La poética del agua

Hacer ver y comprender qué secretos puede esconder el agua, es lo que Ana Bravo muestra en esta poética del agua, presentando esos seres, una veces fantásticos, otras deidades o, también terribles animales, todos capaces de otorgar castigos o prevendas.
De la mirada mágica a la mirada poética
La cultura del agua es un ejemplo de una percepción poética que se basa no sólo en crear imágenes y metáforas sino en tratar de revelar la identidad profunda de las cosas. En el caso del agua, lo más importante no es lo que suele aparecer “flotando” encima, su apariencia, sino justamente su trasfondo, la percepción de una serie de elementos intangibles o invisibles. Por tanto lo que más importa del agua es lo que está contiguo a ella, las embarcaciones, las cuevas, riberas o tesoros, al lado de los cuales se peinan las xanas de los cuentos y leyendas.
Por tanto, la comprensión del mundo de la cultura del agua exige una mirada oblicua, desviada o distorsionada, hasta cierto punto, que trata de percibir el valor del agua en una cultura a través de ciertos procesos, como la totemización, esto es, a la identificación de la sacralidad o energía de las aguas con un ser o animal sobrenatural que se toma como patrón de la comunidad misma. Es el caso del dragón primordial y de otros muchos seres vinculados a las aguas (xanas, ondinas, ninfas…) y que funcionan como genius loci, es decir, señores o damas de las aguas, soberanas que pueden premiar o castigar a los intrusos, a quienes además suelen someter a pruebas. Como “señores del agua”, son númenes que enseñan a los visitantes conductas de relación y uso del agua, y dispensan bienes y castigos.
Pero por ser también divinidades con conexión infernal, como los pozos, se relacionan igual con la muerte. Esta idea de la deidad innombrable aparece con frecuencia ligada a una concepción “siniestra” de lo divino (Otto, 1998). La deidad es temida hasta el punto que no se invoca o menciona por su nombre sino por un título o circunloquio. Es algo que aparece de forma especial en gran parte de las regiones españolas, donde el nombre propio del “genius loci” es elidido y sólo lo conocemos por un sobrenombre, a menudo genérico: la encantada, la mora, la tapada… son nombre para referirse a menudo a estos númenes tutelares de una fuente, río o lugar singular.
"La poética del agua está
no solo en historias fabuladas
en relación al agua, está de forma
gradual y transversal en todas
las expresiones de la cultura antigua"
La poética del agua está no sólo en historias fabuladas en relación al agua, está de forma gradual y transversal en todas las expresiones de la cultura antigua, y de ahí se ha transmitido a la cultura contemporánea. Así pues, la cultura del agua se expresa en multitud de lexicalizaciones y fabulaciones que aún siguen circulando en el mundo actual, unas ya acuñadas y otras mucho más creativas. Así, cuando Lorca, en Mariana Pineda, hace decir a un personaje que La lluvia como un sauce de cristal/ sobre las casas de Granada cae se sitúa en este ámbito de la poética del agua, equivalente a la metáfora de la leyenda que los hermanos Grimm refieren sobre Frau Holle, el ser mitológico que hace nevar sacudiendo las plumas del edredón. Lo mismo ocurre con muchas otras imágenes y objetos relativos al culto y mitos de las aguas (v.gr. “oír cantos de sirena”, “con un pozo y un malvar, boticario de un lugar”…), que siguen vivas, aunque sean igualmente prácticas dotadas de poca “visibilidad social”.
Y no sólo está el agua en el aspecto declarativo del lenguaje, sino también en las performances, actuaciones o actos verbales que se acompañan de una acción, que sin duda recogen una herencia cultural profunda: por ejemplo, arrojar una moneda a un pozo o manantial, hoy casi un automatismo pintoresco, pero que en realidad ha funcionado siempre como una ofrenda votiva al “señor de las aguas”, y por tanto un indicador de una conexión profunda entre la realidad del agua y las experiencias colectivas.
