Cine y alcoholismo en ocho películas

Repaso a ocho largometrajes, cuya aplicación en el aula resulta recomendable, que tratan el tema del alcoholismo, una temática que el cine no ha tratado en profundidad a lo largo de su historia.
En un número dedicado a las drogas, no podía faltar un escrito dedicado al problema del alcoholismo. Lo más sorprendente del caso es que, siendo éste un fenómeno universal que afecta a millones de personas, el cine no lo haya tratado con más detalle a lo largo de su historia. Hemos visto muchas películas en las que aparece la figura del alcohólico como elemento integrante de la trama, pero de ahí a tratar el tema de forma seria, rigurosa y analizando las causas y consecuencias de la enfermedad va un abismo. Lo cierto es que el problema, que está más presente en la sociedad de lo que nos imaginamos, no acaba de ser del agrado de guionistas y directores.
En el siguiente artículo, reseñamos ocho películas cuyos argumentos giran en torno al alcoholismo y a los problemas derivados de esta adicción. Todas ellas tratan el tema de una forma directa, más o menos rigurosa y con unos niveles de calidad aceptables para plantearnos una posible aplicación educativa con ellas. Consideramos honestamente que son las mejores películas sobre alcoholismo que se han realizado y que con ellas podremos obtener una visión bastante aproximada de lo que implica, tanto desde el punto de vista personal como social, ser alcohólico.
Días sin huella (1945)
Argumento: Don Birnam es un escritor dipsomaníaco que no puede vencer sus arrebatos alcohólicos a causa de los cuales se ha convertido en un hombre arruinado física, moral y económicamente, totalmente desprovisto de personalidad. Para lograr dinero que le permita seguir bebiendo es capaz de cometer cualquier acción, llegando incluso a robar a sus amigos, sin excluir a Helen St. James, una hermosa mujer que, enamorada de él, intenta regenerarlo. Don sustrae el abrigo de pieles de Helen y lo lleva a una casa de empeños. Con el dinero obtenido, compra un revólver. A pesar de este lamentable incidente, Helen le sigue ayudando y animando para que escriba una novela que relate su tragedia personal.
Días sin huella es la primera película que trata el tema del alcoholismo con seriedad y rigor. Dirigida por el maestro Billy Wilder en 1945, la cinta resultó ser un retrato realista y sincero sobre el tema de la bebida en el que ni se denigra excesivamente al adicto ni se le convierte en un ser despreciable: Birnam es una víctima de su adicción, una persona débil y mediocre que hace daño involuntariamente a todos aquellos que le rodean. Por primera vez el mundo del cine deja de lado su vertiente más moralizante para intentar explicar la historia de un enfermo, adentrándose en las causas y consecuencias de sus actos. Aquí no hablamos de delincuentes, de gamberros o de maleantes: la enfermedad afecta a personas normales y repercute en sus actos cotidianos.
La película es especialmente recordada por la escena del delírium trémens en la que se muestra cómo animales de pesadilla acosan al protagonista. Esta circunstancia, entre múltiples ejemplos en los que se nos muestra la destrucción de la dignidad del personaje, son los elementos vertebradores de una historia trágica cuyo aparente final feliz no desluce la intención de sus responsables.
Como curiosidad diremos que el propio director reconocía que la industria del alcohol había ofrecido cinco millones de dólares al estudio para que eliminasen el filme. Esto llevó a que el proyecto estuviese a punto de no estrenarse y sólo la insistencia del director logró que llegara a un circuito de salas muy pequeño. Al final la película acabaría ganando cuatro Oscar: Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Interpretación Masculina Protagonista y Mejor Guión.
Días de vino y rosas (1962)
Argumento: Joe Clay, jefe de relaciones públicas de una empresa de San Francisco, conoce durante una fiesta a la bella Kirsten Arnesen. La muchacha se muestra cautelosa al principio, debido a la afición de Joe a la bebida, pero más tarde sucumbe ante su simpatía y acaban casándose y teniendo un bebé. Pero Joe bebe cada vez más y, lo que es peor, arrastra también a su mujer. Los dos se convierten en alcohólicos y en sus ratos sobrios piensan en cómo dejar la bebida. Tras muchos sufrimientos, al final Joe consigue dejar el alcohol con la ayuda de Alcohólicos Anónimos. Su esposa no tiene tanta suerte.
