Michael Moore: Retrato a los EE.UU.

Repaso a la vida y obra del documentalista más famoso de la actualidad: Michael Moore, un hombre inteligente, hábil y con clara visión de lo que son las cosas y de cómo deberían ser.
Michael Moore no es un misterio. Es un hombre muy inteligente, hábil, y con clara visión de lo que son las cosas y de cómo deberían ser. Y recurre a su gran capacidad y a los medios que sean más efectivos para transformar la realidad a su gusto. Es un manipulador”.
“Michael Moore es un cineasta inteligente y efectista, lleno de habilidad, con un sentido especial del humor y con capacidad para captar el interés del público”.
“Michael Moore es un brillante periodista y documentalista norteamericano. Analiza y sintetiza como un milagro retórico. Y lo bueno es que se trata de un intelectual fresco como mozzarella y coloquial como un vecino”.
“Michael Moore es un blanco estúpido y gordo que odia a los Estados Unidos”.
Un rebelde
Las frases anteriores son algunas opiniones que, escogidas al azar, uno puede leer en los medios de comunicación de todo el mundo. Y todas ellas se refieren a uno de los personajes más curiosos, polémicos, interesantes e inteligentes del panorama cinematográfico actual. Nos referimos al mediático Michael Moore, probablemente el gran culpable de la fiebre que existe hoy en día por el documental socio-político. Amado y odiado a partes iguales, Moore no deja a nadie indiferente. Su sombra es tan alargada que uno de sus paisanos, el documentalista Michael Wilson le ha dedicado una película titulada Michael Moore hates America. Director de cine, periodista, presentador de TV, autor de libros superventas, crítico impenitente de la política norteamericana, en general, y de George Bush Jr. en particular, multimillonario, inteligente, autor de una de las páginas web (www.michaelmoore.com) más concurridas de la Red, egocéntrico, Pepito Grillo del partido Demócrata, manipulador y con una increíble capacidad para venderse a sí mismo… todo eso y mucho más es este mediático norteamericano. Por ello a renglón seguido intentaremos aproximar a nuestros lectores la figura del Moore documentalista que es, en el fondo, lo que a nosotros nos interesa.
Para muchas personas, la primera imagen que captaron de Michael Moore era la de un señor orondo y con una desaliñada barba que, tras recoger el Oscar al mejor documental en la edición del año 2002, empezó a soltar diatribas contra George Bush Jr. y la participación de Estados Unidos en la guerra de Irak. Sus palabras, “Bush es un presidente ilegal que nos ha metido en una guerra ilegal”, dieron la vuelta al mundo y presentaron en sociedad a un personaje que, allende los Estados Unidos, era bastante desconocido.
Los espectadores, a buen seguro, se preguntaron que quién era ese sujeto que se atrevía a despotricar contra la política norteamericana en un contexto tan correcto como el de los Oscar. El glamour y la emoción habitual en esta ceremonia, se transformaron en tensión y desconcierto. Para muchos norteamericanos, que ya lo conocían, no fue ninguna sorpresa: Moore, desde distintos foros, llevaba bastantes años siendo el azote de conservadores y multinacionales.
Nacido el 23 de abril de 1954 en Flint, Michigan, se crió en el seno de una familia católica de origen irlandés. Tras pasar brevemente por un seminario diocesano, enseguida se sintió atraído por la realidad social y política de su ciudad, participando en la junta escolar de su instituto e integrándose en los Eagle Scouts (una asociación ecologista con una fuerte implantación en las High Schools –Institutos de Secundaria norteamericanos–), desde donde denunció el proceder de varias empresas con poco respeto por el entorno natural. Tras pasar por la Universidad de Michigan, Michael Moore abandonó sus estudios de periodismo para trabajar como editor y redactor en “The Flint Voice”, convertida después en “The Michigan Voice”, publicación en la cual empezó a publicar artículos de denuncia. A mediados de los años 80, Moore pasó a ocuparse en San Francisco de la edición de “Mother Jones”, revista de tendencia izquierdista (izquierdismo entendido desde el punto de vista de los Estados Unidos, no nos confundamos) de la cual fue despedido tras rechazar la publicación de un artículo en contra de los sandinistas nicaragüenses.
