriben y se envían por medio de papeles o de mensajes en el móvil, declaraciones de afecto o de desagrado, frases que han escuchado y que les han emocionado, con las que se sienten identificados y que con frecuencia recogen en sus agendas o libretas o, incluso, los versos que acompañan a manifestaciones musicales como el rap y las letras de canciones pop de cantantes de moda. El adolescente vive rodeado de poesía, pero no la reconoce. Por tanto, no es un ser incapaz de disfrutar con la poesía, no carece de sensibilidad o interés o comprensión, en realidad, lo que le falta son las claves de la lectura del género poético. Y en el aprendizaje de esas claves debemos profundizar al margen de los currículos que continúan proponiendo diferentes métodos de acercamiento a la literatura, olvidándose de que la poesía es parte de ella y que en realidad consiguen el efecto contrario que es alejar a los jóvenes lectores del placer estético y literario, currículos que entienden la literatura como materia de estudio y, en concreto la poesía, como pretexto para la enseñanza de unos contenidos.
El currículo de la Educación Secundaria no contribuye a que los lectores de Primaria sigan siéndolo al llegar a Secundaria en ningún género y mucho menos en el poético. Grosso modo, podemos realizar un recorrido por el currículo de la ESO.
En el primer ciclo (1º y 2º) se les enseña a los alumnos la distinción de géneros y sus características; ciertamente en este caso el alumno lee diferentes tipos de textos entre los que se encuentra la poesía (sólo se trabaja como género que es diferente a otro: tipos de rima, tipos de estrofas, distintos recursos estilísticos…); pero no es menos cierto que dada su dificultad y su rechazo, se tienden a trabajar en mayor profundidad otros géneros, la prosa y en ella el cuento o la descripción. En el primer curso del segundo ciclo (3º de la ESO) se comienza con una visión de la historia de la literatura que recorre los diferentes siglos desde la Edad Media hasta el s. XVIII, de manera que la primera lectura poética que hace el adolescente pertenece a la época de la Edad Media: es la poesía del Cantar de Gesta, de los romances y de tema religioso, poesías muy alejadas de la realidad adolescente y cuyo léxico no es reconocible. Con ello no queremos decir que los poemas que el adolescente deba leer sean exclusivamente poemas próximos a su realidad, pero sí que éstos contribuirán a un acercamiento más eficaz a la poesía. Como consecuencia, la metodología no variará excesivamente por mucho que intentemos cambiarla, habrá que explicarles la poesía: primero tendrán que buscar algunas palabras que desconocen en el Diccionario, que averiguarán por el contexto o será el profesor quien traduzca esos significados para después explicarles de qué trata ese texto, qué ha querido decir el poeta y se asociará con todos los contenidos-conceptos que se hayan trabajado en ese tema. De este modo conseguiremos un efecto indeseado: los alumnos no estarán captando en absoluto el valor estético y creativo del texto ni del género, sino que el poema en este caso habrá tenido otra finalidad: ejemplificar el contenido de la lección, aprender léxico, repasar recursos estilísticos o cualquier otro objetivo pensado por el profesor, objetivos que recuerdan demasiado a ese afán por enseñar lengua y no su uso, por enseñar literatura y no por contribuir a la educación literaria del niño o del joven. El alumno habrá captado claramente la dificultad que tenía ese poema por la cantidad de ejercicios que ha tenido que realizar para conseguir comprenderlo; se ha encontrado con la extrañeza de un género con el que no puede de modo alguno identificarse. Ya en el último curso del segundo ciclo de Secundaria (4º de la ESO) se continúa con la historia de la literatura y se comienza por el Romanticismo. Volvemos a la necesidad de explicar cada poema romántico para que comprendan su significado y seguimos aplicando ejercicios a cada poema con unos objetivos concretos: reconocimiento, aplicación y ejemplificación de las características románticas. Seguimos, por tanto, cometiendo el mismo error que en cursos anteriores: la poesía como