Entrevista a Juan José Vergara

Pedagogo experto en innovación educativa, metodologías activas y Aprendizaje Basado en Proyectos.

Autor de cursos online sobre Aprendizaje Basado en Proyectos para Educación Primaria, Secundaria y educación no-formal, colabora con el GICE (Grupo de Investigación sobre Calidad Educativa para la Justicia Social) de la Universidad Autónoma de Madrid y con el ITE del Ministerio de Educación como autor y coordinador de cursos online en el proyecto “Mentor” en el área de Metodologías Activas. Ha formado parte del equipo técnico de desarrolladores del Decreto de contenidos del nuevo Título de Técnico Superior en Animación Sociocultural y Turística, para la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. Es formador en ABP para los centros españoles participantes en el proyecto Global Cities (España, Reino Unido y Alemania). Experto consultor y formador para el Ministerio de Educación en Chile (SNAeduca) para la implementación del Aprendizaje Basado en Proyectos en la Formación Profesional (2016-18) y es ponente internacional en conferencias y seminarios (Méjico, Puerto Rico, Chile). Coordina el Proyecto “Hermanadas por la Justicia Social” que se desarrolla durante 2015-18 en diversos centros educativos, asociaciones, la Universidad Autónoma de Madrid y Latinoamérica.
¿En qué consiste el Aprendizaje Basado en Proyectos?
El enfoque de Proyectos no es algo nuevo en el aprendizaje. Sin embargo supone un cambio radical de mentalidad sobre el modelo tradicional de enseñanza. En resumen no es otra cosa que aprender “por el sentido común” cosa que es abiertamente contraria al modelo que hemos heredado en nuestras escuelas.
Trabajar por proyectos compromete el aprendizaje como la respuesta del alumno a su necesidad de comprender la realidad que le rodea y actuar en ella. Como estrategia de enseñanza, lo que hace es invitar al docente a interrogarse sobre la relación que tienen los contenidos que debe tratar en sus clases con las vidas concretas de sus alumnos: ¿dónde puede observar mi alumno la realidad que quiero tratar en clase?, ¿qué dicen los contenidos de mis alumnos?, ¿cómo puedo ayudarle a comprenderla mejor?, ¿cómo puede actuar en ella?
El proceso –al margen del modelo concreto que se use– pasa por un momento inicial en el que se hace visible una realidad que necesita una respuesta decidida por parte de los alumnos. En algunos casos es un reto que se les plantea, una visita inesperada, la inmersión en un contexto determinado o la presentación de determinados materiales que obligan al alumno a emprender un proceso de investigación y acción que culmina en la realización de una acción concreta que responde al resultado del aprendizaje obtenido.
En definitiva supone diseñar la enseñanza como respuesta a la necesidad de aprender. Por esto te decía que es “aprender por el sentido común”. Radicalmente distinto a entenderla como un acto transmisivo en el que los contenidos se organizan por bloques, temas, unidades, etc. en los que se trabaja desde el simulacro y no la realidad. Y alejado de los intereses concretos de los aprendices.
¿Qué diferencia esta estrategia de enseñanza-aprendizaje de otras metodologías? ¿Por qué la recomiendas? ¿En qué contextos concretos?
La primera característica que creo importante si queremos que suponga un cambio efectivo en la forma de enfocar la enseñanza es precisamente entenderla como una estrategia y no como una metodología. Las metodologías son “recetas” que describen un proceso cerrado que asegura determinados resultados. Entender el enfoque de proyectos como una estrategia se acerca más con el concepto de “método” del que hablaba Edgar Morin. Ese marco de pensamiento estratégico que una comunidad educativa puede asumir para recorrer el camino que pretende. Para hacerlo es fundamental que entienda que los verdaderos y únicos expertos en sus alumnos son ellos mismos y que las herramientas que poseen pueden servir para ser empleadas en ella.
