Moonlight: una película para pensar la identidad en clave pedagógica

Making Of 151

Propuesta de uso del filme Moonlight (2016) de Barry Jenkins para trabajar el tema de las identidades no estereotipadas desde un punto de vista formativo.

 

 

 

FICHA

Título original: Moonlight
Dirección: Barry Jenkins
Nacionalidad y Año de producción:
Estados Unidos, 2016
Duración: 111 min.
Interpretación: Trevante Rhodes (Black), Naomie Harris (Paula), Mahershala Ali (Juan), Ashton Sanders (Chiron), André Holland (Kevin), Alex R. Hibbert (Little), Janelle Monáe (Teresa), Jharrel Jerome (Kevin adolescente), Shariff Earp (Terrence), Duan Sanderson (Azu)
Producción: Dede Gardner, Jeremy Kleiner y Adele Romanski
Guion: Barry Jenkins, basado en la historia de Tarell Alvin McCraney
Música: Nicholas Britell
Fotografía: James Laxton
Montaje: Joi McMillon y Nat Sanders
Diseño de producción: Hannah Beachler
Dirección artística: Mabel Barba
Productora: A24 / Plan B Entertainment / PASTEL
Distribución: Diamond Films

 

Cine, diversidad y educación: el relato de identidades no estereotipadas

A comienzos de 2015, el hashtag #OscarsSoWhite empezó a circular por la red social Twitter. En poco tiempo alcanzó miles de comentarios, gran parte de los cuales estaban dirigidos a criticar el tipo de películas que terminaban alcanzando mayor reconocimiento y visibilidad en la industria cinematográfica hollywoodiense. La figura del varón, blanco y de clase media-alta estaba claramente sobrerrepresentada dentro de los órganos directivos de la industria, así como en los jurados que acababan decidiendo no solo los premiados con determinado reconocimiento, sino también quiénes debían ser seleccionados como candidatos para concurrir a estos premios. La mirada estaba claramente sesgada. No es que todo fuese lo mismo y que la diferencia no estuviese representada en certámenes como los Premios Oscar, sino que, cuando la diversidad aparecía, lo hacía desde determinada perspectiva y, la gran mayoría de las veces, de manera estereotipada.

Esta campaña crítica y reivindicativa, surgida de manera popular en una red social, tuvo sus consecuencias. La demografía del jurado de los Oscar se vio modificada, dando cabida a una mayor diversidad entre aquellos que premian, pero, sobre todo, que nominan, pues el simple hecho de estar nominado implica ya lograr una gran visibilidad. Esto, por un lado, nos muestra la importancia de las redes sociales como herramienta política. El calado público que tienen estos medios, junto a la unión de mucha gente reivindicando lo mismo, puede llevar a cambiar las cosas y a hacer de este mundo un lugar algo más justo. Por otro lado, nunca sabre-mos si de manera casual o no, pero justo dos años después de que surgiese todo este movimiento, Moonlight, la película que vamos a comentar detalladamente aquí, se hizo con el Oscar a la mejor película, siendo un filme que, desde todos los puntos de vista cinematográficos, se alejaba del tipo de películas que tradicionalmente se habían hecho con este galardón (Ato, 2019).

Moonlight es una película que trata fundamentalmente del desarrollo de una identidad minoritaria en un mundo que le es adverso. Chiron, el protagonista de esta historia, se irá descubriendo y conviviendo consigo mismo en tanto que homosexual y en función de las experiencias vividas y del contexto. Sin embargo, aunque también, no es la temática lo que hace a esta película interesante desde un punto de vista pedagógico, sino fundamentalmente la manera en que la identidad es abordada. Lo que vemos en la pantalla es la narración de cierta cotidianidad. Nada especial pasa, simplemente son extractos de la vida ordinaria de un niño que se va haciendo adulto a la vez que va descubriendo, configurando y lidiando con elementos sustanciales de su identidad. En muchas ocasiones, cuando el cine se relaciona con el campo de la educación, tendemos a pensar en películas que tratan problemáticas de aula, que se producen en escuelas, con profesores y alumnos y donde siempre sucede algo excepcional. No obstante, la educación no está fundamentalmente ahí, sino que se encuentra en la cotidianidad, en las pequeñas cosas y en los pequeños actos. Es muy complicado contar cinematográficamente el día a día sin más, ya que suele ser monótono y, por tanto, aburrido y difícil de soportar, pero es ahí donde está la verdadera educabilidad. Las excepciones son lo circunstancial y sólo sabremos responder bien a ellas, si hemos trabajado la cotidianidad. Moonlight consigue captar y contar lo ordinario de modo magistral, siendo esto lo que la convierte en un buen material de carácter pedagógico, tanto para formadores, como para quienes se están formando.

