Un posible decálogo para enseñar cine

Making Of 173A partir de un posible decálogo se organiza una propuesta de enseñar cine, pero sin perder del horizonte que existe cine en las salas de proyección, en el hogar y en el aula.

 

 

 

Verano
—Del cinema al aire libre
vengo, madre, de mirar
una mar mentida y cierta,
que no es la mar y es la mar.
—Al cinema al aire libre,
hijo, nunca has de volver,
que la mar en el cinema
no es la mar y la mar es.

Marinero en tierra de Rafael Alberti

 

Primera enseñanza
Ir al cine

¿Cuándo fue la última vez que fue a una sala de cine? Parece que la pregunta tendría otra respuesta si se formulara de otra manera; es decir, ¿cuándo fue la última vez que vio una película? En efecto, son dos cosas muy diferentes, aunque tienen en común que comparten la magia del cine. Ir al cine es un ejercicio compartido, donde uno se mezcla con otras personas que, la mayoría de las veces, no se conocen. Pero, ese supuesto anonimato conforma parte del espectáculo compartido del cine… Sumidos en la oscuridad, un intenso haz de luz a nuestras espaldas ilumina la pantalla y ya nada volverá a ser como era antes. Todo gira en torno a unos personajes, sus diálogos y una historia. El cine nos hace movernos de aquí para allá. Es caprichoso y nos entregamos a su magia. Y el movimiento hace que no estemos quietos. Llegamos a ver lo que el actor no ha visto, pues el director nos lo reserva para nosotros. En ocasiones, se nos omite información relevante para el desenlace que atesora el protagonista. Y el juego de ver se hace intenso e inquietante. Y nos sumergimos en un constante movimiento de imágenes que nos envuelven, con un resultado donde la imaginación del espectador completa la magia del cine. La velocidad de crucero en este viaje se sucede a 24 fotogramas por segundo. Y ¿quién dice que el espectador no puede estar en otra galaxia o visitar los mares del sur; o bien embarcarse en el Titanic o visitar la antigua Grecia de Pericles? Y ello, nos invita a plantearnos que «el movimiento es presente, es el acto de recorrer» (Deleuze, 2009, p. 13), tal vez, igual que y en el cine. Pero esta manifestación artística, también, se nutrió con diversos movimientos cinematográficos; de creadores y gente con una misma sensibilidad generando tendencia.

Quizás, el espectador sea capaz de deambular por parajes recónditos y, en ocasiones, enfrentar situaciones en países lejanos en otras épocas… O, posiblemente, camine de la mano del protagonista que huye temeroso ante el acoso de los malvados. Un cine de ensoñación que nos hace cambiar de lugares, de descubrir aventuras con otros, de suscribir el sufrimiento de los demás con el deseo de liberarlos. Ahora bien, cabría preguntarse: ¿estaríamos hablando de un cine como espectáculo? Pero el público es el que sume en la butaca, mientras el espectador es aquel que es capaz de separar con la mirada. Entre ambos existe una sutil diferencia de calidad. El cine como imagen en movimiento se nutre de lo sonoro y genera un producto cultural: el audiovisual.

Una frase para evadirse: «Al inventarse el cine las nubes paradas en las fotografías comenzaron a andar» (Ramón Gómez de la Serna, escritor español).

Segunda enseñanza
El cine en casa

Ya no estás en el cine, sino en la casa. Es la pantalla de su televisor la que ahora se ilumina. Otros, más sofisticados, la llaman home cinema. El sonido lo envuelve todo, la pantalla se ha agigantado. Una especie de vuelco retorna al cine en la casa, pues a la pantalla la puedes llamar Gulliver y tú te empequeñeces como un diminuto liliputiense. Está claro, el espectador procura su confortabilidad y el cine en casa se la da, de sobras. Algunos dicen preferirla. Pero es el cine en casa; es eso, cine en casa.

Desde sus orígenes el cine requería del anónimo del compañero de butaca. El metraje no tenía parada y la oscuridad solo quedaba rota por aquel haz de luz. En el hogar, seguramente, se reúna con los tuyos y se pueda interferir con la película parando, volviendo atrás o saliendo del salón para volver de nuevo a visionarla. Aquí, a veces, hay luz y sonidos ajenos al de la película. Y ya ven, son dos cosas bien diferentes. Uno es el cine, a secas; mientras que el otro es cine en casa. En ambos casos, el cine alimenta la demandante imaginación.