Tendrían que pasar casi diecisiete años para que desde Hollywood se volviera a tratar el tema del alcoholismo desde un punto de vista serio y dándole una vertiente social. El director Blake Edwards, conocido fundamentalmente por sus comedias, manufactura una maravillosa película en la que se trata un tema nunca visto en las pantallas hasta ese momento: la tendencia latente a adquirir el hábito de beber. La pareja llega al alcohol por vías diferentes: mientras Joe lo hace como consecuencia de un hábito social mal asimilado que se le llega a escapar de las manos, su esposa Kirsten ya tenía tendencias que demostraban que sólo era necesario un empujón para caer en la adicción. Joe tendrá que vivir con su parte de culpabilidad, pero tampoco puede cargar sobre sus espaldas con toda la responsabilidad de un acto en el que también entra la voluntad del otro.
Uno de los aspectos más interesantes del filme lo vemos en lo acertadamente que plantea que, en el fondo, la recuperación depende exclusivamente de la fuerza de voluntad de cada uno de nosotros. Esto resulta perverso (no hay un fármaco milagroso que nos ayude), pero a la vez también nos ofrece un halo de esperanza ya que es la capacidad de cada individuo para salir adelante lo que marcará la pauta. Joe tiene la fuerza para hacerlo, su esposa no. Tal vez por ello el final de la cinta sea tan descorazonador y dramático. Al final el desconsolado marido deja a su mujer sola para que se estrelle en su propia espiral de alcoholismo.
Uno de los grandes aciertos de la cinta es que huye de la moralina y trata con muchísimo respeto el problema. Los dos protagonistas son víctimas de sus excesos, pero a la vez son personas confundidas que no han sabido afrontar su vida de otra manera. Una película brillante en forma y fondo que marcaría la pauta sobre cómo el cine tenía que trata una enfermedad tan terrible como ésta, respetando la dignidad de los que la padecen.
Tallo de hierro (1987)
Argumento: Durante la época de la Gran Depresión, Francis Phelan, un antiguo jugador de béisbol, abandona a su familia cuando accidentalmente mata a su hijo. Desde ese momento se convierte en un andrajoso borracho. En Albany busca a Helen, una antigua novia y compañera de borracheras, y los dos se ponen a vivir de la forma más miserable, en la calle, intentando ganar dinero como pueden para pagarse la bebida.
Tallo de hierro resultó ser el primer intento serio por mostrar el mundo del alcoholismo desde la perspectiva de la pobreza y la desconexión social. Por primera vez, los protagonistas no son ciudadanos de clase media cuya adicción viene motivada por su incapacidad de afrontar las vicisitudes de la vida cotidiana: aquí nos encontramos con unos verdaderos marginados, con vagabundos cuya única razón de ser es la de encontrar unos dólares con los que hacer frente a su necesidad de beber. La película nos muestra cómo en las calles de las grandes ciudades existen esquizofrénicos, pobres, marginados y otras personas que parecen pertenecer a otro plano distinto, a otro mundo que se entremezcla con el nuestro pero que siempre está mediatizado por el alcohol.
En la película vemos que cada persona que vive en la calle tiene su historia particular que la ha conducido hasta su propio infierno. Como el protagonista, Phelan, un antiguo deportista al que la culpa le ha llevado a vivir en la calle y dedicar su vida a combatir el frío y huir de la policía y de las palizas de los grupos de vigilantes de ferrocarriles. Con estos antecedentes nos encontramos ante una película incómoda, triste y desgarradora, por lo que se nos narra, pero que trata a los protagonistas con humanidad y ofrece cierta esperanza: los personajes, por más dificultades que les pone la calle, nunca pierden la capacidad de amar ni un particular concepto de solidaridad que les permite sobrevivir.