Roger and Me
Dándose cuenta de que la independencia tiene un precio, y teniendo un cierto nombre dentro de la prensa más combativa norteamericana, Moore encuentra en el cine un buen vehículo para propagar sus ideales. Así, con unos irrisorios 160.000 dólares de presupuesto (150.000 euros más o menos), sacados del finiquito que le pagó “Mother Jones”, rueda Roger and Me, su primera película. El planteamiento es bastante simple: Moore busca desesperadamente a Roger Smith, presidente de la General Motors, para preguntarle, sin éxito, el motivo por el que había cerrado una fábrica en la ciudad de Flint y había dejado en paro a más de 30.000 personas… aunque la planta dejaba un superávit millonario. Uno de los afectados era el propio padre del director.
La película fue vendida a Warner, que la distribuyó en 4 cines del circuito alternativo. El boca a boca y las buenas críticas hicieron que el interés por la cinta aumentara. Tres meses después era proyectada en más de 250 salas y había recaudado seis millones de dólares. Ese fue el inicio de la fama, y la fortuna personal de Michael Moore.
El estilo que define su cine ya se dejaba vislumbrar en esta primera cinta. Moore utiliza al personaje de Moore como hilo conductor para tratar sus historias. Su figura no sólo es la que sirve de referente a los espectadores en el desarrollo de la trama, sino que también ofrece un referente emocional, un punto de identificación con el que éstos pueden seguir el desarrollo de la historia. Como en cualquier película que se precie, un héroe, en este caso él mismo, ha de tener su némesis; y éste aparece en todas sus películas. Ya sea Roger Smith, George Bush Jr. o Charlton Heston, Moore sabe personalizar la idea de justicia, encarnada por su persona, contraponiéndola a un personaje que funciona como contrapeso. Moore es lo suficientemente inteligente como para trasladar los esquemas del cine de ficción a la realidad y ofrecer a los espectadores continuos referentes que les hagan interesarse por la narración. Si a todo ello le unimos un inteligente sentido del humor, una enorme desvergüenza para provocar las situaciones más bizarras y una indiscutible capacidad para meter el dedo en la llaga, no resulta extraño entender que la película cosechara tanto éxito.
Tres años después, y ya para televisión, dirige una especie de continuación titulada Pet sor Meat: The Return to Flint en la que, más que centrarse en la mera denuncia, nos muestra el estado en el que ha quedado la población tras la conmoción provocada por el cierre de la fábrica. La figura de Moore, como elemento crítico y reivindicativo, es cada vez más conocida por el gran público. Es el momento de intentar llevar a cabo una película de ficción.
The Big One
Financiada por una filial de la Warner, que no quería verse excesivamente relacionada con él, y con un presupuesto de unos dignos 11 millones de dólares, Operación Canadá era una comedia sobre un presidente de los Estados Unidos que, para recuperar su nivel de popularidad, inicia una guerra fría contra Canadá. Aunque Moore logró incluir en su reparto a los por entonces populares Alan Alda, John Candy y James Belushi, el resultado final resultó totalmente decepcionante. La historia es previsible, la realización plana, las situaciones están poco desarrolladas y, aunque es divertida, el humor no acaba de funcionar. Los irrisorios 500.000 dólares recaudados demuestran el absoluto desinterés del público por ella. Para curiosos decir que en España la cinta fue estrenada en verano de 1995 y, aunque se publicitó como una comedia del por entonces popular John Candy, sólo arrastró a poco más de 15.000 espectadores a las salas.
Inmediatamente Moore se dio cuenta de que la película había fracasado por una sencilla razón: faltaba aquello que su público esperaba de él, a él. El Moore director no interesaba tanto como el Moore personaje, por lo que desde ese momento decidió centrarse en el documental y aprovecharse de su carisma. Era, en el fondo, llegar al mismo camino por distintos medios.
En 1997 dirige y protagoniza The Big One, donde denuncia las desigualdades económicas y la explotación que llevan a cabo las multinacionales con los trabajadores norteamericanos. A lo largo de todo el documental Moore utiliza la ironía de una forma muy inteligente e ingeniosa, logrando que los espectadores queden rendidos ante las imágenes. A pesar de ello, no cosecha un gran éxito de público.