En este sentido, el espectador en el hogar quiere quedar seducido por la película y se ancla en el confort de su hogar. Se reconforta saliendo de la realidad del día a día, para entrar en la ficción de la narrativa fílmica. Lo que Breton, en su manifiesto surrealista (2001, p. 68) señalaba como «¿El cine? Bravo por las salas oscuras» … Ahora es doméstico y obedece a otras señas de identidad.

Pero siempre estamos ante un ejercicio que nutre al músculo de la imaginación que le puede reportar desde la más sonada gratificación, a veces, con denodados aplausos cuando el orden se restablece, o bien con la más inquietante pesadumbre cuando el desenlace es el indeseado. Con el mando de la pantalla se tiene relativo poder. Y, a partir de ahora, hablaríamos de la empatía, simpatía o antipatía.

El espectador ha disfrutado y, por ejemplo, el corazón merodea o huye junto al actor o actriz coadyuvante. El espectador ha experimentado muchas emociones y, curiosamente, sin tener que moverse de su asiento. Y, siempre, se le permite continuar imaginando; en ocasiones, ver más allá de la pantalla. Con todo, ¿Existe la (a)empatía? Lo que interpretamos con el pasar o quedarse indiferente… Tal vez, sea lo peor que pueda suceder.

Una frase para soñar: «A mí del cine me atrajo su componente mágico, yo quería crear en ese mundo» (Francis Ford Coppola, director norteamericano).

Tercera enseñanza
El cine en el aula

Ahora, el cine está en el aula. Se ha ido al colegio. Está dentro de la dinámica del aula. Pero, ¿está preparado el docente para utilizarlo de forma idónea? Las respuestas pueden ser varias. Pero nos gustaría quedar con aquella que es, rotundamente, afirmativa. Lo toma como un objeto de estudio, lo relaciona con otros contenidos y manifestaciones artística. Pone en sobre aviso al alumnado de lo mucho y bueno que van a descubrir en la película. No se cansa de animarle a que vean cine de calidad. No cierra el final, está en continua construcción. Es más, el docente sugiere a sus estudiantes que es conveniente dejar el final siempre abierto al diálogo. Que hablen sobre cine, que continúen leyendo sobre cine. Y todo para convencerles que aprenderán y disfrutarán con la experiencia irrepetible del cine. Sin olvidarnos que estamos ante un tragaluz infinito (Burch, 2006).

El docente es quien contagia a su alumnado de la belleza, de la magia, de lo irrepetible del cine. Y son las palabras y las imágenes las que adquieren su verdadera fortaleza. Y siempre ha de mantener la categoría, traducida en calidad, para dialogar sobre el cine. La película, o mejor dicho la posibilidad de estar juntos en el aula frente al cine, es un pretexto idóneo para hablar, escuchar, leer o estudiar. O sea, puede ayudarnos a crear situaciones de aprendizaje. El cine es el pretexto y el docente, junto a su alumnado, los protagonistas que diseñan la experiencia educativa. Una vez empieza el metraje se comparten protagonismos y continúa el divertimento.

La experiencia del cine no ha de acabar cuando la luz cenital se enciende o se abren las ventanas. Hemos de procurar que los fotogramas se continúen sucediendo en nuestras retinas. Y es el momento para empezar a hablar sobre cine. Es el tiempo para mantenerse como un espectador activo y responsable. Estamos en el momento de aprovechar todo lo que el cine ha depositado en nosotros. Haga su versión, llévelo a su terreno, deje que dialogue y aproveche para que obtengamos nuestra versión, para subtitularlo; en definitiva, para poner voz propia.

Aprender con el cine puede llegar a ser una experiencia muy gratificante. Es un momento para aprender y desaprender, para conocer y comprender, para mejorar y para crecer como persona. Déjese seducir con el cine o ¿le resulta muy complicado admitir que el cine es un medio para aprender y desaprender?

