Cine y tabaco: Una peligrosa relación

Análisis de la imagen que se ha dado del tabaco en las producciones cinematográficas.
Hace unos días se publicaba una investigación que arrojaba una preocupante conclusión. El titular señalaba con todo lujo de detalles que los adolescentes consideran más atractivos a los personajes de cine que fuman que a los no fumadores. El responsable de la investigación, el científico alemán Reiner Hanewinkel, señalaba que el tabaco envía un “potente y tentador mensaje” al espectador adolescente desde el cine y la televisión y que, en los grandes éxitos de taquilla producidos en Hollywood, es frecuente ver a personajes fumadores. Hanewinkel indica que los directores y actores de cine utilizan el tabaco para proteger rasgos como la rebeldía, la dureza y el erotismo, unos “mensajes estereotipados que son bien recibidos por los adolescentes”. Por último afirmaba que la aparición del tabaco en cine y televisión puede contribuir a la progresión del hábito de fumar en los adolescentes.
Ítem más: varias investigaciones en los EE.UU. estiman que el 52% de los adolescentes comienzan a fumar imitando a sus estrellas preferidas en pantalla.
Esta información no es como para tomársela a broma. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), no sólo unos cinco millones de personas mueren al año por el consumo de tabaco, sino que la mayoría de éstas adquirió el hábito precisamente en su etapa de adolescencia. Este dato no sólo hace más preocupante el dato extrapolado de la investigación de Reiner Hanewinkel, sino que también nos indica que es precisamente durante dicha etapa donde se ha de trabajar con mayor ahínco el tema de la prevención.
Cine y tabaco: Un negocio lucrativo

Y es que la relación del cine con el tabaco siempre ha sido bastante intensa. Ya en las décadas de los treinta, cuarenta y cincuenta, las grandes productoras como Paramount y Warner firmaron una serie de acuerdos con las compañías tabacaleras para que actores como Clark Gable, Spencer Tracy, Joan Crawford, John Wayne o Humphrey Bogart fumaran en sus películas. Con ello no sólo se buscaba ofrecer una imagen glamourosa del hecho de fumar, sino que se intentaba, en una estrategia publicitaria tan simple como efectiva, que los espectadores se sintieran próximos a sus estrellas favoritas a través del tabaco. La estrategia de las empresas productoras de tabaco llego hasta tales extremos que estrellas como Carole Lombard, Barbara Stanwyck, Myrna Loy, Clark Gable o Gary Cooper llegarón a recibir hasta 10.000 dólares por fumar en las películas. Para aquellos lectores curiosos, recordamos que John Wayne y Humphrey Bogart murieron de sendos cánceres de pulmón ocasionados por su adicción a los cigarrillos.
Pero esta práctica no se limitó únicamente a los años del Hollywood dorado. Se calcula que entre 1979 y 1983, Brown & Williamson Tobacco, el tercer fabricante de cigarrillos de Estados Unidos, invirtió cerca de 840.000 euros para que sus marcas apareciesen en veintidós películas. Sin escatimar recursos, la marca pagó con dinero y otros objetos a estrellas como Clint Eastwood, (Impacto súbito, Sudden impact, 1983), Sean Connery (Nunca digas nunca jamás, Never say never again, 1983), Paul Newman (Harry e hijo, Harry and son, 1984) y Sylvester Stallone, que salió fumando en cinco películas, entre ellas uno de sus mayores éxitos, Rambo (1985).
A pesar de ello, a partir de la década de los ochenta, la sociedad empieza a ser consciente de los peligros del tabaco y se comienza a reducir su aparición en las grandes productoras. Sin ir más lejos, en 1990, las tabaqueras se comprometieron a dejar de utilizar la publicidad encubierta de tabaco en las películas. La bajada en las ventas motivó que, a partir de mediados de los noventa, el índice de actores que fumaban fuera en aumento. Durante aquella época no era extraño ver con un cigarrillo en las películas a grandes estrellas como Bruce Willis, Johnny Deep, Brad Pittt o Tom Cruise.