Además de esto, se pueden identificar algunos elementos comunes y deseables que la diferencian de otros enfoques:
- Cuestionan el espacio y el tiempo ofreciendo experiencias ricas de aprendizaje que dibujan un continuo entre la escuela y la sociedad.
- Redefinen el papel de docentes, alumnos y comunidad.
- Parten de los intereses concretos de los alumnos.
- Se comprometen con la cooperación como herramienta básica de aprendizaje.
- Trabajan desde (y para) la realidad. Huyen del simulacro como recurso de enseñanza.
- Tienen una estructura narrativa.
- Se orientan al desarrollo de procesos de pensamiento de orden superior (creatividad, pensamiento crítico, etc.).
¿Qué papel debe jugar el profesorado en la inclusión del ABP? ¿Qué necesitan para iniciarse en esta estrategia? ¿Es fácil?
Hoy podemos asegurar que el conocimiento está distribuido. No es posible defender que el docente puede albergarlo en su cabeza. Tampoco que su función sea transmitir todos los contenidos que sus aprendices necesitan conocer, entre otras cosas porque no sabemos
qué necesitarán saber nuestros alumnos dentro de algunos años.
En el ABP el docente juega un papel mucho más interesante. Provoca la mirada de los alumnos en torno a una realidad interesante que exige la respuesta de sus alumnos, prevé los contenidos curriculares que servirán a sus alumnos para que aumenten su comprensión en torno a ese tema, ofrecerá los recursos organizativos y didácticos necesarios para que los propios alumnos definan su proceso de aprendizaje en torno a la tarea que tienen delante. En definitiva pasa a acompañar y facilitar el aprendizaje teniendo claro que su papel ha dejado de ser un transmisor de contenidos para convertirse en un provocador y facilitador de experiencias ricas de aprendizaje.
Hacer esto exige sobre todo un cambio de mentalidad en el profesorado. El desarrollo de redes profesionales de docentes que comparten ideas, dudas y experiencias es un recurso excelente para permitir su desarrollo. Acompañarlas de una revisión de la vida de los centros de forma que se conviertan en espacios abiertos y activos en los que las comunidades educativas emprenden tareas emocionantes es algo que lo facilita tremendamente.
Un alumno que esté acostumbrado a trabajar
por proyectos tendrá más capacidad de identificar
sus necesidades de aprendizaje y llevarlo a la práctica
¿Qué resultados ha dado hasta ahora de cara a los estudiantes?

No creo que sea útil trabajar por proyectos todo el tiempo ni para todos los objetivos que nos planteamos en el día a día de nuestras clases. Hacerlo desterraría decenas de estrategias interesantes que se demuestran eficaces para procesos importantes en la enseñanza. Como te decía, el ABP es especialmente eficaz para desarrollar la capacidad creativa, el pensamiento crítico, la capacidad de aprender a aprender a lo largo de toda la vida. Adquirir la habilidad de convertir el aprendizaje en un proyecto y saber cómo emprenderlo en cualquier momento de la vida y cuándo se necesite es un objetivo muy deseable en una sociedad tan profundamente cambiante como la que vivimos. Es para esto en lo que se demuestra especialmente eficaz.
Un alumno que esté acostumbrado a trabajar por proyectos tendrá más capacidad de identificar sus necesidades de aprendizaje y llevarlo a la práctica. Será más eficaz en el trabajo en grupo, en la búsqueda de información, su organización, el diseño de tareas concretas y, sobre todo, estará en mejores condiciones para producir resultados concretos y en la realidad: producción de textos, vídeos, etc., resolución de problemas, capacidad de realizar prototipos, comprometerse con la realidad y actuar en ella.
Hoy en día las propias empresas saben que algo muy importante para la selección de sus empleados no está solo en su capacidad técnica. El desarrollo de todo tipo de habilidades blandas (softskills) son determinantes para ellos. Así pues necesitan trabajadores que se incorporen creativamente a sus proyectos, tengan capacidad de trabajo en equipo, demuestren habilidades relacionadas con el pensamiento crítico o ejecutivo. Curiosamente cualquier organización que trabaje comprometida con el desarrollo de la sociedad necesita también estas cualidades en los ciudadanos que queremos para el resto del siglo que vivimos.