Una frase para aprender del cine: «El cine, su historia, su pasado y su presente, se aprende en la cinemateca. Sólo se aprende allí. Es un aprendizaje perpetuo» (François Truffaut, director, guionista, crítico y actor francés).

Cuarta enseñanza
La unidad fílmica

Sería un tanto arriesgado no hablar mínimamente sobre la unidad fílmica. ¿Podría ser la secuencia o el plano? Nos inclinamos más por lo segundo que por lo primero. La secuencia es, al fin y al cabo, una sucesión de planos que tienen en común espacio, tiempo y contexto. Ahora bien, el plano es lo que está en foco, es la atención reducida a una expresión con su espacio, con su tiempo y en su contexto. Y sabían que existen tres tipologías de planos, en lo que llaman planificación: los hay abiertos, medios y cerrados.

Los planos abiertos, se ubican en un grupo que irían desde los planos generales a los enteros y poseen una función eminentemente descriptiva; mientras que su uso será contextualizar e interrelacionar lo que sucede dentro de él.

Le siguen, los planos medios que incluyen una tipología que engloba desde el plano americano a los que cortan por la cintura a los protagonistas. Ahora bien, su función será narrativa y sus usos se centran en focalizar la acción y la atención de los personajes o del contexto.

Por último, le toca el turno a los planos cerrados, con una tipología que abarca desde los primeros planos al plano detalle. Su función será la expresiva y su uso prioriza y evidencia las posibles características temáticas del personaje en foco. A lo que añadiríamos que «En relación con la planificación ―entendamos el plano como la unidad fílmica y la planificación el ejercicio de cortar la realidad que se filma en planos―, ésta juega un papel fundamental en lo concerniente a lo narrativo y dramático del relato fílmico» (Amar, 2000, p. 142).

Y una pregunta nos viene a renglón seguido: ¿existen más planos? Digamos que otros más se podrían destacar. El plano cruzado, aquel que se utiliza para las conversaciones y siempre queda, por ejemplo, un referente de los interlocutores en el plano contra plano. Tenemos, además, el fuera de plano, aquello que no está en cuadro. O bien, el plano secuencia, cuando la cámara bien emplazada corrige y va grabando todo lo que sucede. Y ¿le suena el plano subjetivo? Es decir, aquel plano en que vemos a través de la vista del personaje.

Una frase sobre una buena película: «Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta» (Orson Welles, hombre de cine norteamericano).

Sergei Eisenstein, padre del montaje cinematográfico.

Quinta enseñanza
El montaje de la mirada

¿Sabe o recuerda qué es el montaje cinematográfico? ¿Se ha parado a pensar en que, desde la confortabilidad de su sillón, podemos acompañar diferentes acciones a partir del montaje y el efecto de lo que podríamos llamar el efecto de una mirada múltiple?

Está claro que esta singularidad determina la relación con el espectador pues la idea es que tenga más información, además de que el ritmo de la película lo atrape. Ciertamente, la pretensión que se persigue es la de incentivar un ojo que se multiplique para no solo mirar sino, también, admirar. Y se obtenga el añorado resultado estético, a partir del espacio fílmico, su montaje, su narración y lenguaje (Aumont et al., 1985).

El movimiento se acentúa con un buen montaje que converge en un final, con una forma de organizar la imagen que magnifica quiénes son los buenos y los malos. O mejor dicho, los que pierden o ganan…

El montaje permite entrar y salir de un espacio cercano o lejano, de interior o de exterior. Todo se precipita de repente en la retina del espectador. El disfrute es un aliciente en el metraje.

El montaje es una manera de organizar y reinterpretar el tempo audiovisual. Y contribuye a romper la dictablanda del espacio.

Imaginemos una situación de riesgo. El asesino intenta acabar con la vida del inocente; los vecinos gritan pues saben que en el interior de la casa están los dos; mientras la policía llega velozmente en su coche. El encargado de organizarlo todo en la pantalla es el montaje. En este caso, estamos hablando de tres puntos de vista. Con todo, tres maneras de contribuir al relato, en beneficio del disfrute del espectador. A quien deseamos que supere la perspectiva de público, como aquel que solo mira, para llegar a convertirse en espectador; o sea, el que separa con la mirada y, con ello, le saque un mayor partido y disfrute a la proyección.