instrumento o medio para cumplir un objetivo concreto y siempre académico como ampliar el léxico, aplicar, ejemplificar, asociar. Con estos objetivos, cada adolescente aprenderá más o menos, pero perdemos, por tanto, el verdadero significado del género poético: juego y gozo estético, ritmo, belleza. En ningún curso se le ha acercado la poesía al alumno en su verdadero significado, en sí misma, como resultado de un proceso de creación donde han intervenido la imaginación, la trasposición de contenidos a través de imágenes, la ruptura de las normas y de las reglas que la gramática nos ofrece para la composición de textos, el reconocimiento de diferentes vidas detrás de cada poema. Si a los adolescentes, cuando comienzan el primer ciclo de Secundaria, se les ofreciera la continuidad que han aprendido en su anterior etapa de Primaria: la poesía como juego, no haría falta en los cursos superiores la explicación de los textos poéticos porque tendrían asumidas las claves necesarias para enfrentarse a estos textos. Por tanto, la propuesta es trabajar con ellos en el aula el género poético como creaciones literarias; creaciones cuyo medio de expresión elegido por el autor para comunicarlas ha sido las palabras que recogen los pensamientos o los sentimientos o los simples juegos estéticos. El alumno se convertirá asimismo creador y en receptor de un género que en absoluto reconoce como extraño.
La poesía es el género literario con el que el niño se siente más relacionado desde su nacimiento: las nanas son, sin duda, la primera manifestación poética con la que el niño tiene contacto, y conforme vaya integrándose en el Sistema Educativo, el niño convivirá con manifestaciones poéticas, las retahílas, las adivinanzas, los trabalenguas o las canciones en los juegos y con las narrativas, fundamentalmente el cuento. Si bien es cierto que el niño va desarrollando su competencia, que el niño va conociendo esa plurisignificación que caracteriza el lenguaje literario y el poder de connotación que de manera sistemática y mayor que otra forma de lenguaje éste tiene, el niño va perdiendo al mismo tiempo contacto con la poesía, principalmente en el tercer ciclo de Educación Primaria y conforme va aproximándose a la entrada en Secundaria, como si esta proximidad supusiera para los profesores una preocupación por abandonar el planteamiento más creativo o atrevido de la poesía aprendido en la Educación Infantil y en los dos primeros ciclos de Primaria a favor de la poesía en su estudio conceptual según se va alcanzando cierta madurez. Los resultados no son, desde luego, satisfactorios. Un repaso a los libros de texto nos confirma que la poesía, como el teatro, suele ser un género poco frecuentado en todos los niveles, –salvo la Educación Infantil por la importancia que se le otorga a la radición oral–, frente a la narrativa. Y las lecturas escolares no suelen recomendar poemarios en Primaria ni en Secundaria, ni tan siquiera algunos proyectos alrededor de la lectura se ocupan de la poesía. Sin embargo, y sin perder de vista que el ambiente familiar no favorece la lectura de poesía simplemente porque no es habitual leer poesía –pocos lectores de poesía y compradores encontramos en las estadísticas y menos lectores de poesía encontramos en las encuestas que se realizan entre los jóvenes universitarios–, el niño se encuentra en contacto con otras manifestaciones que tras amizarlas podríamos considerar “poéticas”.
De este modo, se produce una aparente disociación: los alumnos que han ido alejándose de la poesía con el apoyo de los currículos –para centrarse, siendo optimistas, en la narrativa–, y la necesidad innata que tienen los alumnos de manifestar sus sentimientos mediante un género literario que no reconocen como es el poético.
De las innúmeras definiciones sobre poesía, nos parece muy adecuada la del ensayista inglés William Hazlitt. En su ensayo Sobre la poesía en general define la poesía como:
“La impresión natural de cualquier objeto o suceso, la cual provoca –por su viveza– un movimiento involuntario de la imaginación y la pasión, y produce –por afinidad– una cierta modulación de la voz, o de los sonidos, que la expresan.