En tu perfil de Twitter, comentas que “Solo se aprende lo que emociona. Solo se enseña lo que seduce”. ¿Qué recomiendas para poder cumplir con esta premisa?
Sin duda es una pequeña provocación con la que intento poner el foco en una parte de la enseñanza que normalmente está desatendida en los diseños didácticos. Para que una persona decida emprender un aprendizaje lo primero que tiene que pasar es que decida hacerlo. Desarrollar la intención de aprender debe ser parte del diseño didáctico. Pero esto no es sólo “motivar” al alumno. Se trata de conseguir un compromiso con el proyecto de aprendizaje.
Para hacerlo es necesario preguntarse la utilidad que éste va a tener para el aprendiz. Sólo interrogándonos sobre la presencia que los contenidos de la enseñanza tiene en nuestros alumnos podremos conseguir que se sumen al proyecto y se conviertan en los verdaderos creadores de su aprendizaje.
En la sociedad líquida en la que vivimos crees que ¿la sobreestimulación de los estudiantes puede ser un hándicap de cara a su formación? ¿Podemos hacer algo al respecto?
Realmente éste no es un tema que me interese especialmente planteado en esos términos. Esta avalancha de estímulos que recibimos en la actualidad no va a descender y por lo tanto la discusión no está en argumentar a favor o en contra de ella. Es como discutir sobre si la llegada –en el siglo pasado– de la digitalización fue buena o mala. La discusión no va a cambiar la realidad.
De lo que se trata es de reconocer cuál es la realidad que realmente vivimos actualmente y reconocer que el contexto, las relaciones, las necesidades de los aprendices y la forma como se enfrentan a ellos es radicalmente distinta a la de hace 30 ó 40 años.
Algo que me estimula en la enseñanza es saber que entre una clase y la siguiente que conviva con mis alumnos habrán mediado centenares de estímulos de todo tipo. Muchos de ellos habrán provocado interés, interrogantes, preguntas. Un gran desafío es cómo diseñar el aprendizaje de forma que se integren en tu proyecto educativo y no sean un “enemigo” que debemos neutralizar.
Apuestas claramente por el aprendizaje cooperativo. ¿Cómo podemos inculcar esta metodología en una sociedad tan individualista como la nuestra?
No creo que la sociedad viaje especialmente hacia el individualismo en su dinámica cotidiana, laboral o de aprendizaje. Lo que sí creo es que es una sociedad cada vez más injusta y con diferencias inaceptables entre las vidas de unas y otras personas del planeta, los barrios y las familias.
Sin embargo la dinámica relacional es mayor. La movilidad de las personas ha aumentado significativamente y las posibilidades de comunicación con Internet son mayores. Hoy es habitual que los jóvenes viajen, realicen estudios y trabajos fuera de su país. Pertenecen a distintas redes relacionales que se aglutinan en torno a metas conjuntas, intereses compartidos, etc. Los trabajos exigen movilidad y capacidad de trabajo en grupo. Los modelos de familia se han diversificado al igual que los modelos de relación de amistad, compromiso político, ciudadano, etc. Sin duda las habilidades relacionadas con la cooperación son fundamentales en cualquier ámbito de la vida y por lo tanto es fundamental que se conviertan en la herramienta básica del aprendizaje. Una herramienta que –sin duda– será la que permita comprometerse con el problema de fondo que realmente tenemos y es la desigualdad que se radicaliza a pasos agigantados en el presente.
Defiendes no poner deberes y en su lugar diseñar experiencias de aprendizaje. ¿Puedes contarnos un poco más sobre esta postura? ¿Es factible?
Hace algunos meses aportaba esta idea en el debate que la Comunidad de Madrid decidió mantener sobre el asunto de las tareas escolares.