En definitiva, ¿usted conforma parte del público o es espectador?, ¿usted mirar o admira la pantalla?

Una frase para salir o entrar del cine: «El cine es universal, más allá de banderas, fronteras y pasaportes» (Alejandro González Iñárritu, cineasta mexicano).

Sexta enseñanza
Más sobre su lenguaje

Hablar de composición nos remonta a la escultura de la Grecia clásica. Pensamos, por ejemplo, en el Laocoonte y observamos los juegos de fuerzas entre cuerpos, cabezas y miradas, brazos o serpientes. Sin olvidarnos de que, en el cine, obtenemos un resultado con diseños cerrados y abiertos que remiten hacia dentro o hacia afuera del fotograma. Lógicamente, experimentamos una sensación a partir del esquema geométrico visual ante la pretendida armonía. Que en cine viene dada por un equilibrio o desequilibrio intencionado que, igualmente, narra e interfiere con el espectador.

Pero, también, cabría mencionar a los diversos movimientos de cámara bajo la consigna de rotar (sobre su propio eje) o trasladarse (sobre raíles, ruedas o a hombros). Con ello, podríamos promover diferentes funciones: descriptiva (aportando información de lo que está en plano), de relación (a partir de que se establecen encuentros), de acompañamiento (donde se procura dar continuidad a la acción), así como de acercamiento o de alejamiento, sin olvidarnos del reencuadre que reequilibra alturas o situaciones que precisan de una cámara que ose a presentar por igual, o no, a los interlocutores u objetos focalizados.

No obstante, el eje lo interpretamos como la angulación con respecto al ojo del actor y el objetivo de la cámara; y contamos con tres modalidades: A) una normal donde ambos coinciden. B) de picado, con una mirada desde arriba, y c) un contrapicado, donde la mirada se establece desde abajo. Mientras que las transiciones son los pasos entre plano o secuencias. Y aquí, nuevamente, nos encontramos con modalidades: sea por corte (busquemos un equivalente en la escritura con la coma), el fundido encadenado (que podríamos hacer coincidir con el punto seguido) o bien el fundido a negro (que nos evoca al punto y aparte).

Este apartado se completa con nuevas preguntas como: ¿qué es el lenguaje del cine? Tal vez, estemos dando prioridad a la parte visible pero, también, se nutre con otras facetas invisibles a partir de la herencia y enseñanzas provenientes de la literatura, del cómic, la música, el teatro o, incluso, la arquitectura, entre otras manifestaciones artísticas o creativas. Y el cine se hace en color o vira hacia un tinte especial, o bien se mantiene en blanco o negro. Y, con todo, le otorga la categoría de un producto acabado con un resultado estético (Lotman, 1979).

Una frase sobre el lenguaje del cine: «Un lenguaje diferente es una visión diferente de la vida» (Federico Fellini, director de cine italiano).

Séptima enseñanza
El séptimo arte

Ya lo dijo Ricciotto Canudo, el séptimo arte, en su Manifiesto de las siete artes, publicado en 1911. Y ¿quién lo va a discutir? Estamos ante el cine, un arte repleto y rodeado de otras artes. En gran medida, se trata de un arte que se ha sabido sobreponer a diversas situaciones y circunstancias. Un arte que se ha adaptado a los tiempos y con los tiempos. Se ha dicho del séptimo arte que había tenido una de las crisis más importantes que se le puede atribuir a una manifestación artística: la de la creatividad. Pues bien, salió airosa y se reinventó; recuerden los años 60, 70 y 80. Rescribió su historia y volvió a conectar con su público. Dicen que ahora está en crisis por las nuevas tecnologías y los modelos de consumo; pues de nuevo se ampara en innovación y se acomoda a las nuevas realidades. Y se consume cine del que consideramos predilecto en canales temáticos de televisión, o bien en plataformas, de pago, a la carta, etc. Sin embargo, se están generando situaciones no exentas de emergencias y encrucijadas, también en el contexto español (Sánchez Noriega, 2020).