La poesía es el lenguaje de la imaginación y las pasiones. Guarda relación con todo aquello que proporciona a la mente humana un placer o un dolor inmediatos. Habita en los corazones y las actividades de las gentes, pues nada que no habite en ellos de manera tan general e inteligible puede ser asunto de aquélla. La poesía es ese lenguaje universal gracias al cual el corazón está en consonancia con la naturaleza y consigo mismo. Quien aborrezca la poesía no puede tener un gran respeto por sí mismo, ni por ninguna otra cosa”.
Si entendemos con Hazlitt que la poesía es el lenguaje de la imaginación y las pasiones, un adolescente debería encontrar en esta manifestación estética el vehículo para mostrar su imaginación y su pasión, ambas tan características de la etapa que está viviendo. Y deberá vivirla como emisor y como receptor, es decir, como productor de textos poéticos y como lector, como hablante-recitador y como oyente. Para ello, habrá que potenciar sus capacidades para la creación de textos que ya están elaborando habitualmente y, a partir de ellos, habrá que trabajar con modelos literarios que le resulten próximos. Para ello, deberá ir recibiendo esa formación de su sensibilidad estética mediante la aproximación estilística y temática.
Volviendo al ensayista inglés, al tratar de poesía se ha de hablar de su asunto, de las diversas formas de expresión que crea, y finalmente de su vínculo con la armonía del sonido. Si la poesía es musicalidad, ritmo, rima interna y externa, pausas y silencios, el joven deberá aproximarse a la poesía entendida como juego, mediante los talleres apropiados –acrósticos, caligramas, poesía visual, limerick, composición de poesías a partir de modelos, repeticiones continuadas
de palabras para crear diferentes ritmos, propuesta de esquemas que deben sustituir por palabras propias– para llegar a esas propuestas de Tzara, de Apollinaire o de Nicolás Guillén. Si la poesía es tema y el adolescente busca temas afines a su personalidad, a su situación personal; si la poesía es entendida como sentimiento o como lucha, el adolescente podrá encontrar en la poesía aquello que quiere transmitir y que no sabe cómo, porque encontrará en las palabras de
los poetas aquellas palabras que a él le faltan –en Garcilaso, en Bécquer, en Cernuda, en García Montero–; y si la poesía es lucha, ruptura, como lo es la etapa del joven –Hernández, Blas de Otero–, o si la poesía es imaginación, los poetas superrealistas le llevarán hacia esos caminos. En resumen, lo que planteamos es que el joven que vive en una etapa fundamental de su desarrollo debe evitar con ayuda del docente esa disociación a la que más arriba nos hemos referido, propiciada por los planteamientos de un Sistema Educativo, y volver a encontrar en la poesía la manifestación de sus sentimientos, de sus inquietudes y las de los que le rodean.
Deberemos ser conscientes de esa predisposición –colóquele cada uno el marbete que desee– y utilizar como recurso didáctico esas manifestaciones artísticas que el adolescente cultiva sin ninguna orientación, de manera espontánea, llámense cartas de amor o llámense poemas, y deberemos tratar de ofrecer modelos poéticos para que pueda encauzar esos sentimientos o esas inquietudes que está viviendo. No encontrará ninguna dificultad en reconocer estos modelos porque desde su infancia los ha utilizado y los ha ido interiorizando en su proceso hacia la madurez, no se ha producido ninguna ruptura desde que era receptor de las primeras nanas hasta convertirse en creador con sus primeras composiciones o en lector de poesía; ha conseguido aprender en la infancia y desarrollar cada año de su vida las habilidades necesarias para reconocer el ritmo, la extrañeza en las imágenes, la comprensión de lo diferente, la recreación de la realidad… es decir, la poesía.
Autor: Sara Fernández Tarí
Sara Fernández Tarí es Profesora de Lengua y Literatura en el I.E.S. de Mutxamel (Alicante).
Autor: Ramon F. Llorens
Ramón F. Llorens es Doctor en Filología Hispánica y Profesor Titular de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Alicante.