The Awful Truth
Ese mismo año empieza a dirigir y producir un programa de televisión para la NBC llamado TV Nation. A pesar de la originalidad del planteamiento, no obtuvo los resultados de audiencia esperados, por lo que terminaría desapareciendo tras un breve tiempo en antena. Este traspié no hizo que cejase en su empeño de seguir denunciando el sistema y prepara otro programa, esta vez para la emisora por cable Bravo TV, llamado The Awful Truth (La espantosa verdad). La creación de Moore es tan rematadamente inteligente que, de verdad, le hace a uno avergonzarse de la televisión que tenemos en España. Para aquellos más talluditos, les diremos que el programa recuerda bastante a las últimas temporadas de esa maravilla llamada Si yo fuera presidente, que el recordado Fernando García Tola hacía en Televisión Española antes de que ésta se convirtiera en el despropósito que es hoy en día.
En los créditos se nos presenta al equipo que conforma la autodenominada República Popular Democrática de la Televisión. Liderada por Michael Moore, ésta opera fuera del control de los dueños de las corporaciones que poseen los medios de comunicación. En el programa se presentaban casos reales que, sin falsos dramatismos ni amarillismo, servían para denunciar el sistema americano. Para que se hagan una idea, les haré una síntesis del primer capítulo.
Chris Donahue, de treinta y cuatro años de edad y padre de dos niñas, tiene un problema de páncreas que lo está matando. La compañía con la cual tiene contratado su seguro médico, y a la que le ha estado pagando durante siete años, se niega a cubrir los gastos de su operación, condenándolo a una muerte segura. En el contrato hay dos cláusulas que se contraponen: en una, la compañía se compromete a pagar todos los gastos relacionados con su problema de diabetes; y en otra, especifica que no pagará ningún transplante. Adivinen cuál de las dos cláusulas decide acatar la compañía. Michael Moore y su ayudante deciden visitar el cuartel general de Humana, corporación que en 1997 obtuvo ganancias por más de 8 billones de dólares y que le pagó a su presidente ejecutivo más de cuatro millones de dólares en acciones, para invitar a los ejecutivos al funeral de Chris y pedirles consejo acerca del tipo de ataúd que deberán comprar para enterrarlo. Ante cámaras y micrófonos, se encaran con el encargado de relaciones públicas de Humana, que no sabe qué hacer con esos dos sujetos que “no aceptarán un no como respuesta”. Mientras tanto reparten invitaciones a todos los empleados y escenifican un ensayo del funeral a las puertas del edificio de la compañía. Ante el acoso, Humana da marcha atrás y una semana después accede a pagar por la operación de Chris, y no sólo eso: ¡decide cambiar completamente su política y cubrir todas las operaciones de transplante de páncreas!
Eso si es televisión de guerrilla, esa sí es una forma de enfrentarse al sistema a través de los medios. De verdad, algunos presuntos adalides de lo políticamente incorrecto de nuestras televisiones (Fuentes, Eva H y compañía) tendrían que aprender, y mucho, de este programa.
Por esa misma época, Moore publica el exitoso libro “Estúpidos hombres blancos”, donde cuestiona la elección del presidente George Bush Jr. y a todo el sistema electoral norteamericano. El libro se convierte en un best-seller inmediato y le ofrece a la posibilidad de llevar a cabo un proyecto largamente soñado: un documental que censure el uso indiscriminado que en los Estados Unidos se hace de las armas.
Cineasta polémico
El 20 de abril de 1999, Eric Harris y Dylan Klebold, de 18 y 17 años de edad, entraron en la escuela de Secundaria en la que estudiaban y, armados con rifles automáticos y granadas, mataron a 12 adolescentes y un profesor para, posteriormente, suicidarse. Este acontecimiento conmovió a la sociedad americana que se preguntaba atónita qué estaba pasando: ¿Cómo era posible que dos adolescentes pudieran disponer de semejante arsenal? ¿De dónde habían sacado unas armas tan destructivas y peligrosas como esas?