El séptimo arte, cuando se ve que va a ser atacado por un enemigo enigmático, llama al séptimo de caballería y gana su séptimo sello. Con el séptimo arte puede dejarse seducir, pues aproxima a realidades mágicas, soluciones sorprendentes o posibilidades para continuar innovando y creando. Veamos: pintura, escultura, arquitectura, literatura, música y danza… además del cine. Siete son las artes y todas se escriben y describen con mayúsculas.

Pero, a todas luces, la pregunta puede ser insolente: ¿cuánto ha aglutinado o tiene de propio el séptimo arte con respecto a las otras artes? O bien, ¿existirá un octavo, noveno o décimo arte?

Una frase sobre el séptimo arte: «La vida apela y aplasta el alma, pero el arte te recuerda que la tienes» (Stella Adler, actriz norteamericana).

Octava enseñanza
Leer cine

¿Cuántas páginas de papel atesora el patrimonio del cine? No sabríamos decirle, pero si invitaremos a que piensen en ellas. Recuerde los antaño programas de mano, o bien se ha parado a pensar en un guion de cine, acompañado del storyboard, que está seguido del que se lleva al rodaje. Cuántas páginas en periódicos o revistas dedican sus espacios a la redacción del cine. Y qué podemos decir de las revistas especializadas, que la mayoría se editan en soporte digital (Piscitelli, 2009) y la persistente relación entre literatura y cine o cine y literatura.

Vean el cine en papel. Lo van a disfrutar por partida doble. Pero no se queden en este estadio de disfrute. Lean críticas de cine. Ahí, el espectador lector tendrá la última palabra. Cuando se lee, por ejemplo, una novela la imaginación viene adscrita a lo descrito y el resto lo pone el lector. Cuando se ve una película, la imagen ya está dada y el resto lo puedes llegar a intuir. Pero lo que más se asemeja al cine y su capacidad de imaginar es la música o la poesía, pues nos llevan al imago y a la poiesis, lo más parecido a crear. Con todo, no deje de leer. Es sinónimo de disfrutar y, a la postre, es una excusa perfecta para ir al cine, o viceversa.

Sin embargo, ¿no sería un poco precipitado enfrentar el cine con la literatura, o al contrario? Es como cuando le preguntan en un restaurante: ¿Prefieres más el pescado o la carne? Dos texturas, sabores y matices desiguales o, incluso, presentaciones diferentes. Tal vez, algún comensal pueda llegar a decir: soy vegano o, simplemente, me reservo para los postres.

Una frase que invita a leer cine: «El mejor cine del mundo es el cerebro, y lo sabes cuando lees un buen libro» (Ridley Scott, director de cine británico).

Novena enseñanza
Con la crítica cinematográfica

La crítica crea opinión o, incluso, tendencia. No sabemos, pero ¿cuántas personas leen crítica cinematográfica antes de ir a la sala de proyección? ¿La buscan especializada o no? Sea como fuera la crítica es una parte del espectáculo cinematográfico. No obstante, la opinión hecha crítica cinematográfica circula en las redes sociales. Debe ser una nueva adaptación del cine a la contemporaneidad. Una nueva lección de cohabitación, de supervivencia en tiempo presente. Los jóvenes van al cine y las redes sociales están repletas de comentarios que se dirigen a ellos en sus mismos términos o gustos. Se nutren con su propia medicina. Quizás, aquella posología del pasado de grandes y rotundas críticas especializadas forme parte del ayer. Lo «micro», el hipervínculo o el multimedia sean los mejores de los remedios para sanar la anhelada necesidad de leer pero, también, en red.

El cine que se lee ahora, igualmente, está en Internet. Y se presentan como hilos de contenidos. Una forma de descubrir y disfrutar con el cine, donde te haces activo, con réplicas o contrarréplicas, y copartícipe de los mensajes.

Pero nos continuamos haciendo preguntas. ¿Qué es lo que motiva al público a ver una película? Lo que dice el crítico o lo que no se dice de ella. A veces, creemos que es más lo segundo que lo primero. La crítica se hace interactiva y, por ello, debe estar abierta a las réplicas que se suceden en Internet, en los diferentes foros. Quizás, aquella forma tan contundente de pronunciarse el crítico ya sea, en cierto modo, parte del pasado. Ya que, nos preguntamos: ¿es el espectador sabedor que está entrando en confrontación con la mirada y la sensibilidad de una red que está en continua construcción, es líquida y mutante?