Esos ciudadanos anónimos que pueblan las calles de las grandes ciudades y a los que miramos con una mezcla de pena, miedo y condescendencia son los protagonistas de una película que se centra en la parte más oscura de la civilización: la de todos aquellos cuyo futuro es simplemente el presente inmediato.
El borracho (1987)
Argumento: Joven escritor alcohólico y genial, Henry Chinaski pasa su vida en los bares. Su preferido es el “Golden Horn”, frecuentado por un variado grupo de vagabundos, prostitutas y otros desechos de la sociedad. Henry se lleva muy bien con Jim, el barman de día, pero discute frecuentemente con el barman de noche, Eddie, iracundo y fanfarrón. Sus peleas son objeto de apuestas por parte de sus clientes. Cuando gana, Henry gasta su dinero recorriendo el resto de bares del barrio. Así es como encuentra a Wanda, una mujer todavía bella y tan alcohólica como él. Entre los dos nacerá una relación cuyo nexo común será el alcohol.
Basada en una obra autobiográfica del escritor Charles Bukowski (que ejerció de coguionista de la cinta), la película nos narra la caída a los infiernos de un joven escritor que no le encuentra sentido a nada. El protagonista deambula de bar en bar, no tiene territorio propio, pelea por negarse a pagar la ronda y se permite el lujo de conocer a mujeres depresivas, ya que para él el amor es únicamente una prolongación de sus propias ganas de autodestruirse. Esta película no habla de la marginación, sino de una personalidad compleja y sin rumbo que, a pesar del talento y la genialidad, se resiste a lograr el éxito.
Uno de los literatos contemporáneos más íntimamente relacionados con el alcohol, nos cuenta una historia descarnada en la que la bebida es la única salida posible. La película resulta interesante ya que el protagonista no está sometido ni a presiones laborales, ni familiares ni a ninguna otra circunstancia similar: es un ser confundido que logra el equilibrio con los paraísos artificiales que le proporciona la botella. Pero, y eso es lo interesante, ni siquiera el alcohol le da la felicidad: muy al contrario, él ha de aprender a controlar sus emociones y buscar su propio destino dentro de la podredumbre moral que le rodea. Sólo lo logrará gracias a la literatura, medio en el que muestra sus obsesiones y con el que logrará matar sus fantasmas interiores.
Una película que pasó sin pena ni gloria al momento de su estreno, pero que hoy se puede recuperar ya que ha envejecido con muchísima dignidad. La interpretación de Mickey Rourke es extraordinaria, casi se diría que fue capaz de anticipar el infierno personal al que se vio abocado él y su carrera en años posteriores.
Cuando un hombre ama a una mujer (1994)
Argumento: Alice y Michael Green son, a primera vista, el prototipo de matrimonio ideal estadounidense: ella es consejera de estudios en una escuela superior y él es piloto, tienen dos hijas y una bonita casa. Sin embargo, tras esta apacible imagen, Alice esconde un terrible secreto, es alcohólica: sin unas copas se siente incapaz de afrontar cualquier compromiso social. Cuando su marido se da cuenta del problema, intentará hacer frente a la situación convenciéndola de que ingrese en un centro de desintoxicación. Pero nada será fácil ya que todo depende de la voluntad de ella y ahí, precisamente, es donde radica la clave del problema.
Dirigida en 1994 por el argentino Luis Mandoki, la cinta muestra una interesante perspectiva del problema del alcoholismo: cuando éste se da en el seno de una familia aparentemente feliz y normal. La cinta presenta una reflexión fílmica sobre las relaciones de pareja, defendiendo con valentía y convicción el poder de la comprensión y del sacrificio como soporte en las dificultades. El drama del matrimonio es narrado con sinceridad por un director que, lejos de juzgar, intenta ofrecer personajes humanos que no son capaces de hacer frente a sus problemas cotidianos y que sólo pueden salir a la superficie con la ayuda de los demás.