Tal y como sostienen Osorio y Rodríguez (2010: 77), “pensar que el cine tiene que ver con la formación de maestros es proponer que tiene que ver con su subjetividad, es decir, no con lo que saben los maestros, sino con lo que son”. Esto quiere decir que el papel del cine en su formación no debe reducirse a ver reflejada en la pantalla una serie de conocimientos técnicos previamente estudiados, sino a hacerles capaces de adquirir una mirada pedagógica tal, que les permita ver lo educativo en cualquier parte y, para esto, el cine, en tanto que material que nos acerca múltiples aspectos de la realidad, es esencial. Por eso es importante trabajar con docentes, ya sea en ejercicio o en formación, películas no directamente relacionadas con contextos explícitamente educativos, sino otras que aparentemente nada tengan que ver, pero en las que se vean obligados a posicionarse como educadores. Lo esencial en el docente es reconocer su profesión como parte de su propia identidad y esto se logra fundamentalmente teorizando y practicando una mirada concreta que podríamos calificar de educativa o pedagógica (Gil Cantero, 2011). Solo de esta forma es posible mirar al cine de manera distinta, atendiendo a él como material de conocimiento tanto para el docente como para el estudiante, ya que el educador adquiere la capacidad de ver y transmitir lo educativo donde aparentemente no está. Veremos cómo hacer esto tomando como ejemplo Moonlight y el tema de la identidad.

Moonlight (2016) de Barry Jenkins.

Moonlight y la construcción de la identidad personal

La identidad es aquello que nos hace únicos y distinguibles del resto de personas, es por esta razón por la que, desde un punto de vista humano, su construcción se torna fundamental. Nuestra identidad se va fraguando desde nuestro nacimiento, por un lado, reconociendo como propias aquellas características fisiológicas con las que hemos nacido; y, por otro lado, culturalmente, por imitación, contacto y transmisión de nuestra familia, de aquellos que nos son más próximos y que acompañan los primeros pasos que damos en este mundo. Ahora bien, poco a poco, según vamos aumentando en edad, salimos de los muros de nuestra casa, del entorno que, en principio, nos es más seguro y protector, para encontrarnos con otras maneras de ser y de hacer, con las que tendremos que convivir y que, a través de su mirada, nos harán, o bien afianzar, o bien rechazar, ciertos aspectos aún incipientes en nuestra identidad. Quién somos se compone de múltiples elementos que aluden a diversas maneras de ser y pertenencias concretas. No todas nos definen por igual y tampoco a todas les damos la misma importancia; sobre todo, porque algunas pueden ser no muy bien percibidas por los demás, lo cual nos duele y nos deja marca.

Según Maalouf (2005, 33-34), “son esas heridas las que determinan, en cada fase de la vida, la actitud de los seres humanos con respecto a sus pertenencias y la jerarquía de estas. Cuando alguien ha recibido vejaciones por su religión, cuando ha sido objeto de burlas por el color de su piel o por su acento, o por vestir harapos, no lo olvida nunca”. Esto precisamente le sucede a Chiron, un niño tímido y retraído, que terminará por esconder su sexualidad en un mundo en el que siente que no puede tener cabida. Ahora bien, a pesar de que, desde el comienzo de la película, vemos cómo el protagonista es objeto de bullying, por parte de sus compañeros, y de maltrato, por parte de una madre drogadicta incapaz de atenderle como debiera, el contexto y todo lo que lo rodea, nos hace darnos cuenta de que la violencia que rodea a nuestro protagonista es estructural y no coyuntural. Es decir, no se trata de una madre perversa y cruel, cuyo afán es dañar a su hijo. Tampoco se trata de niños que la toman con Chiron sin más. Más bien lo que sucede aquí es que las raíces del mundo en que vive Chiron se encuentran sustentadas en pura violencia, en una división rígidamente marcada entre fuertes y débiles; esto es, en una despiadada lucha por la supervivencia en la cual, determinadas maneras de ser están desde el inicio y previamente a que se manifiesten, abocadas a salir perdiendo.