Una frase que invita a leer cine: «Estuve tan ocupado escribiendo la crítica que nunca puede sentarme a leer el libro» (Groucho Marx, actor de cine estadounidense).

Décima enseñanza
The end

Una película no acaba con el final. Probablemente, sea el momento en que debes salir de la sala. Después de, o durante, los créditos la luz se hace más intensa y muchos espectadores empiezan a abandonar el espacio de proyección. Otros permanecen sentados, leyendo y saboreando el metraje. Pero, posiblemente, la mayoría están volviendo del viaje de ensoñación y van leyendo la pantalla mientras retornan a la realidad. Está claro que volver a poner los pies en la tierra supone y requiere su tiempo. De estas variantes, nos preguntamos: ¿en qué grupo de espectadores se incluye?

El comentario se produce una vez volvemos del tránsito. Ahí intercambiamos opiniones o balbuceamos; pues todo requiere su tiempo. Las caras de los que salen de la sala se cruzan con otras que poseen un rictus diferente a los que van entrando en la sala. Los que salen disimulan la transición evitando la claridad que les amenaza y molesta. Mientras que los que entran mantienen su paso ágil y armonioso; van al encuentro con el cine.

La película hace mella (Bazin, 2008). Te suele dejar anonadado. Mientras el ansia de verla te produce cierto entusiasmo. Ambas sensaciones son beneficiosas. La primera sería lo más parecido a unas agujetas en las emociones que te dejan, transitoriamente, perplejo. La segunda, se acerca el momento y la emoción te embarga. Y ambos sentimientos se dan cita en uno, ya que tienen en su haber que son reacciones personales y subjetivas, pero que generan un estado afectivo que, en ocasiones, pueden conllevar reacciones de cualquier tipo.

Y cuando sales de la sala, después del destellante «The end» (que en español aparece como «Fin») es, entonces, cuando uno sueña, evoca o reproduce comportamientos de los proyectados en la pantalla. Y es cuando hay o encuentras diferencias entre la vida y la ficción cinematográfica. De lo contrario, el delirio se hace crónico y preocupante.

Disfrutemos del cine y hagamos que los demás lo disfruten, pero no exageremos. Al fin y al cabo, es una narrativa fílmica. Eso sí, que conmueve y en ese momento estamos a su merced, pero como todo en la vida ha de tener su final, medianamente, sensato. Volver a la magia de la realidad. O ¿prefieres vivir, más o menos de forma continuada, en la ficción del cine?

Una frase para un final: «Si dejas salir tus miedos, tendrás más espacio para vivir tus sueños» (Marilyn Monroe, actriz e icono del cine hollywoodiense).

Referencias
  • Amar, V. (2000). La alfabetización audiovisual a través de la educación con el cine. Comunicar, 15, 141-149. Recuperado de https://www.redalyc.org/pdf/158/15801522.pdf
  • Aumont, J., Bergala, A., Marie, M. y Vernet, M. (1985). Estética del cine: espacio fílmico, montaje, narración, lenguaje. Paidós.
  • Bazin, A. (2008). ¿Qué es el cine? Rialp.
  • Breton, A. (2001). El manifiesto surrealista. Argonauta.
  • Burch, N. (2006). El tragaluz del infinito. Cátedra.
  • Deleuze, G. (2009). La imagen-movimiento. Paidós.
  • Lotman, J. (1979). Estética y semiótica del cine. Gustavo Gili.
  • Piscitelli, A. (2009). Internet: la imprenta del siglo XXI. Gedisa.
  • Sánchez Noriega, J.L. (2020). Cine español en la era digital: emergencias y encrucijadas. Laertes.

 

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Autor: Víctor Amar Rodríguez

Doctor y profesor del Departamento de Didáctica de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Cádiz (UCA).

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Autor: David García Lamela

Educador social con mención en ámbitos de exclusión social por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y máster en Tratamiento Educativo de la Diversidad por la UNED.