Conocemos el agua a través de sus “señores” o “genius loci”: ellos son los que la gobiernan, lo que dictan inundaciones o sequías, los que sueltan o retienen las aguas, también las superiores, también los númenes del agua están territorializados, es decir, ocupan áreas, coras, zonas más o menos demarcadas, y en especial sus núcleos más sensibles, como la boca de un manantial. El totemismo es la forma más común con que se organiza la cultura del agua, al identificarse con algún genio local que cimenta a menudo un mito fundacional o etiológico del paisaje.
La flor del agua y sus raíces folclóricas
La Flor del Agua es un ejemplo de mitopoiesis y de poética del agua, pues se configura como un motivo folklórico que se expresa en multitud de etnotextos: romances, baladas, leyendas, etc. y también en “performances” como los rituales vinculadas a la Noche de San Juan, las enramadas, vestir los pozos, etc. Por ejemplo, veamos esta versión asturiana:
Mañanita de San Juan, mañanita linda y clara,
2 madrugó la Virgen pura a coger la flor del agua;
y después que la cogió la bendición echó al agua:
4 --Dichosa de la doncella que aquí viniera por agua,
que la llevará bendita, la llevará consagrada.--
6 La hija del rey lo oyó desde el cuarto donde estaba.
Muy aprisa se vestía, muy aprisa se calzaba;
8 cogió el cantarillo de oro y a la fuente caminaba.
--¿A dónde irá la doncella tan sola y tan de mañana? [...]
Veamos otra versión, en este caso de “Al salir de la enramada”, que difiere bastante en la forma pero no en el fondo de la vinculación entre fuente, enramada y niña (amor):
Al salir de la enramada caminito de la fuente
tres puñaladas me dieron, pero ninguna de muerte.
Tres puñaladas me dieron, pero ninguna de muerte,
al salir de la enramada caminito de la fuente1.
Salta a la vista la coalescencia de ciertos mitos: las ofrendas a los pozos y fuentes sagradas, el genius loci representado por la “señora de la fuente” que bendice el agua, el papel oracular de estas fuentes para otorgar salud, bienes y “mozos” a las doncellas del lugar, el ritual de la noche de San Juan, el don mágico que representa “la flor del agua”, en otros casos llamada la “nata del agua” o la “cimera del agua”, para representar esa lámina de agua que en ese instante mágico tienen propiedades taumatúrgicas que sólo la doncella puede acaudalar. Ese jarro para llevar el agua es el mismo que aparece en tantas leyendas de encantadas, y la voz de la Virgen que “profetiza” el futuro es el mismo oráculo de las xanas de las fuentes.
Todo, por supuesto, en el ámbito de una feminización de la Naturaleza que excluye la presencia del hombre en estos momentos, y que explica también por qué cuando este “profana” el lugar sagrado, a menudo la consecuencia es alguna desgracia para él. Sin embargo, no debe olvidarse este fondo tradicional en su doble dimensión, positiva y negativa, según se juzgue: la feminización de la naturaleza, al identificar el arroyo o la fuente con la mujer, y la demonización de la mujer, al hacer de ella un espíritu maléfico o depredador de hombres, tal como vemos en Medusa, las lamias y otros genios acuáticos.
El sentido oracular de las ninfas o damas de las fuentes queda aún explícito en muchas leyendas, como ésta de “Las lágrimas de una Reina”, de Beleña (Guadalajara) que, con independencia de su indudable literaturización, nos revela este mismo patrón y unos motivos arcaicos, como la naturaleza oracular de las aguas y el que sea una leyenda vinculada a los Baños de Doña Urraca, pieza del castillo medieval2:
En el pueblo de Beleña, cerca de un castillo del que aún se conservan restos de los antiguos torreones corre el río Sorbe, en cuyas aguas se reflejan los altos chopos, formados en dos filas como regios guardianes. Junto al río existe un manantial cristalino que en época remota servía de baño a la reina Doña Urraca. [...]