La película le da mucha importancia al sufrimiento que una adicción como esa causa en la unidad familiar. En este sentido, resulta especialmente conmovedor el personaje de la hija mayor, Jess, una niña que debe soportar, a veces heroicamente, el desmoronamiento físico y psíquico de su madre, y los dramáticos esfuerzos de su padrastro por sacarla adelante. Con toda la intención del mundo, el director refleja en la niña el patetismo, el dolor y toda la perplejidad de los hijos ante las crisis familiares de este tipo.
A la película en su momento la acusaron de blanda y tierna. Si bien es cierto que en algunos pasajes peca de condescendiente, no es menos cierto que su intención, reflejar cómo el alcohol es capaz de destrozar una familia feliz, es cumplida con creces. A ello ayudan las soberbias interpretaciones de todos los actores, así como un ritmo pausado y preciso que facilita la comprensión integral del drama. Ésta es una de esas raras películas que nos permiten reflexionar y pensar durante y después de la proyección, algo que no se puede decir de todo el cine de hoy en día.
Leaving Las Vegas (1995)
Argumento: Ben Sanderson es un hombre normal que cae en una espiral autodestructiva tras divorciarse y perder su puesto de trabajo. Por ello decide ir a la ciudad de Las Vegas con la firme decisión de beber hasta la muerte. Allí traba amistad con Sera una prostituta a la que no le importa cambiar su dignidad por dinero y que tiene una violenta relación con un proxeneta ucraniano. Juntos comienzan una complicada relación donde el amor, el alcohol y la dependencia mutua marcan el hilo de una historia de dos personas que no tienen nada que perder. A pesar del amor que le muestra Sera, Ben no cejará en su intento de matarse bebiendo.
Leaving Las Vegas está basada en la novela autobiográfica de John O'Brien, un escritor que se suicidó pocos meses antes del estreno de la película. Mike Figgis, guionista y director, ilustra la tragedia del novelista con una vigorosa puesta en escena sin dejar de mostrar el carácter autodestructivo, su adicción al alcohol y el nihilismo que le lleva a matarse literalmente. La película recuerda a Días de vino y rosas, ya que es principalmente un duro drama sobre el alcoholismo, en el que un hombre convulsionado en la dependencia de la bebida intenta parecer coherente cuando lo único que desea es terminar cuando antes, ya que su viaje está más cerca del infierno que de la vida. Es, por ello, tan dura como descorazonadora.
Cuando uno visualiza por primera vez la película, sólo le viene una pregunta a la cabeza: ¿por qué esta persona ha decidido ahogarse en el alcohol como forma de acabar con su vida? Muy probablemente lo que nos muestra el director es sólo el desenlace de su drama. Lo que intuimos es tal vez más interesante: la soledad, la incomprensión, la imposibilidad de comunicar a nadie sus sentimientos. Al final sí encuentra esa persona en la figura de la prostituta, pero ya es tarde, ya no hay posibilidad para él.
Extraordinariamente interpretada, la película muestra escenas que llegan a estremecernos y que demuestran el grado de deterioro al que puede llegar un ser humano por culpa del alcohol. Deterioro que va de lo moral (esa desesperanza hacia todo y todos) a lo físico (ver como el cuerpo de Ben se va apagando resulta estremecedor). Filme completísimo, crudo y que nos permitirá llevar a cabo un trabajo educativo de primera magnitud.
28 días (2000)
Argumento: Como consecuencia de su adicción al alcohol, la periodista Gwen Cummings tiene un accidente con la limusina que le ha robado a su hermana el día de su boda. Este hecho le acarrea una sentencia judicial que la obliga a ingresar en una clínica de rehabilitación para alcohólicos en la que tendrá que permanecer durante 28 días, todo un mes. Allí conocerá a mucha gente, especialmente a su compañera de cuarto, y a un jugador de béisbol profesional llamado Eddie. Aunque al principio será difícil, poco a poco se irá recuperando.