Así pues, lo que esta película refleja es un claro ejemplo de sufrimiento social, un tipo de sufrimiento que surge del choque entre unos valores sociales rígidos arraigados y unos elementos identitarios personales que no encajan con los primeros. La rigidez del sistema social de valores hace que cualquier elemento identitario que no encaje permanezca oculto o sea castigado, lo cual produce en el individuo que lo experimenta malestar y sufrimiento (Antón Hurtado, 2017). A Chiron lo vemos sufrir a lo largo de todo el filme y, si bien ese sufrimiento se explica y se agrava a raíz de hechos puntuales concretos, no deja de acompañarlo todo el tiempo, en sus gestos, en su mirada, en sus palabras y, sobre todo, en sus silencios (Alves de Souza y Rambaldi, 2018). Chiron crece sufriendo por reconocerse tal y como siente que es. Ahora bien, como decíamos antes, en las vivencias de nuestro protagonista no hay nada de especial, sino simple y llana cotidianidad en determinado contexto. Esto hace a Moonlight diferente de otro tipo de filmes donde lo grotesco llega a confundirse con lo diverso, haciendo imposible un análisis e interpretación desde el punto de vista pedagógico. La ficción que educativamente nos sirve es aquella que siendo ficticia refleja cierta verdad, no la que, presentando la excepción como ejemplo generalizador, no acaba sino por transmitir pura falsedad.

Siguiendo a García Serrano (2017, 4), “tal vez sea que esto de la identidad tiene mucho más que ver con la naturaleza simple de las cosas, con dejar que los ríos fluyan por cauces naturales, que con las concienzudas reflexiones, las industrias culturales colonizadas y las operaciones de partidos e instituciones en su afán de arreglar el mundo y las fronteras”. Esta película no pretende arreglar nada, tampoco es un ejemplo de lucha personal ni por ni contra nada, simplemente se trata de un relato ordinario; de la historia de un niño que se hace mayor en un contexto de violencia y teniendo que convivir con ciertos elementos de su identidad que dicho contexto ni permite ni acepta. No obstante, este niño no es especial, sino cualquiera. Precisamente esto es lo que hace a esta ficción muy verdadera y lo que, al mismo tiempo, la convierte en educativamente interesante, tanto para quien se está formando, pues puede verse fácilmente reflejado, como para quien forma, ya que puede observar claramente una situación de necesidad de intervención pedagógica.

La película está dividida en tres partes, cada una correspondiente a un periodo en la vida del protagonista –infancia, adolescencia y edad adulta–. A su vez, cada etapa es titulada con un nombre distinto, aunque siempre aludiendo a la misma persona.

A continuación, señalaremos las escenas más relevantes de cada una de las partes, desde un punto de vista pedagógico, indicando de manera explícita qué hace que sean en este sentido destacables:

a) Little. La película nos sitúa en un barrio desfavorecido de Miami. Comienza con un traficante de droga y su jefe hablando de banalidades y con el que será nuestro protagonista, un niño delgado y bastante pequeño, huyendo desesperadamente de otros niños que, insultándole, le persiguen corriendo. El niño conseguirá esconderse en un apartamento que parece abandonado y que, como puede apreciarse, ha debido servir de refugio para drogadictos, ya que se encuentra repleto de restos orgánicos y de jeringuillas usadas. Aún así, el niño no quiere salir. Tiene miedo. Juan, el capo de la droga que se encontraba por allí controlando su zona de venta y que, casualmente, observa la situación de lejos, será quien lo saque del apartamento. Juan es alto y corpulento. Aparenta seguridad y confianza, de manera que el niño acepta salir de su escondite con él. Juan lo invitará a comer y, durante toda la comida, el niño comerá con ganas, pero no dirá nada. Sólo manifestará cierta mirada de tristeza y silencio. No quiere contar qué sucede con los otros niños, quién es su madre o dónde está viviendo. Prefiere no hablar o quizá su mundo le hiere tanto que ni siquiera es capaz de hacerlo. Es entonces cuando Juan, viendo que el niño no suelta palabra, decide llevárselo a su casa y presentarle a Teresa, su pareja, quien él está convencido que será capaz de hacerle hablar. No se equivocará, precisamente porque Teresa le reconocerá como es y no como le ven los demás, el niño se abrirá. Sentado a la mesa, comiendo de nuevo –lo cual refleja que está muy hambriento–, Teresa comienza por darle cierta tregua, diciéndole que esté tranquilo y que hable solo cuando esté preparado para hacerlo. Es en ese momento en el que el niño dice “Me llamo Chiron, pero la gente me llama Little (pequeño)”, Juan empieza una frase diciendo “Muy bien, Little…”, pero es interrumpido por Teresa, quien afirma que ella le va a llamar por su nombre y no por el apodo que en la calle le han impuesto. Es justo ahí, cuando es reconocido como Chiron y no como Little, cuando el niño empieza a abrirse y a responder algunas preguntas; no todas, pero algunas, las que menos duelen. Indica dónde vive y que lo hace con su madre, se queda en silencio, en cambio, cuando le preguntan por su padre. No hay padre. También se queda en silencio cuando le ofrecen llevarle inmediatamente a casa. No desea hacerlo, algo pasa. Esa noche Chiron la pasará con Juan y Teresa, al día siguiente Juan lo llevará a su casa y descubrirá la situación de Chiron con su madre, prostituta, drogadicta y con apenas recursos. Esto, de algún modo, le hará sentirse responsable, de manera que el filme nos hace entrever que los encuentros de Juan y Teresa con el niño se irán prolongando en el tiempo. Ambos se erigirán en la distancia como las figuras paterna y materna que Chiron no puede encontrar en casa. En el caso de Juan, se nos muestra el comienzo de esta relación a través de una escena típicamente parental. Juan enseña al niño a nadar en el mar y conversa con él como solo un padre podría hacer. Le habla de la identidad, del hecho de ser negro y, por tanto, de las dificultades que ambas cosas juntas entrañan. Le transmite la existencia de obstáculos de carácter estructural, pero animándole finalmente a sobreponerse a ellos:

Moonlight (2016) de Barry Jenkins.

JUAN: Te voy a decir una cosa. Hay gente negra por todas partes. Nunca lo olvides. Vayas donde vayas la habrá, fuimos los primeros en este planeta. Yo llevo aquí mucho tiempo. Soy de Cuba. Allí hay muchos hermanos negros, aunque nunca habrás oído hablar de ellos. Yo era un pequeño salvaje, igual que tú. Iba descalzo, cuando salía la Luna. Una de esas veces, me encontré con una anciana muy vieja, yo estaba corriendo, dando voces y haciendo el idiota, y esa anciana me paró y me dijo: “Corriendo así, atraparás toda esa luz y, bajo la luz de la Luna, todos los chicos negros parecen azules, tú eres azul, y así te voy a llamar, Azul”.
CHIRON: ¿Así que tu nombre es Azul?
JUAN: No. Un día debes decidir por tí mismo quién quieres ser. No puedes dejar que otros tomen esa decisión por tí.

Es decir, por mucho que desde fuera pretendan determinar quién uno es, aunque lo definan de cierta manera, ya sea singular o genérica, cada uno somos únicos y debemos decidir quién queremos ser, pudiendo expresar así nuestra autenticidad, aquello que nos hace únicos y diferentes de los demás. Chiron es negro, no lo puede evitar, y ese color de piel lo marca socialmente y no de una forma positiva. Un halo de tristeza –blue en inglés significa azul, pero también triste– recubre a todas las personas de tez oscura cuando llega la noche y el mundo descansa de toda su actividad discriminadora del día. No obstante, hay muchos negros, de manera que uno nunca está del todo solo, y, a su vez, puede escapar de esa tristeza general construyéndose a sí mismo de manera personal, escapando así de los estereotipos externos que pretenden imponerle una identidad que en el fondo no le es propia sino ajena. Este mismo discurso se repite un poco más adelante, cuando Chiron pregunta a Juan y Teresa so-bre el significado de la palabra “faggot" (maricón) y si dicha palabra lo define a él. Entonces Juan le dice que dicha palabra es utilizada para insultar y hacer sentir mal a quienes son homosexuales, que él podría ser homosexual, pero que, independientemente de eso, no podía dejar que nadie lo llamase “faggot”. Entonces, Chiron pregunta que cuándo y cómo sabrá si es homosexual, a lo que Teresa le responde que lo sabrá cuando tenga que saberlo. Es parte de su identidad y la identidad no puede ser impuesta. Será él mismo quien lo vaya descubriendo. En esta misma escena se nos muestra cómo nuestro protagonista descubre que Juan, su referente paterno, es quien vende droga a su madre, cuya adicción le mantiene a él en una situación precaria y lamentable. Esto hace el desarrollo de Chiron, aún más complejo si cabe. No obstante, la influencia de estos dos padres que no siéndolo ni biológicamente, ni en los papeles, ejercen como tales, llevarán a Chiron a intentar alcanzar en la adolescencia su propia y auténtica identidad. La manera de gestionar el proceso de desarrollo de un niño en una situación social y personal sumamente vulnerable, por parte de Juan y Teresa en la figura de padres, es pedagógicamente destacable. La paciencia, el respeto de los tiempos, las palabras medidas, pero sinceras y transformadas en consejos, responden al ejercicio de una relación educativa libre, pero al mismo tiempo, cuidadosa y atenta.

