Medios de Comunicación y drogodependencias: Un maridaje tan complicado como necesario

Esta periodista de Argos Comunicación da su punto de vista sobre la relación existente, y que debe producirse, entre los medios de comunicación y las drogodependencias, enfocando los primeros como un medio para promover la prevención ante las segundas.
Los valores son maneras de pensar, sentir y actuar que un colectivo social juzga como ideales de comportamiento. Pero en contra de lo que defiende la literatura, salvo alguna contadísima excepción, los valores no son universales; es más, dependen del momento histórico, de la tradición, de la cultura y hasta del contexto socio-económico. Las verdades absolutas son una romántica quimera.
En una novela estupenda de Miguel Barroso, “Amanecer con hormigas en la boca” el protagonista define la amistad con la siguiente frase: “Un amigo es aquel al que llamas a las cuatro de la mañana para decirle que has matado a un tipo y te responde ¿Dónde hay que enterrarlo?” Entre los miembros de la sociedad latina, que se suponen apasionados, impulsivos, muy leales para con los suyos, con espíritu de clan... el ejemplo puede ser válido, o cuanto menos comprensible. Sin embargo, tal vez resultara inaceptable en el marco de la cultura escandinava, que sublima –por encima de las pasiones individuales– las bondades del civismo y el respeto a las normas de convivencia que favorecen el bienestar colectivo.
Por supuesto que no es de recibo generalizar y que lo anterior se mueve en el ámbito de los tópicos, pero a ello no escapan los medios de comunicación, que suelen ser un reflejo de la sociedad a la que se dirigen. El prestigioso periodista Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, sostiene que hay dos parámetros que ejercen una influencia determinante sobre la información: el mimetismo mediático y la hiper-emoción.
El mimetismo es la semejanza en el conjunto de informaciones que recibimos, especialmente en el fondo de la cuestión, no en la forma: las imágenes y los tópicos que se transmiten. En cuanto a la hiper- emoción, se trata de buscar lo sensacional o espectacular de una noticia, sobre todo en aquellas situaciones que como personas pueden emocionarnos porque estimulan nuestra capacidad de ponernos en el lugar de quien las protagoniza.
Romper esta dinámica es terriblemente difícil, porque supondría una caída de la audiencia y al fin y al cabo, no hay que olvidar que los medios de comunicacion son empresas que están sujetas a intereses económicos, sociales y políticos.
Mc Luhan, uno de los padres de la teoría de la comunicación mediática, apuntaba que los medios no son meros transmisores del mensaje, sino que lo modifican. Se puede llegar a decir que, en ocasiones, más que reflejar la realidad los medios “la crean”; especialmente la televisión. Y lo suscribo, porque nada existe, a nivel global, si no se comunica.
Todavía sigo creyendo, como la mayoría de mis colegas, que el periodismo tiene una importante connotación de labor social: informar, transmitir qué está sucediendo, sacar a la luz las claves de la noticia para que el público pueda comprender la magnitud de las mismas. Pero los periodistas somos personas, no meros notarios que dan fe de la actualidad; por ello es conveniente procurar separar la mera información del análisis de opinión.
Las condiciones de trabajo de los profesionales de la comunicación no suelen ser las más óptimas para tratar temas delicados no sólo con rigor, que siempre se intenta, sino con visión formativa para lanzar un mensaje real y que, a la vez, fomente valores positivos. Si la noticia en cuestión está relacionada con las drogodependencias, todavía resulta más complicado porque droga, socialmente, es sinónimo de problema.
La movilidad de los redactores, que no permite su especialización; las prisas impuestas en la ejecución de la tarea; la dificultad de encontrar un titular llamativo; la complejidad de manejar la información, aportada por el emisor, que en demasiadas ocasiones utiliza términos médicos y estadísticas confusas para los profanos (no se pueden comparar los datos de las prevalencias de consumo anuales de una sustancia, con los datos de consumo del último mes, por ejemplo)... todo ello, unido a los anteriormente citados parámetros del mimetismo y la hiper-emoción, provoca que la noticia publicada se limite en la mayoría de las ocasiones, a reflejar un frío porcentaje que puede resultar alarmista.
Los profesionales de las drogodependencias se quejan con frecuencia de que a los periodistas sólo nos interesan los números, pero no tienen en cuenta que también es responsabilidad suya transmitir la información de forma adecuada y aportar mensajes de interés general, al tiempo que noticiabas. (En el marco del Estado del Bienestar que las cosas funcionen bien no es noticia, porque debería ser lo habitual).
En la ardua tarea de Educar en Valores hemos de implicarnos todos. Los profesionales de las drogodependencias, en el caso que nos ocupa, y los medios de comunicación. No es lícito matar al mensajero o censurarlo porque se ha limitado a destacar una parte de la información, que no es otra que la que al medio de comunicación le parece mas noticiable; al fin y al cabo ese es su objetivo: difundir noticias.
Algo hemos avanzado en los últimos años y ya han pasado a la historia los días en que leíamos o escuchábamos titulares del tipo: “Dos heroinómanos mueren en una reyerta en el Casco Antiguo”, porque existe una mayor sensibilización hacia la enfermedad, pero todavía son las secciones de sucesos las que recogen el mayor número de noticias relacionadas con las drogas. El resto de las informaciones, excepto en los periódicos que tienen una sección o suplemento fijo de Sanidad, van a un cajón de sastre que se llama: Sociedad.
En un panorama idílico –y a eso debemos tender como reto de futuro– debería existir un compromiso, por parte de los medios de comunicación, para ofrecer más espacio al problema de las drogas desde la perspectiva sanitaria y científica, añadiendo siempre mensajes preventivos, porque estamos hablando de uno de los problemas más graves de nuestra sociedad.
Para que funcione ese maridaje, tan complicado como necesario, entre el emisor y el transmisor del mensaje de Educar en Valores en el ámbito de los trastornos adictivos, es imprescindible establecer cauces de comunicación directa entre ambas partes y un diálogo constante.
Los profesionales de las drogodependencias y, muy especialmente las sociedades científicas, tienen la obligación de desterrar sus miedos y dejar de ver al periodista como a un enemigo e iniciar un acercamiento a los medios, para ofrecer constantemente información de avances científicos, tanto en tratamientos como en farmacología; poner en su conocimiento programas de prevención que ya han demostrado su eficacia y “construir” noticias en las que, con la máxima claridad y rigor, se expongan las consecuencias físicas y psíquicas del consumo de sustancias.
Si los especialistas en drogodependencias, que son los que más formados y concienciados están, dedicaran una parte de su tiempo a realizar esta labor, directamente o a través de gabinetes de comunicación que adapten esa información al lenguaje coloquial, se conseguiría incentivar el interés de los medios de comunicación y se generaría una mayor demanda de ese tipo de noticias.
Entretanto se trabaja en esa línea, sean bienvenidas todas aquellas iniciativas dirigidas a la formación de los profesionales de los medios por parte de los especialistas en drogodependencias, o cualquier foro de debate en el que los emisores y los transmisores del mensaje puedan cotejar sus limitaciones y plantear el modo de compatibilizar sus intereses en aras del bien común y la defensa de la salud pública.
Autor: Susana Abia Buenache
Susana Abia Buenache es periodista de Argos Comunicación.