28 días es el relato de la lucha de una escritora alcohólica por limpiar su vida y regresar a la sobriedad de una vez por todas. Lo más curioso de la película es que el guión es una mezcla de comedia y drama, lo cual le da a la cinta un tono irregular pero, a la vez, la hace muy asequible para ser trabajada educativamente con alumnos de Educación Secundaria. Aclaremos que el aspecto dramático no está nada mal trazado, ya que en el guión se señalan ciertos puntos interesantes sobre la naturaleza de las adicciones y las variadas razones que las producen. Sobre este tema se profundiza y se hace una interesante reflexión sobre la vida fácil y cómoda de determinados sectores de nuestra población, así como sobre lo fácil que es acceder al alcohol en situaciones cotidianas.
Dejando de lado esa vertiente más dramática, la película juega con el humor más fácil para hacer próximos a los personajes. Esa circunstancia, que la prensa especializada se encargó de criticar con saña en su momento, nos parece que es una circunstancia que facilita la empatía con los personajes. Evidentemente ello repercute en la profundidad de los personajes y en un guión que, en muchos pasajes, resulta tan previsible como poco creíble.
Ésta es una película comercial pensada para el gran público. Pero tenemos que agradecer que dentro de esta idea de un cine apto para todos los públicos, se opte por tratar una temática social con un lenguaje llano y facilitando la identificación. Con todas sus limitaciones, que las tiene, ésta resulta una película interesante para hablar sobre el problema del alcoholismo.
Factótum (2005)
Argumento: Hank Chinaski es escritor. Escribe poemas, relatos, y los manda a revistas literarias que siempre los rechazan. Para pagar las pensiones baratas en las que vive y las copas que se toma, acepta cualquier trabajo. Ha trabajado en almacenes, en fábricas, de portero e incluso de taxista, pero nunca dura mucho. Para Hank la vida significa apostar en el hipódromo, amar con pasión a dos mujeres, Jan y Laura, a las que les gusta beber tanto como a él y escribir. Después de perder a Jan, que le deja por un hombre que le ofrece seguridad material, Hank acaba bebiendo en la calle con los borrachos del barrio. Pero en el último momento, una prestigiosa revista literaria acepta publicar uno de sus relatos.
Factótum nos explica la historia de un perdedor que se dedica a escribir sin que ninguna revista o editorial se interese por sus relatos y que, tal vez por ello, cambia de trabajo de un día para otro, aliviando sus penas en el alcohol y en las apuestas y manteniendo relaciones sin futuro con mujeres que conoce en los bares. Ni siquiera la relación con sus padres es buena, en particular con su padre, de ahí que ni siquiera en casa de su familia pueda sentirse cómodo. La película está basada en el libro del mismo título del escritor Charles Bukowski, un alcohólico que reflejó en el protagonista parte de su personalidad. En la cinta también se utilizan pasajes de otras obras suyas como “Lo más importante es saber atravesar el fuego” y “El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco”.
Desde el punto de vista que nos interesa, ésta es la historia de un perdedor. A diferencia de El borracho, donde el personaje se autodestruía, aquí nos encontramos con alguien a quien la suerte no le ha acompañado nunca y se ha visto obligado a malvivir a base de trabajos precarios y mucho alcohol. La cinta no juzga a los personajes y se limita a mostrar el alcoholismo como una consecuencia de la incapacidad de acceder a una vida mejor. Para los personajes es una huida, una forma de evadirse del día a día. El personaje, ante todo ello, actúa con cobardía y prefiere sumergirse en los paraísos artificiales antes de luchar con ahínco por lo que verdaderamente desea. Por ello al final deducimos que, una vez ha logrado publicar, abandonará las calles y la bebida para vivir una nueva vida.
En contra hay que señalar que la película tiene un desarrollo lento y que los personajes son, dentro de su complejidad, bastante estereotipados. Es una lástima ya que hubiera sido muy interesante entender las motivaciones profundas que llevan a alguien a afrontar la realidad a través de la vidriosa óptica del alcohol.
Autor: Daniel Álvarez de Moll
Daniel Álvarez de Moll es licenciado en Humanidades por la Universidad de Barcelona (UB).