En la actualidad, las autoridades norteamericanas han trabajado en pro de erradicar la presencia del tabaco en las películas. La MPAA (Motion Picture Association of America), institución encargada de otorgar clasificaciones morales a las películas, está castigando duramente con la calificación “R” (Restricted, o lo que es lo mismo prohibida la entrada de los menores de 17 si no van acompañados) a los filmes donde aparecen personajes que consumen tabaco. Es una medida que se ha adoptado como estrategia para evitar que los adolescentes encuentren en las estrellas de la gran pantalla modelos perniciosos a imitar. De la misma forma, se ha prohibido cualquier tipo de publicidad directa o indirecta de tabaco en los largometrajes estrenados en suelo norteamericano. Ahora bien, si la medida es efectiva o no sólo el tiempo lo dirá.
Dentro del cine español, la presencia del tabaco también es muy importante. En el año 2008 se analizó la presencia del tabaco en las películas españolas estrenadas durante el año anterior. El resultado del estudio arrojó que en el 80% de las películas españolas hay escenas relacionadas con el tabaco. En estos filmes se ha detectado una media de seis escenas a la hora relacionadas sólo con el tabaco, una docena con el consumo de tabaco-alcohol y tres con el del tabaco y otras drogas. De las principales conclusiones del estudio se desprende que el cine español refleja el hábito como algo normal y socialmente aceptado, lo que sin duda podría favorecer el consumo y el inicio al tabaco en edades tempranas.
Cine contra el tabaco

No es difícil imaginar los motivos por los que el cine no ha tratado con demasiado interés los efectos negativos el tabaco. Sin duda las aportaciones económicas de las tabacaleras en publicidad directa o indirecta, han motivado que las productoras no se atrevieran a tratar el tema de una forma demasiado explícita. Un ejemplo de ello lo encontramos en la película El jurado (2003), basada en una novela del creador de best sellers John Grisham. En la historia original, un ama de casa denuncia a una industria tabacalera por la muerte de su marido. En la película, los guionistas cambian la tabacalera por una empresa dedicada a la fabricación de armas. A buen seguro, las presiones de la todopoderosa industria del tabaco fueron lo suficientemente fuertes como para cambiar el sentido del guión y culpabilizar de toda la tragedia a otro colectivo.
En el año 1999, el prestigioso director norteamericano Michael Mann estrenaba en las pantallas de todo el mundo la película El Dilema. Protagonizada por Al Pacino, Russell Crowe y Christopher Plummer, la película nos explica una historia que critica con dureza a la industria del tabaco. En ella vemos la historia de Jeffrey Wigand, un científico y directivo de la famosa tabacalera norteamericana Brown & Williamson, que descubre el secreto celosamente guardado por la industria tabacalera sobre las sustancias que crean adicción en los fumadores. El productor del programa de la CBS 60 minutes, Lowell Bergman, arriesga su carrera para poner frente a las cámaras a Wigand, que vé cómo su vida entera se viene abajo al revelar la verdad a la opinión pública hablando sobre la industria tabacalera.
Esta película llevó a la pantalla hechos reales que denunció la periodista norteamericana Marie Brenner en un artículo que bajo el título “El hombre que sabía demasiado” publicó la revista “Vanity Fair”. Uno de los aciertos mayores del filme es que, por primera vez, se nos muestra como villanos a las grandes multinacionales tabacaleras, que acumulan gran cantidad de poder y que son capaces de manipular a la mismísima opinión pública. La cinta intentó ser muy fiel a los hechos auténticos, lo que llevó a sus responsables a contar con el mismísimo Fiscal del Estado de Mississippi, Michael Moore, para asesorar sobre el desarrollo del caso. La película está narrada con fuerza, lucidez y tensión. Todo ello se logra gracias a un magnífico guión que traza una historia dotada de unos diálogos excelentes y que es capaz de tratar el tema con inteligencia, objetividad y sin caer en tópicos innecesarios. El largometraje deviene una crítica feroz a la política que llevan a cabo las grandes compañías tabacaleras con los consumidores y empleados. De la misma forma, la cinta no escatima esfuerzos en denunciar la supeditación de los medios de comunicación ante el poder del dinero; aunque lo que se denuncie sea un tema de primer orden relacionado con la salud pública. Una película, en definitiva, tan incisiva como amena que pese a durar más de dos horas y media no se hace en absoluto pesada. Probablemente a ello ayude la dinámica puesta en escena y las soberbias interpretaciones de Al Pacino y Russell Crowe.