El ejemplo de la ondina del estanque de los hermanos Grimm
Las Nix u Ondinas de las leyendas de Grimm son presentadas siempre como las damas, dueñas o hadas vigilantes de los cursos de agua, como ocurre en este cuento “La ondina del estanque”:
Había en cierto tiempo un molinero que vivía feliz con su mujer: tenían dinero y bienes y su propiedad aumentaba de año en año, pero la desgracia, dice el proverbio, viene durante la noche, cuando pasaba cerca de la escalera del molino, comenzaba a apuntar el primer rayo del sol y oyó un ligero ruido en el estanque. Se volvió y distinguió a una mujer muy hermosa, que se elevaba lentamente en medio del agua; sus largos cabellos, que había echado con sus delicadas manos sobre sus espaldas, descendían por ambos lados y cubrían su cuerpo blanco y brillante como la nieve. No tardó en conocer que era la ondina del estanque, e ignoraba en su terror si debía quedarse o huir de allí, pero la ondina dejó oír su dulce voz, le llamó por su nombre y le preguntó por qué estaba tan triste. El molinero permaneció como mudo en un principio, pero oyéndola hablar con tanta gracia, se animó y le refirió que anteriormente había vivido feliz y rico, y que ahora se había quedado tan pobre que ignoraba qué hacerse.
–No tengas cuidado, contestó la ondina; yo te haré más feliz y dichoso de lo que nunca has sido; mas es preciso que me prometas darme lo que acaba de nacer en tu casa.
–Sin duda será algún perro o algún gato, pensó para sí el molinero y la prometió lo que la pedía.
Como se ve, la ofrenda debida es lo que mueve la trama, el molinero promete imprudentemente lo primero que acabe de hacer en su casa, sin saber que era su hijo. A través de la idea del sacrificio o voto que ya no se puede cancelar, la ondina va a intervenir e interferir en las acciones humanas creando diversos problemas.
Se puede decir que en estas leyendas de Grimm, el peso ya no es de los seres humanos sino de estos seres mitológicos, igual que en Frau Holle. Cabe decir que el antropocentrismo inherente a los cuentos se torna ahora en un universo nucleado u organizado en torno a otra realidad, es decir, son cuentos o leyendas que en realidad representan la voz de la Naturaleza o del numen que guarda o protege el lugar (Genius loci). En el cuento “La ondina del estanque”, el ser humano es en última instancia el sujeto paciente, el peso corresponde a la ondina y al estanque, que son la misma cosa.
Conclusiones
La comprensión del mundo de la cultura del agua exige una mirada metafórica que vaya más allá del sentido literal de estas historias de ninfas, fuentes y dragones, que trate de percibir el valor del agua en una cultura a través de ciertos procesos propios de la fabulación, como la personificación o totemización, esto es, a la identificación de la sacralidad o energía de las aguas con un ser o animal sobrenatural que se toma como emblema y origen de la comunidad misma.
Es el caso del dragón primordial y de otros muchos seres híbridos consideradores como fundadores, como ancestros, y esta creencia legitima cultos, legitima lugares de memoria y legitima leyendas que hablan siempre de un genius loci que es el señor de un fanum, esto es, de un espacio sagrado acotado, que sirve de referencia a la comunidad. El agua entonces es un “contenedor” o vehículo de estas creencias, como lo es la barca de piedra que trae a la Virgen o a Santiago, o las barcas procesionales.
El agua es a menudo el hilo al cual se ensartan a los otros elementos de la vida, es el hilo de este “collar de cuentas”, y por eso podemos hablar de constelaciones de mitemas con algunos eslabones esenciales: la serpiente, la luna, la mujer… Las cualidades de estos seres reflejan el espíritu proteico del agua, que es el mejor emblema de lo sagrado, coincidentia oppositorum, que da vida y es mortaja también, que crea y destruye, que es igual que la triple diosa, la Venus de la generación, la caza, los bosques, lo húmedo…
El agua es también espejo, y sólo con esta mirada que refleja (como el escudo que sirve para que Perseo decapite a Medusa) podemos percibir las distorsiones o señales que revelan el ultramundo, el umbral. Las lamias o xanas o hadas de las aguas invitan a conocer esta realidad que a menudo se revela sombría, destructora, siniestra, de la que sólo sabemos muchas veces que quien quedó encantado, murió o fue arrastrado al fondo de las aguas, como en la leyenda becqueriana de Ojos Verdes. En efecto, estos genius loci se aparecen como señores de las aguas, como númenes dadivosos o peligrosos, depredadores, que seducen y arrastran a los que se adentran en sus dominios. De hecho, los dragones, las fuentes y las mujeres siempre han estado ligados, como se aprecia en la historia de San Jorge.