Que las tareas que los alumnos realizan fuera de las escuelas tiene que cambiar es algo que nadie duda. La pregunta era ¿cómo?. Desde mi punto de vista tengo claro que es fundamental que no exista una barrera entre lo que los alumnos aprenden fuera y dentro de las escuelas. Es lógico, por tanto, que estas actividades de aprendizaje sean incluidas como parte del diseño didáctico. El problema –y así lo defendía– es que aún cuando se rediseñen de forma que reúnan las características que te he descrito antes no funcionarán. Y esto es así porque el mismo concepto de “deberes escolares” tiene asociado un significado que se opone radicalmente al aprendizaje como yo lo entiendo.
Las experiencias de aprendizaje son un compromiso con la continuidad entre los espacios formales y no-formales, el reconocimiento de que el centro del aprendizaje es el alumno y que los docentes lo que podemos hacer es realizar propuestas, estímulos, desafíos, a los que el alumno se sume dentro y fuera de las aulas.
¿Como formador de profesores, ¿con qué problemas te has encontrado por parte del profesorado a la hora de introducir nuevas metodologías?
Las que más escucho son las relativas a las dificultades en su implementación en los centros. La organización rígida del currículo, la rendición de cuentas que se pide a los docentes por parte de las administraciones y las familias, las pruebas externas, etc. se sitúan como las grandes dificultades de los docentes para introducir otros enfoques en su trabajo. Tienen razón.
Es necesario revisar el modelo de enseñanza y apostar decididamente por otro que responda a las necesidad de la sociedad que vivimos. Esto no será posible sólo con la voluntariosa actitud de los docentes. La innovación se producirá de la confluencia de todos los actores intervinientes: administración, centros, docentes, aprendices, familias, etc.
Sin embargo, también es cierto que los docentes reconocen que enfocar la enseñanza desde la estrategia de proyectos exige unas habilidades nuevas en las que nadie les formó. Nadie pidió a un profesor que fuera creativo, que conociera herramientas para mirar a sus alumnos, identificar sus necesidades, provocar experiencias, invitarles a llevarlas a la realidad, etc. Este
cambio de mentalidad exige que en la formación de los docentes comience a producirse un profundo debate. Los docentes lo demandan.
¿Por dónde crees que tirará el mundo educativo en los próximos años? ¿Hay que sacar la educación de las aulas?
El aprendizaje está en todos los sitios y todo el tiempo. Aprendemos dentro y fuera de las aulas. Es más debemos comenzar a comprometernos con la idea de que la educación es cosa de todos y todas. Esto debe dejar de ser una declaración de intenciones y comenzar a trabajar en conceptos realmente inclusivos.
Lo que es seguro es que algo está pasando emocionante en educación actualmente. Decenas de docentes se reúnen en todo tipo de foros para compartir su deseo de cambio. La educación que sueñan no responde a la que han heredado. Esta idea no está llegando desde las voces de los teóricos. Son los propios prácticos de la educación los que están protagonizando el cambio. Creo que la masa crítica de docentes convencidos con ese sueño hace imparable el cambio.
Mi previsión para el futuro en la práctica educativa es que dejará de orientarse a la implementación de propuestas cerradas y se encaminará a la estabilización de redes de docentes y comunidades que no dan respuestas, pero son capaces de hacerse muchas preguntas y trabajar con ellas. Compartir experiencias, interrogarse sobre ellas e invitar a nuevos espacios de co-creación creo cambiarán radicalmente las maneras de vivir la profesión docente. Ya lo están haciendo.
Muchas gracias, Juanjo.

Autor: Juan José Vergara
Juan José Vergara es Experto en innovación educativa y metodologías activas. Pedagogo con Especialidad “Organización y Dirección de Centros Educativos”. Especialista universitario en animación sociocultural y educación de adultos. Profesor titular de la especialidad de Intervención Sociocomunitaria. Maestro en excendencia en la Comunidad de Madrid (España).