Otro filme que trata de forma crítica el tema del tabaco es la cinta Gracias por fumar. Dirigida por Jason Reitman en 2005, la cinta nos explica la historia de Nick Naylor, el principal portavoz de las grandes tabaqueras estadounidenses, que se gana la vida defendiendo los derechos de los fumadores y los fabricantes de tabaco. Enfrentándose a los colectivos que desean prohibir el tabaco y a un senador que pretende poner etiquetas con la palabra veneno en las cajetillas de cigarrillos, Nick emprende una ofensiva de relaciones públicas, refutando los peligros de los cigarrillos en programas de televisión y contratando a un agente en Hollywood para que promueva el hábito de fumar en las películas. La nueva notoriedad de Nick llama la atención tanto del mandamás de la industria tabaquera como de una reportera de investigación de un influyente diario. Nick dice que sólo está haciendo lo que debe para pagar la hipoteca, pero la creciente conciencia de su hijo y una amenaza de muerte muy real podrían obligarle a ver las cosas de forma diferente. La película es una divertida sátira sobre la manipulación que llevan a cabo las grandes corporaciones sobre los ciudadanos. Así, el director retrata con acierto la debilidad de una sociedad que se deja encandilar por los intereses de unos pocos y en la que la opinión del individuo se diluye en medio de una amalgama de intereses. Lo mejor de la película es que se trata al público con inteligencia, permitiéndole que saque sus propias conclusiones acerca de lo que está observando y limitándose a proporcionarle la información con la mayor objetividad posible. No nos extenderemos mucho a la hora de comentar el filme, ya que en el próximo número de la revista Making Of publicaremos una Guía Didáctica sobre él.
Sobre el tema del tabaquismo también existen algunos interesantes documentales que critican la acción del tabaco e intentan ofrecer a los espectadores una información fiable y objetiva. Uno de los más conocidos es Bright Leaves. Dirigido por el veterano y prestigioso Ross McElwee, bisnieto del tabaquero fundador de la marca Bull Dirham, el director nos ofrece un viaje a través de la zona del tabaco de Carolina del Norte para registrar su punto de vista sobre el tabaco, la adicción y la pérdida del acto social de fumar en pro de la manufactura industrial del tabaco. Aunque la película es bastante suave en cuanto a su crítica, el director no deja de denunciar la fuerza que han adquirido determinadas compañías estadounidenses en la sociedad norteamericana actual. Mucho más dura resulta Dying for a Smoke (cuya traducción aproximada sería “Morir por un cigarro”) de 1992. En ella el realizador William Riead realiza una dura crítica sobre el tabaco y las tabacaleras. Con la colaboración de prestigiosos actores como Charlton Heston, Gregory Hines o Chuck Norris (todos ellos antiguos fumadores), la película resulta ser un incisivo documento en el que se habla de los efectos de la adicción al tabaco: muerte prematura, cáncer, malformaciones en los niños, etc. Todos los temas son tratados en pro de un objetivo claro: concienciar a la población sobre los nocivos efectos de la nicotina.
La relación entre cine y tabaco se remonta a los orígenes del medio. La lástima es que esta relación siempre haya estado mediatizada por los intereses económicos de la industria, que ha visto en el cine una extraordinaria estrategia de promoción, y no por la salud de los consumidores. Aunque legal y socialmente aceptado el tabaco es una droga cuyos efectos nocivos son conocidos por todos. Sería interesante que, por supuesto sin censuras, el mundo del cine prestara más atención a este problema que afecta a millones de personas en todo el mundo.
Autor: Inma Sánchez Moreno
Licenciada en Pedagogía por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)