Por todo ello, reiteramos nuestra idea de que el conocimiento de esta cultura y mitología del agua contribuye de forma decidida a la adquisición de las competencias básicas de la educación, y en particular, a la educación literaria, artística y del patrimonio.
Como indica E. Morin (2000), la lectura y la literatura son una escuela de complejidad, y estos mitos inciden siempre en la multicausalidad de las acciones humanas. Es verdad, estamos ante una cultura sumamente compleja y falsamente atomizada en dicotomías –Ciencias vs. Letras– o parcelas del saber; por ello precisamente, hacen falta síntesis capaces de integrar Tecnología y Humanismo, por citar dos polos, y por ello mismo la lectura adquiere un papel destacado como “escuela de vida y escuela de complejidad”.
De este modo, al conocer las tradiciones ancestrales y los Imaginarios en torno al agua, y al sensibilizar a los alumnos con los valores de estas manifestaciones culturales, –que siempre van encaminados al respeto y al conocimiento del patrimonio natural y cultural– contribuimos indirectamente a la gobernanza del agua y a la gestión sostenible y responsable de los recursos hídricos, pues sin duda el principal problema de la sostenibilidad será la educación de los ciudadanos.
"La comprensión del mundo
de la cultura del agua exige una mirada
metafórica que vaya más allá
del sentido literal de estas historias de ninfas"
En pocas palabras, los cuentos, los mitos, las leyendas, las fábulas...son ese cesto trenzado con la experiencia colectiva y los anhelos de la Humanidad, es decir, son su memoria poética, y esto es particularmente cierto en el caso de la cultura del agua, en la cual los simbolismos son muy acusados, y se refieren a múltiples ámbitos de la experiencia humana, desde la relación con la fertilidad y el nacimiento hacia su equiparación al inframundo, no en vano el Hades está circundado por ríos, lagunas y símbolos asociados a la cultura del agua, como el barquero Caronte.
Si algo desborda fronteras y localismos, es el agua, porque siempre viene y va de un sitio a otro, de modo que es un buen ejemplo de tradiciones que enseñan diversidad, en el marco de un patrimonio complejo, como el de estos mitos y leyendas, con lenguas, culturas, etnias y religiones distintas, y sin embargo comunicadas por el peso de la historia compartida.
Todos estos motivos y personajes –reales o mitológicos, clásicos o modernos, profanos o religiosos– desde las Moras, Melusinas, Medusas, Xanas, etc. han contribuido a formar un imaginario popular europeo, que debemos preservar y “releer” con nuevas claves, como las que se aportan desde la ecocrítica y que ponen a la naturaleza no como objeto sino como sujeto del discurso. Y que saben leer entre líneas, a través de sus discursos figurados, de sus metáforas o personificaciones, de sus símbolos. La comprensión de todo ello exige una mirada poética, desviada o distorsionada, hasta cierto punto, que trata de percibir el valor del agua en todo su dinamismo y poder creativo, de ahí la identificación con dioses, genios y toda clase de fuerzas divinas.
Notas
- Tomada de la versión digitalizada de http://rabel.velilladelareina.com/61.html
- Las lágrimas de una reina, versión en http://www.mitosleyendas.com/la-leyenda-de-las-lagrimas-de-una-reina.html
Autor: Ana Bravo Gaviro
Ana Bravo Gaviro es profesora es doctora de la Universidad de Extremadura y colaboradora de la Red de Universidades Lectoras.