b) Chiron. La segunda parte de la película comienza con un Chiron adolescente, sentado en su pupitre en clase. Su cuerpo ha cambiado, no su mirada, su mirada sigue expresando sufrimiento. Aparentemente está distraído, su profesor le pregunta si le sucede algo y, antes de que pueda responder, Terrel, uno de sus compañeros, lo hace por él, llamándole “Little” e indicando que muy probablemente lo que le ocurra es que “se le haya olvidado cambiarse el tampón”. El profesor reprende a Terrel, quien sale de clase amenazando a Chiron. Con el paso de los años, el bullying hacia nuestro protagonista no parece haber cesado. Ya no es tan pequeño, pero es muy delgado y con cierta apariencia corporal que lo sitúa en un estatuto de debilidad. Acaba la jornada escolar y Chiron no parece querer salir del centro. Tiene miedo. Observa desde dentro y Terrel y sus colegas están parados fuera. Es muy probable que le estén esperando y no quiere enfrentarse a ellos. Es entonces cuando se encuentra con Kevin. Kevin ya había aparecido en la primera parte de la película, aunque de manera secundaria. Si durante la infancia los referentes familiares son los esenciales y por eso Juan y Teresa ocupan un lugar principal en la vida de Chiron, ahora estamos en la adolescencia. Aquí lo fundamental son los iguales, así que será Kevin quien pase a desempeñar ese lugar destacado en la vida de nuestro protagonista. Cuando eran pequeños, Kevin fue el único niño que aceptaba a Chiron tal y como era; no se metía con él, ni le insultaba, sino todo lo contrario, le animaba a que sacara fuerza y se defendiera. Ahora también está cambiado. Ambos se saludan, Kevin le cuenta que ha sido castigado porque le han pillado teniendo relaciones sexuales con una de las chicas que mejor cuerpo tiene. Presume de tener sexo con ella, de lo que a ella le gusta y de su figura de macho dominante. Kevin desempeña el papel que su contexto social valora y farda de hacerlo. Sin embargo, a diferencia de Terrel, no la toma con quien no lo hace, sino todo lo contrario, es amable. Kevin se despide de Chiron llamándolo “Black”, así ha decidido llamarle. Las escenas siguientes nos meten en situación mostrándonos de manera sencilla el contexto de Chiron en su adolescencia. Su madre sigue ejerciendo la prostitución y está muy enganchada a las drogas, de modo que no se ocupa de su hijo, e incluso lo maltrata; Juan ha fallecido, pero Teresa sigue ejerciendo el papel de madre; el acoso por parte de sus compañeros no cesa y él empieza a descubrir su sexualidad, tiene sueños eróticos con Kevin. El momento más destacado de esta segunda parte tendrá lugar en la playa. Kevin y Chiron se encuentran, el primero había ido allí a fumar hierba, el segundo a mirar las olas y huir de la situación desesperada que vive con su madre en casa. Comienzan a hablar, fuman juntos y se empiezan a abrir uno con el otro de forma sutil; Chiron más que Kevin, a este último le cuesta más salirse del rol que el contexto le ha impuesto, debe parecer fuerte, no expresar sentimientos. Sin embargo, la apertura y sinceridad de Chiron poco a poco le van ablandando, empiezan a insinuarse uno al otro de manera indirecta, tanteando el terreno, un terreno socialmente prohibido que, si no es realmente compartido, puede llegar a ser sumamente peligroso, por eso van con mucho tiento. Entonces se besan, se tocan y disfrutan de cierta sexualidad que la cámara directamente no muestra. Los protagonistas se merecen intimar en privado. El sexo explícito es algo que al espectador no le interesa. Lo que sí tiene relevancia es el instante inmediatamente posterior a la culminación del encuentro sexual, ya que Chiron lo primero que hace es pedir perdón. Esto nos muestra hasta qué punto una identidad socialmente no aceptada puede llegar a producir en quien la vive incluso culpabilidad por el hecho de manifestarla. Kevin le contesta que no tiene de qué disculparse, le lleva a casa en coche y se despiden de manera amigable. Es la primera vez que Chiron es quien realmente siente que es delante de alguien; la primera vez que comparte una parte para él sustancial de su identidad con otra persona. Chiron, por primera vez, se ha manifestado como Chiron. Tras esto, vuelve a casa, se encuentra a su madre en una situación lamentable. Esto le devuelve a su triste realidad. Al día siguiente, las cosas empeorarán aún más. Terrel reta a Kevin a un juego, elegirá a alguien y este lo tendrá que pegar hasta que no se pueda levantar. El elegido termina siendo el propio Chiron, que verá cómo la única persona que en su vida le ha hecho sentir alguien real, le pegará por orden de una de las personas que peor se lo hace pasar. En la pelea Chiron no quiere quedarse en el suelo, desafía a Kevin a seguir dándole puñetazos. Chiron, a diferencia de Kevin, no deja de ser sincero. Destrozado tanto física como psicológicamente, nuestro protagonista vuelve a casa. No ha querido denunciar a sus agresores, entre ellos está la persona a la que ama. Ahora bien, la cosa no quedará así, al día siguiente, un Chiron totalmente cambiado, con ira más que sufrimiento en los ojos, llegará a la escuela, entrará en el aula, cogerá una silla y reventará a Terrel con ella por la espalda. La última escena de esta parte nos muestra a Chiron es-posado, siendo introducido en un coche de policía y a Kevin presenciando toda la escena. En un silencio que dice demasiado, los dos personajes se acaban mirando. No parece haber reproche, sino una mezcla de culpa y sufrimiento.