Michael Moore intenta responder a estas y otras cuestiones en su película Bowling for Columbine. A pesar de la excesiva presencia del autor a lo largo del metraje, hemos de reconocer que la cinta es un ejemplo magistral de cómo ha de ser un documental de denuncia: incisivo, corrosivo, con un ritmo perfecto, con las dosis justas de sentido del humor y con un final tan impactante como emotivo. Sí, Bowling for Columbine es una obra maestra y una muestra de la capacidad del director para retratar, y denunciar, la realidad en la que vivimos. Por destacar algo entre lo mucho bueno, citaremos la secuencia de la entrevista con un senil Charlton Heston, un momento que uno no puede olvidar con facilidad. Con las ganancias del documental, Moore creó el Center for Alternative Media –Centro de Comunicación Alternativa– que otorga becas para los realizadores independientes.
Como no podía ser de otra forma, la crítica cayó rendida a sus pies. Además de los más de 25 millones de dólares recaudados, la película fue premiada con el Oscar al mejor documental, recibió una mención en el Festival de Cannes de ese año y obtuvo el premio del público en el Festival de San Sebastián, entre otros treinta galardones. Moore se hizo famoso y millonario gracias a la película, por lo que ahora ya estaba preparado para llevar a cabo su proyecto soñado: una crítica en toda regla a la administración Bush. La película se titularía Fahrenheit 9/11.
En ella el cineasta habla de los vínculos económicos entre la familia del presidente Bush y la de Bin Laden, de las motivaciones financieras “ocultas” en la guerra de Iraq y de los efectos que esta absurda matanza está ocasionando sobre el pueblo americano e iraquí. Producida por la poderosa Miramax (filial de la compañía Disney), el filme cayó como una bomba de relojería sobre el pueblo norteamericano. Tal era la carga ideológica del largometraje que Miramax, asustada ante las consecuencias que su distribución podría tener sobre sus otras producciones más familiares, se negó a estrenarla.
Cuando la cosa parecía que iba para largo, la cinta se alzó con la Palma de Oro en el Festival de Cannes y las expectativas aumentaron por momentos. Incapaz de contener la avalancha, Miramax tuvo que crear una compañía fantasma con la única finalidad de distribuir la cinta, evitando de esa manera que se le pudiera asociar con el título. Unos meses después, y más de 200 millones de dólares recaudados en todo el mundo, Fahrenheit 9/11 se podía considerar no sólo un éxito sin precedentes, sino también el documental más taquillero de la historia del cine.
El filme en sí es bastante discutible. Aunque, al César lo que es del César, está francamente bien documentado y contrastado, tiene un punto manipulador bastante importante. Se nota, y mucho, que su intención última es que el Partido Republicano pierda las elecciones y, para ello, intenta llegar como sea al corazón de los norteamericanos. De todas formas, la película está muy bien hecha y logra estremecerte durante la mayor parte de su metraje.
La sombra de Moore ya era imparable. Desde su país empezaron a asomar críticos y personas que acusaban al director de megalómano, hipócrita y poco patriota. Como ya hemos señalado al principio del artículo, incluso se ha llegado a rodar un documental donde se denigra la figura de Moore acusándole de todos los males del mundo.
Polémicas a parte, y desde el punto de vista estrictamente cinematográfico, Moore es un genio del documental que pasará a la historia como uno de sus renovadores estilísticos; un hombre que ha creado escuela (ahí está Morgan Spurlock para demostrarlo) y la persona que logró que este género minoritario, y de distribución casi exclusivamente televisiva, llegará al gran público. Aunque gran parte de su popularidad se debe a su incuestionable capacidad para autopromocionarse, no podemos olvidar que hoy en día, en plena época del marketing, eso también es un valor añadido.
Filmografía
1989 - Roger and Me
1992 - Pets or Meat: The Return To Flint
1995 - Operación Canadá
1997 - The Big One
2002 - Bowling for Columbine
2004 - Fahrenheit 9/11

Autor: Nacho Jarne Esparcia
Nacho Jarne Esparcia es profesor de Tecnología Educativa de la Universidad de Barcelona.