Moonlight (2016) de Barry Jenkins.

c) Black. La tercera parte comienza con la imagen de un chico corpulento, fuerte y musculado conduciendo un coche. Nos recuerda al comienzo del filme, cuando veíamos a Juan controlar las zonas de tráfico a su cargo, solo que ahora no es Juan, sino Chiron quien ejerce esta función. Es un chico sano, hace mucho ejercicio, vive en un bonito apartamento, lleva ropa cara, fundas de plata en los dientes y conduce un coche último modelo. Chiron se hace llamar Black y Black es un capo de la droga en Atlanta, ciudad a la que lo trasladaron tras el incidente con Terrel en la escuela. Se ha construido una nueva identidad, que nada parece tener que ver con la de chico sensible y debilucho que solía ser. Ahora bien, la mirada no miente, sigue siendo la misma, sus ojos reflejan sufrimiento. Además, vemos como tiene pesadillas por las noches, sueña con su madre, esta le mira con odio gritándole que no la mire. Chiron se despierta agitado. Su infancia, su adolescencia, el pasado le sigue afectando a pesar de que ahora sea un capo corpulento, temido y respetado. Le vemos controlar su negocio, bromear con los traficantes de calle que trabajan para él y hablar chulescamente de mujeres en tanto que objetos sexuales. Black aparenta cumplir el rol de macho dominante que su contexto parece valorar y ha llegado a lo más alto, no parece hacerlo mal. Sin embargo, en su soledad, sigue sintiéndose desvalido, no lo puede evitar. Fue su historia con Kevin la que le llevó a esto y tal vez por eso, al decidir empezar de cero y construirse una nueva identidad, escoge el apodo con el que Kevin le solía llamar. Su historia con Kevin es la que lo ha llevado a renegar de Chiron y convertirse en Black. Un buen día recibe una llamada, piensa que es su madre pidiéndole de nuevo que vaya a visitarla, pero no es ella, es Kevin. La llamada le descoloca, Kevin solo lo llama para preguntarle cómo está. Le cuenta que ahora trabaja en un restaurante y que si algún día Chiron va por allí, le podría invitar. Chiron no dice nada, solo puede articular monosílabos y silencios. Esa noche sueña con Kevin. Tras esto, vemos a Chiron en su coche yendo a Miami. Primero se encontrará con su madre, quien ahora vive en un centro de desintoxicación en el que ayuda como voluntaria. Por fin parece estar desenganchada y le pide perdón. A Chiron le cuesta pero la abraza, parece haber cierta reconciliación. Seguidamente, irá al restaurante donde trabaja Kevin, quien al principio no le reconoce, ya que está muy cambiado. Serán los ojos de Chiron los que le hagan darse cuenta de que se trata de él. Su mirada no ha cambiado. En el restaurante Chiron probará el plato especial de Kevin, habrá momentos de charla, aunque breves. Kevin le cuenta que ha estado en la cárcel por un asunto de drogas, que tuvo un hijo con una antigua compañera del instituto y que, ahora, trabajando en ese restaurante, parece haberse reformado. Chiron le confiesa que él se dedica a la droga, que es uno de los capos de Atlanta y Kevin parece recriminarle con un “tú no eres así”, a lo que Chiron responde “tú no me conoces”. Kevin termina diciendo “¿seguro que no te conozco Chiron?”. Chiron ante esto calla, hay complicidad en sus miradas. Kevin es el único que le ha conocido de verdad y esto se manifestará un poco más adelante. Kevin cierra el restaurante, Chiron lo lleva a su casa, Kevin le invita a entrar y ahí tiene lugar la conversación final del filme donde se representa una clara puesta en juego de la identidad. Presenciaremos aquí un intercambio de sinceridades y acogimientos, con algunas críticas, pero no con reproches:

Moonlight (2016) de Barry Jenkins.

KEVIN: ¿Quién eres, tío?
CHIRON: ¿Quién, yo?
KEVIN: Sí, hermano, tú. Vas con esas fundas, ese coche…, ¿quién eres Chiron?
CHIRON: Soy yo, tío, no pretendo ser nadie más.
KEVIN: Así que ahora eres un tío duro.
CHIRON: Yo no he dicho eso.
KEVIN: ¿Y entonces qué? (mirada al suelo de Chiron) No te quiero agobiar… Es sólo que llevaba mucho tiempo sin verte y… No es lo que me esperaba…
CHIRON: ¿Y qué esperabas?
KEVIN (acercándose a Chiron y con mirada cómplice): ¿Te acuerdas… de la última vez que te vi?
CHIRON (tras un intenso silencio): Traté de no recordarlo mucho. Intenté olvidarme de esa época.
KEVIN (con cierto pesar): Ya…
CHIRON: Cuando llegué a Atlanta empecé de nuevo. Me hice a mí mismo desde cero. Me hice fuerte… (Intenso silencio y miradas encontradas) Y, y… ¿y tú qué?
KEVIN: ¿Yo? … Yo siempre fui un pringado. Fui tirando, tío. Nunca hice nada que yo quisiera realmente hacer. Hice lo que los demás creían que debía hacer. Nunca fui yo mismo…
CHIRON: ¿Y ahora?
KEVIN (con cierta sonrisa nerviosa): ¿Ahora? Ahora… Tengo al pequeño Kev… Y tengo trabajo… Otros 18 meses de condicional…
CHIRON: Es una auténtica mierda.
KEVIN: No, es una vida, ¿sabes? Nunca antes había tenido esto. Ahora voy siempre hecho polvo… y gano una miseria… Pero ya no tengo preocupaciones… No como las que tenía antes…. Eso es lo importante…. Pura filosofía Bob Marley.
CHIRON (tras un intenso silencio): Eres el único hombre que me ha tocado. Eres la única persona. Desde entonces yo no he tocado a nadie…
(Se miran intensamente, en los ojos de ambos ya no se ve sufrimiento sino paz, uno al otro se han abierto, la escena siguiente nos muestra a ambos sentados, con los brazos entrelazados y acariciándose…)

Decía el gran filósofo de la alteridad Emmanuel Lévinas que “la absoluta desnudez del rostro, este rostro absolutamente sin defensa, sin cobijo, sin vestido, sin máscara, es, sin embargo, lo que se opone a mi poder sobre él” (Lévinas, 2001: 80). No puedo huir de quien se abre totalmente desnudo ante mí, de quien me mira con plena confianza, de manera totalmente transparente y al mismo tiempo dejándome entrever su vulnerabilidad. No solo no puedo escapar, sino que ineludiblemente me tengo que responsabilizar. Esto es precisamente lo le ocurre a Black. Intenta mantener frente a Kevin la personalidad pública que se ha inventado y que, de cara a la galería al menos, lo mantiene a salvo. Sin embargo, cuando Kevin le mira a los ojos y le dice que siempre ha sido un pringado, que nunca ha sido quien quería ser y que, solo ahora, a pesar de su precariedad, empezaba por primera vez a caminar por sí mismo, sin dejarse dirigir por los demás, Chiron no puede ocultarse más. Deja de ser Black. Ante la desnudez no caben vestimentas, ante la sinceridad real no es posible mentir u ocultar. Aquí solo cabe la verdad y la intimidad. Chiron se ha liberado, Kevin también. Quizá su sufrimiento no haya acabado, pero al menos se tienen el uno al otro, al menos en ese instante, al menos de momento.

A modo de conclusión: Moonlight y la existencia de la diversidad incluso en lo que parece idéntico

La película termina con una imagen, Chiron de niño, por la noche, con la tez azulada por el reflejo de la luz de la Luna, en la playa, mirando hacia el mar y de espaldas a la cámara. Se da la vuelta, nos mira, es una mirada de sufrimiento y al mismo desnuda, hace al espectador responsable. Hay millones de niños como Chiron. A la luz de la Luna, todos los negros parecen iguales, parecen azules y lo parecen porque sufren. En nuestra mano está que dejen de hacerlo. El sufrimiento de Chiron es social; esto es, estructural y no coyuntural, de modo que somos los adultos, cambiando el mundo y educando, los que tenemos la responsabilidad de hacer que trayectorias de vida como esta dejen de tener lugar. Esta película refleja la diversidad intrínseca en lo humano, pues se da incluso donde todo parece ser igual. Juan, que por un lado ejercía con mano dura su rol de capo de la droga, por otro lado, mantenía una relación sentimental claramente horizontal, así como desplegaba con Chiron una gran sensibilidad parental. Kevin, luchando por adaptarse y ser uno más, tratando de cumplir con unos valores sociales que le imponían cierta masculinidad, en el fondo los odiaba y tenía aprecio por Chiron, quien más se alejaba de este rol. En esta película solo salen personas de tez oscura, es un filme que relata la violencia que acarrea la negritud en Estados Unidos, sobre todo en determinados contextos. Asimismo, se hace aquí explícito cuál es el rol de masculinidad que parece destacar en un mundo donde la supervivencia se mide meramente por el hecho de ser capaz de imponerse por la fuerza bruta a los demás. No obstante, también nos deja ver que este mundo, cuya base parece ser la violencia, esconde también paz, amor y resistencias. Hay muchas formas de ser negro y diversas maneras de ser hombre, incluso allí donde todo parece estar establecido y suponer un terreno de cultivo totalmente adverso. La película nos enseña a no prejuzgar en un mundo sobreinformado que nos insta a quedarnos siempre con lo superficial (Kannan et altri, 2017). A su vez, lo hace de una manera sencilla, simple y llanamente mostrando pequeños extractos de cotidianidad de una vida que siendo particular y muy concreta, podría ser la de cualquiera. Así pues, podemos afirmar que “Moonlight ilumina la diferencia que se mueve en los márgenes, en la sombra, en la intranquila voluntad de existir” (Mancelos, 2018: 210) de manera libre, responsable y auténtica. Esto es lo que la hace pedagógicamente destacable y una herramienta material tanto para educadores como para educandos, pues todos habitamos el mismo mundo y la vorágine de esta época a todos nos hace juzgar antes de tiempo. Moonlight nos enseña la importancia de observar atentamente, con calma y dejando que lo aparente muestre toda su profundidad. Allí donde todo parece feo, también puede encontrarse lo bello. Sólo es cuestión de permitir ser y de saber mirar.

 

Bibliografía

 

 

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Autor: Alberto Sánchez Rojo

Licenciado en Filosofía (2009) y Doctor Europeo en Pedagogía (2016) por la Universidad Complutense de Madrid con Premio Extraordinario de Doctorado. Profesor Ayudante Doctor del Departamento de Estudios Educativos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).